para José Sánchez Canterla, in memoriam
I
Yo no tengo estudios, apenas sé leer, no fui a la escuela.
Cesáreo, el Viejo, me enseñó lo poco que sé.
Por las tardes, después del trabajo, en la puerta del cortijo
nos daba sus lecciones.
Leíamos en un libro que se llamaba Sembrando Flores,
allí se contaba la vida futura de fantasía y felicidad
que nos aguardaba.
Cesáreo siempre terminaba sus lecciones igual:
Recordad, nuestra patria es el mundo entero,
nuestra familia la humanidad.
Y rumiando eso me marchaba por las torroncas
con la piara de guarros del señorito.
Fíjate qué cosas tan adelantadas decía Cesáreo.
Jamás he vuelto a oír nada igual.
Yo no tengo estudios, apenas sé leer, no fui a la escuela.
Yo solo soy un campesino que ama la belleza.
En el campo, cuando me encuentro con una rama de brezo,
me pongo a hablar con ella, a veces la rama me contesta
y me dice lo que tiene dentro.
La traigo conmigo a casa, la pongo en mis rodillas
y le voy quitando lo que le sobra.
Un día, junto a un risco, encontré un brezo
que tenía dentro un precioso cucharón con un lagarto
que tenía atrapada a una niña.
Así empecé a tallar, según las cosas que me decían los troncos,
pero esto no es Arte, solo estoy ganando tiempo
mientras me encuentro a mí mismo
en espiritualidad.
Aunque ya soy muy viejo y no me queda mucho tiempo
este es el primer tiempo que estoy viviendo de verdad.
No le temo a la muerte, el brezo me ha dicho
que no moriré cuando se aquiete la sabia.
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