quisisteis darle un nombre al pan
y lo llamasteis «hambre»
de mí dijisteis: individuo
y a mi lengua la nombrasteis: nudo
cogisteis una verdad con alfileres
la vestisteis de harapos e hicisteis que bailara
en el balcón de un edificio
al son de los disparos
la música es lo que no existe en vuestro alfabeto
compuesto sólo por imágenes monocromo
y símbolos, cuyas alegorías invitan
a recrearnos en el contexto de una arcada
glorificasteis la comida
y de ese modo establecisteis el dinero:
alimento a cambio de monedas
favores, prestamistas
que nos moldearon consumidos, tenues
cercano a lo invisible
tan distantes los unos de los otros
que nunca reconocimos el contornos
creasteis el fuego para amenazarnos
la rueda para torturar
y de la piedra concebisteis su dureza
para oprimir la piel blanda de nuestros hijos
los hicisteis preescolares, infantiles
cobardes e imbéciles
amantes del autoservicio
enganchados a dulce azúcar digital
cuidasteis del rebaño
marcado de códigos de barras
como si fuese verdaderamente vuestro
lo llamasteis: hombres de provecho
y aplaudisteis su melancolía en el ocaso
después, conseguisteis excitarle
con drogas más o menos fuertes y bacterias
para amansarlo eternamente
saturasteis de policías
-que no se os olvide-
el recinto amurallado
nos mostrasteis implacables
las distintas formas de sufrir
todas ellas, a cual más espantosa
y de aquel rosario de perlas negras
recordamos las que llevamos todavía
incrustadas en los ojos
que nos impiden la mirada
y atisbar otro horizonte
pudisteis hacer del mundo un hábitat
salvaje y libre
en cambio lo ordenasteis con un abecedario
estantes de metal
y pozos numerados hasta el infinito
pintasteis las cavernas
con óxido distinto y sangre
animales, plantas y algunos peces
también insectos
pegados a las paredes esperando amanecer
provocasteis la desolación
y la infectasteis de estériles semillas
flores marchitadas, hojas secas
y es así como pudimos ponerle cara al miedo
luego vino el frío
que atado a nuestras tripas
tiraba de nosotras hacia abajo
para aprisionarnos a esa misma tierra
sin ninguna otra esperanza
más allá de la de poder prosperar
en un cúmulo de excremento
ubicasteis los latidos en un mapa
los besos hacia el norte de las brújulas
del asfalto, hurgasteis en su alquitrán
y nos lo disteis de comer
habéis sido capaces de marcarnos los caminos
iluminar la oscuridad
y enfermarnos con vuestras direcciones
no nos quedaría ni un precioso instante
tampoco aliento necesario
para unas pocas de caricias
ni saliva suficiente
para comernos la boca
como si no hubiese un mañana
a cambio tenemos armamento urgente
para destruirnos sin piedad
y todos los venenos imposibles
que nos impiden mantener intacta la alegría
es ahora, que ya no nos queda ni una sola lágrima
cuando ofrecéis ungüentos
de todos los posibles
pústulas y otras secreciones
para calmar la sed
que poco a poco nos derrite
y nos ha hecho más delgados
como el humo de las fábricas
a las que fuimos condenados
busco la palabra que os defina
por vuestros actos por vuestros crímenes
y os maldigo
fiel a mí, doy comienzo, al caminar
por el último de los bosques en combustión
por las arenas de los nuevos desiertos paso
aleteo, pero no levanto el vuelo
en el trozo de aire espeso
que sin querer puedo palpar
gracias a vosotros
-a vuestras putas gracias-
estoy vomitando el corazón
y por fin
cuando puedo escribirlo todo en un papel
este que era yo ya no existe
habéis hecho de él otro cadáver
-uno más- entre la multitud.
Gsús Bonilla. En: Se agota el tiempo: rebelión poética por el clima. Ed. La Vorágine / Voces del Extremo. 2024
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