La
belleza es una aparición.
Las palabras son semillas
cargadas con el silencio de los mundos.
El mundo cabe en la palabra
mundo.
Si tienes una palabra ya
tienes un mundo.
Tienes infinidad de mundos en
cada palabra que aún no tienes.
El arte está a mitad de camino
entre la rebelión y la revelación.
El arte hace mejor al ser
humano, por ello el ser humano ha de mejorar el arte.
El artista debe rajar el
espacio para ver más allá.
Tradición es herencia y
enriquece más a quien mejor sabe asimilarla.
La originalidad consiste en el
reconocimiento de los propios orígenes.
El creador debe desubicarse,
ser un desinstalado.
No tenga el creador mayor
compromiso que la independencia de su creación. En ninguna boca como en la suya
suena mejor ni más hermosa la palabra no.
La palabra es un ser vivo.
La palabra nace, crece, se
reproduce, puede llegar a morir, a matar y a resucitar.
Ser palabra como ser humano.
En una época enferma la
palabra ha de ser hospital.
Hacer vida la palabra.
Hacer palabra la vida.
La palabra destinada a
permanecer oyó a tiempo, y en vida de quien la conoció, el fragor del silencio
como un éxito suave celebrado a solas.
Escribir es cribar.
La emoción es una
manifestación del espíritu.
Vaciar al ser humano de
emociones facilita su sometimiento, su transformación en mercancía dentro del
arrollador régimen de mercado.
El arte debe elevar lo
espiritual desde el subsuelo de la realidad hasta la órbita de lo inefable.
Ha de potenciar la emoción
como fuente indagadora de conocimiento, puente hacia la tolerancia.
Entre las emociones
principales (alegría, tristeza, cólera, miedo, amor, asombro, vergüenza,
aversión) elegimos la sorpresa para la forma de la poesía.
El lenguaje poético ha de ser
una reacción edificante contra las acciones de la rala realidad erosiva,
alienadora, aplastante.
Apoyamos una poesía de la
estupefacción.
¡Buenísimo! Me lo guardo.
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