LA LISTA DE SCHINDLER
No hay exterminador visible,
ni una guerra mundial.
Tampoco fusilamientos,
ni brazos en alza.
Es el hambre la que mata
en este campo de concentración africano
en donde somos libres de vagar
hasta caer en el olvido,
secos como la molestia moribunda.
Sólo las mafias ofrecen
una salida al mar,
trenes mojados
por el llanto de la historia.
SALVEMOS EL PLANETA
Todos quieren salvar el planeta,
desde América a Japón.
Salvemos a los osos y pingüinos
del deshielo de los casquetes,
a las ballenas de sus cazadores,
a las anchoas de las pescaderías.
Protejamos a los linces,
a los koalas, a las águilas.
Habilitemos parques naturales
de especies protegidas,
mientras descubrimos los secretos
para poder fotocopiarlos
en los laboratorios.
Reduzcamos las emisiones
de toxinas a la atmósfera,
los vertidos a los ríos,
los plásticos a los mares.
El planeta Tierra está enfermo,
no llueve y cuando truena
se inundan las ciudades de los ricos…
En un poblado de Etiopía,
una niña carga una cubeta
de agua en la cabeza.
Sabe del deshielo de la razón humana,
del calentamiento de la injusticia
y de las emisiones de olvido
de los hombres blancos.
FRONTERA DE MELILLA
El espanto del alambre
es no ocultar lo que prohíbe.
LA SED
Ver amanecer
desde el otro lado
del espejo.
Es demasiado el frío de la historia.
Son tantas las luciérnagas fundidas,
la paja en la boca,
el tiempo en las heridas.
Ya no sé dónde agacharme,
qué arroyos inventar
para saciar los vientos
que golpean las espinas de mi espalda.
Si hubiese un lago,
si existiera un mañana verdadero
y pudiera mojar mi lengua gris
en su memoria quieta.
Estás cansada,
a punto de caer,
y no hay manos
que puedan sostener
tu cuerpo sepia,
descolorido por la pena
de saberte sola y olvidada.
No llores.
Sigamos caminando
aquí, parados,
crucemos con los ojos los alambres.
Algún día beberemos esa vida
de luces jugosas,
de edificios hermosos,
de sábanas aireadas y niños fuertes.
No llores más, amor,
no dejes escapar más lágrimas,
que es tanta la sed
y tan poca el agua que nos queda.
DESHIELO
Los polos se derriten.
Los ríos se secan.
Las flores crecen en invierno.
Las lluvias arrasan los poblados
cuando llueve,
y cuando no,
los árboles se vuelven de cartón
y el suelo se cuartea de polvo y de miseria.
En pocos años los mares
habrán devorado las orillas.
¿Y los niños?
¿Dónde crecerán nuestros hijos?
¿Cómo?
Amarse, tal vez, ya no sea responsable.
LA ÚLTIMA CANCIÓN
Siempre supimos esperar
la última canción de los veranos,
aquellas en las que la madrugada
paseaba con rebeca por el tiempo
y el mar iba apagando sus fervores
en la calma azul de los septiembres.
La luz se tuesta y oscurece
cualquier rincón de la mirada,
y año tras año, frente a frente,
las manos se entrelazan al otoño
y las músicas se pierden
en el vacío de los apartamentos,
en las terrazas lloradas por la ausencia
y el temporal de la felicidad herida.
Volverán, dices, los días
sin horas a la orilla de la cama,
pero las golondrinas serán otras,
igual que agosto en tu semblante,
cuando traiga tus besos
y escape con tus besos
para siempre,
o las olas rotas de mis dedos
en tu pecho ignoto y familiar,
conocido y olvidado
para siempre.
Perderemos la inocencia,
la edad recuperada,
la tersa piel de la quietud
y el viento de poniente.
Es la última canción,
el último paseo,
la última caricia del verano.
Siempre supimos esperar.
Aprenderemos.
José María García Linares. Muros. Editorial: Ciudad Autónoma de Melilla. Consejería de Cultura. 2024
estremecedor
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