Si pedir perdón sirviera para algo
más que tranquilidad de la conciencia
de quienes solicitan o lo otorgan…
Clemencia en esta encrucijada,
ni en la peor de nuestras pesadillas
pudimos fabular esta barbarie.
Perdonadnos, descendencia
porque aun con buenas intenciones
os dejamos naves lastraditas de plomo
y velas desgarradas ya descoloridas,
el agua podrida en los barriles
veneno en el cillero.
Perdonadnos, descendientes,
invitados a la fiesta del derroche
dimos nuestra aquiescencia
y asistimos al banquete del exceso
aunque a los desposeídos
solo les quedaran las migajas.
Perdonad, hijos nuestros,
por haberos legado este estropicio
estas horas sin futuro creciente,
tierras castigadas y silencios quebrados
y tanta belleza mancillada
con estampas de hambre insatisfecha
Disculpadme, nietos míos,
por el porvenir calamitoso,
obligados al quejido y la protesta,
horizontes de espanto y cielos de ceniza,
la única certeza del colapso,
os queda un mundo enfermo, feo y sucio
Perdonaréis la falta de ternura
que hace falta para sazonar esta existencia,
fiado al cálculo y el lucro
el devenir de los días laboriosos,
este exceso de lapsos alquilados.
Aunque no tenga perdón tanto desastre.
Francisco Marín Campos. Del colapso y otras ruinas. Ed. Al Margen, 2024.
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