El
universo en el que Dios mete su dedo en el espacio
y
hace girar las galaxias lentamente,
el
universo donde todas las galaxias
se
reflejan en un charco de agua,
el
universo donde una gota de agua lleva inscrita
toda
la historia del diluvio universal,
el
universo donde los átomos tienen la forma del Chomolangma,
el
universo donde la espuma que rompe en la playa de Mazagón
tiene
siempre la misma edad,
el
universo en el que cuando hacemos el amor
brotan
diamantes por los humedales de la casa de los Escribanos,
el
universo en el que Juan Carlos Usó
le
pasa un pitillo a David Castillo
mientras
Daniel Macías le explica su proyecto
de
iluminación para torpes al Niño de Elche,
el
universo en el que viajo en moto por Zanskar,
el
universo de las playas fósiles doradas por el sol
en
el gompa de Lamayuru,
el
universo en el que veo pasar a Marco Polo
desde
una duna del desierto de Nubra,
el
universo de un cuadro de Willen de Kooning,
el
universo donde Carles Santos toca Bujaraloz
by night
en
un bucle sin fin,
el
universo de la sala de los delfines en Knossos,
el
universo de dos que se dan la mano en el camino de Montemayor,
el
universo de las gotas de lluvia en la ventana
de
mi dormitorio en la casa del lago de Proserpina,
el
universo del ciclamor en flor,
el
universo de unos niños que juegan a saltar a piola
en
la calle azul y blanca de la Fuente de Moguer,
el
universo de las pisadas un atardecer frente a las islas Marietas,
el
universo del que te mira por primera vez,
el
universo de la cama de las pulgas en la casa de Ámbar Past
en
San Cristóbal de las Casas,
el
universo en el que Duarte con París es una avenida vacía,
el
universo en el que Glaem Parls me recita Papi
quiero piña
en
una voladora atestada camino de Guayacanes,
el
universo de las luces plateadas de una carroza de boda
pasando
junto al crematorio de Manikarnika en Varanasi,
el
universo en el que Kaushiki Chakravarthy canta el Yaad Piya ki Aaye,
el
universo de los bebederos de pájaros
en
la casa de Juan en Vilanrosa,
el
universo de los lavabos del Bombay en el DF,
el
universo del que se ahoga en un mar muy azul,
el
universo del que ve atardecer en Cais das Colunas,
el
universo del que se coloca una chancla en la cabeza,
el
universo del que escribe AMOR con un punzón en la pared,
el
universo del que se pierde entre el centeno,
el
universo del que rememora sus vidas pasadas al contacto con un burrito,
el
universo de los amantes que se esconden detrás de una duna
en
Praia da Ponta da Areia,
el
universo del que recita para nadie en la Pulquería de Insurgentes,
el
universo del que come chile enogado en la plaza de la Concordia de Cholula,
el
universo del que fuma en la explanada del santuario de la Virgen de los Remedios
con
el Popocatepetl nevado al fondo,
el
universo del que canta en náhuatl
en
el centro cultural Tierra y Libertad de Lerma,
el
universo del que vuelve a la pirámide de la Luna en Teotihuacán,
el
universo del que busca refugio en un pozole
un
día lluvioso de muertos en San Juan Chamula,
el
universo que recoge todos los lugares
que
no tenían a dónde ir,
el
universo en el que nada importa lo que importaba,
el
universo en el que no existe el dolor, las heridas, la memoria,
el
universo del que despertó su kundalini,
el
universo en el que se refleja el universo,
el
universo del multiverso
como
matrioskas, mamushkas, babushkas
o
la suma de todas las acequias, todas las moradas,
todas
las puertas camufladas que comunican entre sí
dando
forma a los resplandecientes rasgos
del
rostro del que formas parte,
universos
del multiverso,
no
puedes entrar,
nunca
saldrás de él.
Antonio Orihuela. Disolución. Ed. El Desvelo. 2018
Antonio Orihuela. Disolución. Ed. El Desvelo. 2018
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