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domingo, 26 de noviembre de 2023

¿SANGRA EL ABISMO? CONTRACCIONES DE UNA NOCHE DE PASCUA de CARLOS PEINADO ELLIOT (fragmentos del libro. I)

 


[tapices]

Toda Sevilla arde tras la noche de refriegas en las plazas. Las masas de cadáveres ocultos en los pozos cuyas aguas enmohecen se desfondan, mientras se deshilachan lentamente entre caricias los restos de su carne. La humedad de la tierra con su peso que arrastra a lo profundo contra la sequedad del mes de julio que avarienta se empapa de las vísceras tapadas por el polvo en su vacío que ya se funde en blanco. Resuenan espingardas, venablos y saetas por las encrucijadas de las calles retorcidas. Intestinos. Al impulso del nitro y del azufre, proyectiles de bombardas que horadaron armaduras, rociando tanta sangre sobre la tierra seca: los soldados tras los ajimeces. En las torres de san Pedro y san Román quedan algunos partidarios del marqués. Ahora el silencio comienza a apoderarse de los barrios.


Refugiados en la torre de San Marcos –donde casi nos matan- contemplamos los huesos de la iglesia tras el fuego. Los rescoldos que lamen la madera, las figuras como una pira ardiente retorciéndose hasta el cielo. Carne quemada que apesta. Tantos años de guerras y de muerte, de vasallos sin señor a quien servir con honra. Entre dos hijos que se arrojan nuestros cuerpos contra sí buscando solo controlar el concejo, en contra de la casa que aborrecen, cuyo rencor se arraiga más y más en esta tierra. Tantos años siempre escogiendo entre dos males siempre con las manos que se manchan en la noche con la sangre de los cuerpos que dejamos atrás, que ni siquiera vemos, en la noche, aunque sus ojos arden como puntos que no puedes borrar. Y si no fuera no mirar imposible y no chillara cada ladrillo o piedra de estas calles por entregar a Juan Pacheco el campo despejado, si no fuera como sembrar de muertos la ciudad y abrirla en dos para que la violasen después de saquearla. Si no fuera no mirar imposible. Triste Castilla en tantas manos rota, doliente tierra siempre maltratada.

 

 

[cincel]

Aquí donde la ves es una máquina de una gran precisión: penetran sus cuchillas entre el lóbulo parietal y occipital e instala ahí sus cables. Puedes hacer la prueba: acércate hasta aquí, deja la nuca en esta almohadilla y ahora cierras los ojos y la aguja... Azul, azul... Y no sentir ya nada.

 

[sala capitular]

Hablando de su muerte en este tanatorio (con tus ojos ya cansados de llorar) llego a palpar por un instante un espacio común sin las barreras que un tiempo levantamos. No es mentira, sino consumación anticipada de un más allá que acucia y nos espera: pues llegará ese día (quemado ya en el fuego cuanto sobra y nos ata y nos tortura) que podamos sentarnos otra vez como esta tarde y a cielo abierto hablar.

 

[laberinto de Reims]

La mordedura del pecado, sorda

como piedra en la carne

hirviente

a cuyo peso

vuelve a hundirse esta tierra.

                                               En el descenso

                                                                        -tobogán de arcilla

negra – quién pudiera

sostener la mirada.

 

 

[calavernario]

Qué tienes contra mí que así regresas a este rincón de mala muerte en que mis restos se pudren, se carcomen, se deshacen, qué te trae otra vez a tanta sombra. Si pudiera hundirme en esta noche para siempre y no sentir ya más, ni despertarme a ti, ni verme suspendido en esta rueda, donde no encuentro refugio al que escapar, donde perderme.

 

[fossa sanguinis]

Lapidada su imagen obsesiva –ese semáforo fijo intermitente-: el dolor del parásito, su rostro- o el conector injerto en un cerebro extrae bruma. Si debajo de tanta piedra al fin se hallara Dios.

 

 

 

<CORIFEO:>

Tanta belleza sobre mí

                                     me unge:

                                                    Y no saber cantarla.

 

 

 

 

 

 

 

Carlos Peinado Elliot. ¿Sangra el abismo? Contracciones de una noche de Pascua. Ed. Ril. 2022

 

 

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