esta
España de todos los demonios…
Biedma
e
M
duele la indolencia,
la indolencia inducida del que
sufre
como vulgo solemne
la acidia de ese azufre
de cáustica inclemencia
que está que arde, pero deja
indemne,
que es nunca adolecer de
adolescencia:
no dolerse de infiernos
de vejez verde pocha prematura
es hielo en fría entraña
cadavérica: lo siento por mi
España
de los actuales tiempos
postmodernos
—toro al cual le castraran
su bravura
los monteros de Franco y su
traílla
atada y bien atada con
morcilla—
y tanto amé,
y que me pagó con cuernos:
ya no me duele nada que esa
logia
secreta que impertérrita
dirige
a voces el cotarro
político en su alza
de ritual demagogia —que nos
calza
un zapato que inflige
severas estrecheces— con
mentiras
convenza al necio; o que sus
pies de barro
de ídolo que exige
sacrificios humanos en sus
piras
en aras de una inmunda
propaganda
contra raros herejes en
peligro
de extinción por veraces en
demanda
de justicia, me pisen por
gallina
y no me duela —y, si me
duele, emigro
a Babia, o bebo grogui
opiácea medicina
de chamán, o de yogui
adapto pose, o tomo
un hipnótico filtro
de amor por el progromo
de distintos, que me
hunde en la ignominia,
la insolidaridad común, la
minia-
tura del alma al uso, o bien
me empiltro
en íntima anodinia
haciendo el avestruz, con la
meolla
hundida bajo almohadas
sin hadas, mas con almo
seguro fugitivo de farfolla
sin alma, con mi salmo
de gracias al Merkurio
redivivo
entonando consignas por la
olla
podrida y cada día
más vacía, y alzando siempre
el recto:
ya no me duele nada
que me den, si me rajo, y a mi
rajo y
me da un fatal ataque,
y me dan por el mismo de esto
cada
vez que les venga bien un
desperfecto
hacerme bocabajo y,
por insania de trepa
heliotropismo,
permito que me atraque
el sin vergüenza dictador
electo,
siervo del hampa impune
del resurrecto neocapitalismo
con que indigente mi razón
infecto,
aun sintiéndome inmune
por contagio inconsciente de
cinismo.
(Ya tengo acostumbrado mi
intelecto
a pensar el abismo
trascendente
del Origen
remoto, cataclismo
con que un ignoto Dios el
cosmos crea.
Y
es bellísima Idea la de un Ente
que se
tiró Legislativo el Cuesco
Cósmico;
y, bueno, lo demás, qué
importa.)
Bien sé que ya estoy roto
para siempre, sin frente —por
la torta
que sufro por devoto
a mi voto dantesco
de reata o amén—, y así
consiente
mi psique la indolencia del
simiesco
voluntario ingresado en este
coto
del
mundo entontecido, o abstinente,
propia del «ande yo caliente
y fresco,
que esto no hay quien lo
cambie». (Pero noto
la ausencia del deseo de
justicia
y libertad que, cuando
adolescente,
integrando miedoso la milicia
contra la dictadura,
nutrieron mi valiente
alma sana, inmadura,
que ahora siente y consiente y
no se duele
de que el poder chorizo se la
cuele
con cruel doblez pero perenne
calma,
en pocha
y empachada chafadura.)
Dejadme que me den: ya no hay
remedio:
en España tenemos democracia:
que nadie se permita la
acrobacia
de algún salto de altura
sobre la cerca que defiende el
predio
del inquiriente oficio
político correcto que censura
sin equidad ni juicio
las voces disidentes, de
basura,
de los que intentan, malos,
dar a luz obvias pistas
diciéndonos verdades
terroristas:
«Nos metieron en guerra
con Irak como falos
adúlteros en higo
ajeno, y por lo tanto el
enemigo
contestó masacrando al
inocente
con táctica gamberra
de Terror, expulsando al
presidente
de su beligerante presidencia
y dándosela a un títere, si
a ultranza
obsesionado con la competencia
en plural, Belarmino
incompetente
que ha querido cargarse la
enseñanza
en España, y dejarla en la
indolencia
maleducada y dócil, pero
bruta,
de un pueblo de ignorantes
obediente
al astuto
Batuta
sumiso al Capi de la facha
Merka,
que, chulo y prostituta,
se nos
papean hasta el desperdicio:
Se nos vendió a la mafia que
gobierna
Europa en beneficio
del boreal y bárbaro fenicio,
que mal nos mete mano, y aun
la pierna
nos cocea inclemente y en el
ano
nos mete su pistola
con amenaza, y sisa
y nos desangra y además nos
pisa
como gallo en corral a la
española
con pernada de iure
legislada por grupos de las
Cortes
que no hay Dios que conjure
y enseñorea y castra y nos
vïola
con todos sus recortes.»
Tampoco a mí me dolería
España
y me sería todo indiferente
si no me resultara tan extraña
esa mansa indolencia de la
gente
que, jóvenes aún, son como
ancianos
que ya no tienen fuegos
en vena, ni terapia
existe que los salve de sus
egos
vulgares y profanos,
más sordos que una tapia.
(Porque, al fin, ciudadanos
—no
los de ultraderecha—,
si nunca nos ponemos
en pie ni nunca audaces —que
podemos—
andamos solidarios la vía
Apia,
—que sabemos estrecha—
contra el/la capital del
Capitoste,
ya os digo que capaces no
seremos
de minar el ruinoso y terco
soste-
nimiento del tirano
con disfraz democrático
con todo su fanático
cortejo chupasangre, gran
Hermano
de Orwell, que el poder y que
el dominio
necesitan, y el mando,
porque sin él son nada, y nos
van dando
mediante lenocinio
por donde duele, haciéndose
más fuertes;
y cada día de indolentes
muertes
del espíritu libre nos
gozamos
por ese patrocinio que pagamos
aceptando la estafa
de ponernos en contra
de nuestros intereses, y nos
chafa.
Y para mí ya son tra-
jines demasïados
convencer a los ruines que,
soldados
sin sueldo, a los ladrones
enemigos
dan la razón, tocando los
testigos
del amigo, al que atacan, con
indignas,
fraudulentas consignas
salidas de la tele,
esa única verdad
indiscutible,
esa nueva Palabra Revelada.
Y pierden otra vez el
imperdible,
sin que
nada de nada
les
importe, en su alele,
que los
dejen en cueros sin pañales.)
Me duele la analgesia,
y la resignación, y el ser
conforme
al poder oligarca
que detentan los
nazicapitales,
y al mensaje sub limen
de su iglesia,
con que os tienen ya puesto el
uniforme,
si repetís: «más vale malo
—carca—
conocido que bueno...: son
iguales
los políticos todos»
(¡es lo mismo
lo formal, por lo tanto, que
lo informe
y que la democracia el
despotismo!).
Me duele esa anüencia
con el mal y este engaño tan
enorme
que va acabar con toda mi
paciencia.
Mejor es no sufrir: que nada
duela.
mejor es no sentir malo ni
bueno:
vayamos a la escuela
de la ineducación por el
veneno
en dosis cada vez más
progresivas
y salgamos contentos por
costumbre:
pasemos de ser vivas
almas a cuerpos sin calor ni
lumbre,
carne para el Parásito, el
Vampiro
o, en fin, el Cagatintas que
lo avala.
(Que si un día me pongo yo de
mala
leche, lo mismo hasta me pego
un tiro.)
Francisco Fortuny. Sapere Aude Raps. Litoral / Naufragios. 2018
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