Aquel tronco cortado
Desde lejos
ya se adivinaba
su silueta
excepcional
y me pareció
tan bello...
Aquel tronco
cortado
tenía forma
de corazón:
un corazón
perfecto,
hueco como
un joyero cursi.
Me puse
justo encima:
hice una
foto para Instagram
impresionado
por la basura que se acumulaba dentro.
No tengo alma, no tengo corazón
En mi relación con los demás
no tiran de mí bueyes a paso lento,
más bien tiendo a precipitarme como un caza
de los que hacen demostraciones con humo
multicolor. No tengo corazón que se me rompa,
ni alma donde albergar la imagen de un dios;
solo soy una voz profunda que,
como un rabdomante, busca calor hogar
con el que ungir de cuidados esta insignificante
y frágil nervadura.
En mi relación con los demás
solo soy una voz en postura de defensa
solo una voz, eco arcaico, programa inexacto,
disco rayado, ser pragmático, una voz
cavidad profunda, animal incrédulo, palabra superpuesta...
carezco de corazón, carezco de alma, una voz
disco rayado, frecuencia corta, palabra superpuesta,
una voz, animal incrédulo, programa inexacto,
volumen atenuado...
En mi relación con los demás
en el mapa angosto de mis relaciones con los demás,
solo soy una voz...
Incansable
testaruda
siempre repite el mismo mensaje:
recalculando, recalculando, recalculando…
Gayumbos
En cada hombre hay un poeta,
y sólo con el último hombre morirá el
último poeta
Sigmund Freud.
Perfil gayumbos llegó como una visita
inesperada.
Inesperada porque en esto de las
aplicaciones para contactos sexuales
siempre surge un contratiempo:
un aspirante más joven, una desafortunada
última foto
o, simplemente, porque el interlocutor ha
sido muy rápido
y tú, ingenuo, piensas que está de camino.
Perfil gayumbos llegó con gafitas de tío
listo
(un poco de neuronas ayuda, pensé)
con sus brazos voluminosos y tatuados
(un poco de cuerpo no está mal, me relamí)
y, además, miraba con ternura
(también quería un poco de aquello).
Lo llevé tímidamente (una timidez
impostada,
más bien teatral) al dormitorio.
Nos desnudamos cada uno por su lado
con un poco de primera vez y un poco de
rutina.
Perfil gayumbos llevaba unos calzoncillos
de la capital,
unos calzoncillos espectaculares, de esos
que proyectan
en tu imaginario un cuerpo que no es el
tuyo.
Sin dejar de observarlos me acerqué por
detrás,
lo abracé, pero mis manos se deleitaban
más en la dulce tela
que en la dura carne, y entonces lo dijo:
“rómpeme los gayumbos”.
Mi arraigado pragmatismo hizo que,
automáticamente, le ofreciera unos viejos
y él se giró y me miró como si se me
hubiera ido la cabeza
y entonces sentí miedo a que se fuera,
justo como cuando te viene una idea o un
verso para un poema.
Y rápidamente, como pude, rápidamente
introduje decidido, con fuerza, uno de mis
dedos
y tiré, tiré sin querer mirar lo que
estaba haciendo,
y rasgué, rasgué el exótico tejido...
Inmediatamente, pensé en la escritura,
pensé en el poema, en este poema
y en todas las cosas que se tienen que
romper
para encontrar la
belleza.
El mundo perfecto del que todos hablan
Dedicado a Dios
Mi madre fue:
la primera recolectora
la primera cazadora
la primera agricultora
la primera exploradora
la primera poeta
y la primera científica.
Mi madre es las Naciones Unidas,
mantiene la paz y seguridad de quien la rodea
fomenta relaciones armoniosas de índole casero o vecinal:
sus manos despliegan campamentos y atardeceres
sus palabras cicatrizan
acantilados
sus abrazos son
fronteras sin límites.
Mi madre es la UNICEF,
su bandera son las manos que sujetan
oportunidad de triunfo y merienda;
distribuye cuidados y unos pestiños que curan sobremesas.
Mi madre es la capitana mayor de los Cascos Azules;
incluso cansada ejerce la disciplina de la sonrisa.
Domina las prácticas de supervivencia: si la fiebre o el dolor
saltan, ella lo hace más lejos.
En caso de conflicto despliega una caricia,
bombardea con croquetas, somete a sopa las aguas
revueltas.
Mi madre es la OMS,
Participa en todo tipo campañas;
si le pido que pose junto a unos leggings
lo hace desinteresadamente:
nadie mejor que ella conoce las propiedades beneficiosas
de la sonrisa que estalla por los pasillos del centro comercial.
Mi madre es el Banco de
España:
concede microcréditos a
fondo perdido,
y como ministra de
exteriores
vigila el riguroso
cumplimiento de las leyes
de llaves puestas por
fuera
y nevera siempre
abierta.
Dice cosas como “no
sirvo”
“no tengo vida en la
sangre”, o “ya no veo nada”,
y a los tres segundos
canta cuarenta en copas
y se levanta para hacer
una migas.
Cuando me voy siempre sale a despedirme
y me transmite algunas recomendaciones
de la Dirección General de Tráfico
y del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
Camina desde hace noventa años
¿Se dan cuenta? Noventa años…
Solo cuando se cansa, busca mi brazo:
ignora que soy yo el
que se agarra a ella.
Como el que se encuentra una cartera
Agradeces
mis poemas mientras yo me muerdo
la mentira
de ofrecerte versos ajenos:
aquí no hay
convergencia creativa que valga
—existen
teorías que podrían demostrar lo que digo—,
y sufro el
fracaso al intentar reflejarte en un todo
convincente —también
hay teorías al respecto—.
Más o menos,
lo que te quiero decir
es que tú
mismo eres los poemas
y que yo
alcanzo, si acaso, a restituirte una parte
como el que
se encuentra una cartera
y solo devuelve los
documentos.
Tirso Priscilo Vallecillos.Entrevista a Albert Einstein. Ed. Trea. 2023.
Ilustración de Daniel Macías Díaz
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