La retórica no emociona,
transmite dudas
e intoxica la experiencia.
Deforma todo con rumores,
con sombras y reservas
enrarece el día a día,
silencia voces ejemplares,
confunde realidades
y apaga el resplandor
de llamas y de brasas.
Todo lo que la vida nos
depara,
la razón lo acoge en su
regazo
y de igual manera aborda
la luz, que los infiernos.
Porque el empeño
aspira a imposibles,
se acomodan ajenos
los riesgos a mi historia.
Atrapado por la luz y la locura,
la memoria evita
que me ahogue entre cenizas,
y el rumbo que el pasado
impone
insiste en lastrarme la
mirada.
En estos casos, los relojes
son el ejemplo a seguir,
siempre adelante
para avanzar o huir.
a Ángel Campos Pámpano
Respirar no calma el dolor.
Tus ojos siempre
racionalizando impulsos,
ruinas, quimeras, y el
curso de las horas,
preludio de aromas, de
deseos, Abierto al aire
de océanos, de puertos, de
orillas y riberas.
Tu destreza renovó
sentidos, miradas y latidos,
enriqueció de esperanza la
carencia,
y la energía de tanta
reflexión calmada,
en ríos generosos aflora y
riega nuestra puerta.
Para acortar distancias
resuenan nítidos tus pasos
y germinan y crecen ramas a
las raíces de tus manos.
No reconocer la magia de tu
luz y su semilla
sería negar la voz de la
evidencia,
renunciar al valor aportado
a tanta isla
y dar protagonismo a
efímeros alientos.
La ausencia impone su ley
y respirar no calma el
dolor
aunque rota la cadena,
la memoria permanece.
El tiempo
da
forma con esfuerzo
a
valores añadidos.
La
experiencia
teje con
destreza
deseos
y raíces,
y
aunque el futuro
sea
injusto casi siempre,
la
espera augura aliento
y
recompensas.
Repleto
de errores,
sueños
y pesadillas,
la realidad es un abismo.
siembro sencillas
semillas
satisfecho sobrevivo
soñando soluciones,
saldando
simulacros.
Sereno, sensato,
suspicaz
Sacio silencios
sospechosos.
Soporto, supero.
Sumo, sigo.
A
María y a su hermana Lucía,
mis
hijas.
Donde confiscadas
quedaron las cosechas
y los semáforos
evitan el naufragio,
donde sonidos de nuevos alfabetos
a gatos callejeros desconciertan.
Delicadas, pero firmes
creciendo en el asfalto,
ejemplares y envidiables
vuestras raíces.
Brotes verdes
que presentan currículos a la luna,
y con las manos atadas,
sin antifaces guardan cola
a la entrada de esta jaula
mientras el azul del cielo
se va decolorando.
Esperando que me sorprendan
brotes y retoños,
cultivo a conciencia
todo lo que siento
y antes de que ya no esté
por estos lares,
siembro mi memoria.
Ya sea en tierra fértil,
en barbecho
o en el más árido desierto,
ya sea en temporada
o a destiempo,
siempre surgen paraísos,
afloran con fuerza
espigas y manzanas de oro.
Las semillas en los sueños
resisten todos los envites,
no son especies a extinguir.
Antonio Gómez. Como una piedra puntiaguda en el zapato. Ed. Rumorvisual, 2012
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