PERMANENCIA
Antes de la hoja en blanco
está la vida,
el rumor de lo sencillo,
las miserias cotidianas,
el hambre y el amor y la
tristeza,
los mismos tras la hoja escrita.
Me llamas,
te discuto,
me lees esa receta
que lleva tanto tiempo y
chocolate
y ladra Sancho a los misterios de
la noche.
Antes de la hoja en blanco
estamos juntos.
Es viernes por la noche y llueve
a cántaros
y no hay una palabra que defina
este olor a tierra enamorada
en los ovillos de lana y en los
libros.
Arrecia la tormenta en los
cristales.
¿Dónde irá a parar este momento?
¿Será verdad que nada permanece?
Antes de esa hoja en blanco
hay un amor y hay una vida
que no tienen cabida en un poema.
Lo que lees no es más que un
resto,
la chispa que precede a la
tiniebla.
Ni ‘yo’, ni ‘tú’, ni ‘viernes’,
ni ‘tormenta’
podrán dar cuenta nunca de tu
cuerpo
en la memoria iluminada de mi
cuerpo.
Nunca te he mentido.
No veas artificio en estos
versos.
Busco la manera de no
desvanecerme,
de no dejar que el viento te
deshaga
en mitad de un temporal de olvido
y miedo,
aunque tú ya no seas tú
ni yo más que palabra malherida
en esta hoja escrita contra el
tiempo.
Después de este poema
seguirán la vida
y el rumor de lo sencillo.
Seguirá el amor, la lluvia y las
recetas,
los cuerpos de los dos
iluminando la tormenta.
¿Será verdad que nada permanece?
UTILIDAD
Nos han arrebatado la quietud,
el vuelo de los ojos sobre el
mar,
la tarde anaranjada en una taza
de café,
el paso lento y delicioso del
otoño,
las horas sin reloj
en el silencio sosegado de la
vida.
No somos capaces de saber
en qué momento nos perdimos,
cuándo dejamos de ser
aquel ardor capaz de leer el
mundo,
de aprehenderlo, de salvarlo,
y cuándo comenzamos
a mudar la piel de nuestros
nombres,
a transformarnos en materia pura,
a despertar una mañana
convertidos en un número,
en la sombra entristecida de un
deseo.
Pretendo resistir, pretendes
respirar
pero caemos aplastados nuevamente
en la contradicción
de querer volar y temer el viento
y así la fuerza va apagándose,
el ímpetu se arruga,
la voz no es más que el eco del
fracaso.
No sabemos con certeza
si esta vida y sus certezas son
las nuestras,
si vendimos nuestros sueños una
noche,
si nuestra libertad valía tan
poco
que no nos mereció la pena dar
batalla
y, sin embargo, es evidente
que accedimos a jugar
y que es el juego la derrota.
Los días se han tornado de
cartón,
los amigos son perfiles muy
lejanos,
la verdad es un discurso
sospechoso,
fragmentario, como un verso en
colisión
con un espejo a plazo fijo.
Han hecho de tu vida y de la mía
una vida a bajo coste.
Han hecho del azul del cielo
un dato pixelado (pues ni es cielo ni es azul),
de las palabras una trampa
para engañarnos con palabras,
de la memoria un libro con
esquemas
y resúmenes infieles del dolor.
Los niños juegan en los
escaparates
de presentes y futuras inversiones
y los viejos son sobrantes
malolientes
sin posibilidad de reciclaje.
El tiempo tiene precio y el
espacio
ha perdido su poética, enterrado
bajo el suelo financiero de
países
que comercian con las armas y la
paz,
y así cualquier brazo que toco es
una cosa,
cualquier rostro que pienso es
una cosa,
cualquier miedo que siento es una
cosa.
Tan sólo cuando cierras y te
acercas
y dejas el llavero en la bandeja
la vida se suaviza
y se descorcha la alegría,
vuelve la calma de la lluvia
a la pupila tibia de la noche
y las voces de los libros se
derraman
por el universo
de nuestro sillón de orejas.
Sólo entonces es posible no
pensar
para qué sirven los besos,
para qué sirven tus manos,
para qué sirven mis versos.
José María García Linares. Frente a la voz del mundo. Ed. Nazarí, 2023
Ambos poemas son maravillosos, gracias por ello.
ResponderEliminarAbrazo