PAN DE
ESCLAVO
“quisiera,
quisiera, quisiera volverme hiedra
y subir … por las paredes
y entrar … en tu habitación
por ver... el dormir que tienes.”
y subir … por las paredes
y entrar … en tu habitación
por ver... el dormir que tienes.”
Jota
Navarra
Líneas férreas, vías de tren que secuestran tu mirada de txirimiri hasta este pueblo medio. Vías milagrosas que comunican arterias tuyas y mías. Y quedar teñida de color, alumbrando el gris férreo, penetrando la música de los martillos los tendones, los poros, percutiendo la piel. Quedar teñida de color en tu mirada y atada al vocablo que arrojas sobre mi pecho: maitia.
El
futuro es un zorro que acecha sin palabras en la esclava condición: miedo de no
aguantar y temor de sentir tu hermoso cuerpo obrero debilitarse.
Camino
acompasada al son de un acordeón imaginario en esta calle abocada a vivir
encogida, su espalda encorvada por el desaliento, entre los muros del tiempo que
declina.
Huele
el pueblo a hambruna y sangre, a pan negro de harina entristecida, negro de
infelicidad, de ignonimia, uniforme, exilio, escopetas, régimen, dictadura del
terror. Huele a pan que amaso para mi hombre y sus compañeros, para el que me
engendre el hijo un día.
Duele
la casa invernada en Castejón sin el calor de su cuerpo, duelen las piernas
frías sin medias, corriendo a su encuentro, frías de pena de no tenerle.
Duele
la piel a la intemperie, el miedo a los disparos, al cabello rasurado, al
olvido de sus ojos y a que apaguen su luz a puñetazos de triste hambruna.
Cuando
me vence este espanto y le tengo frente a mí, eres la medicina que me llena de
sosiego. Cuando me susurra al oído el
verbo que me cocina el pan. Riega de esperanza mi osamenta y mis tejidos
renacen en su mirar.
Comienzo
a caminar inundada de color, como en el sueño. Y la vida ya no se construye de
mentiras, es tan cierta como tú lo eres, cuando ella habla por tus manos recias
y te toma la voz y tu voz ilumina como antorcha nuestro pueblo, alumbra mi
plaza y las plazas del país que volverá a comer pan blanco.
JUNTA
DE GUERRA, MARGARITAS Y LIRIOS
Convocada la Junta para ordenar el
caos: era preciso poner límites a intelectuales y
rojos que eludían la ley del padre. ¿Dónde quedó el mandamiento -no matarás-? ¿A dónde fue a parar la belleza de los lirios?
Os erigíais como salvadores de un
pueblo que nunca deseó vuestra tutela. Colonizando con furor, jugasteis a los
dados con las vidas de los obreros.
Hermosos campos de margaritas preceden
a la casa familiar, ponen huevos las gallinas y las vacas entregan recias
leches. Todo estaba dispuesto. Margaritas presentes en hospitales y hogares; ellas
las abnegadas en el fervor de la devota entrega cristiana.
Todo estaba en orden: el estómago
saciado, el vino servido en el momento del tratado. Vuestra guerra
santa contra laicos liberales fue una vil cruzada.
Sembrados vuestros corazones de
esperanza en nombre de Dios, ese dios manchado de sangre en vano, ese Dios de
los sacrificios de Pelayos y civiles, el que masacró a Hypatia y su Biblioteca de Alejandría, el
mismo que quemó brujas en Zugarramurdi, el de la quema de libros y educadores en
Allo, el que os convocaba para desvelar y perseguir masones, el mismo Dios que
consintió el asesinato de 3.280 navarros.
Esta historia se repite, mentirosa dos
Españas. Vuestra Junta la cargó el diablo para sembrar el terror. Se me
atraganta ese Dios vuestro: emito un aullido.
Señores de la guerra y fieles Margaritas,
flores del amor Carlista, enfermeras del alma, sanadoras de llagas, ¿cómo
acallásteis el hambre del pueblo? ¿Cómo le entregasteis los panes y los peces, cómo
pudisteis limpiar con vuestros corazones las escopetas de vuestros hermanos e hijos? ¿Qué clase
de Dios os da cobijo, en qué lugar quedó vuestra conciencia perfumada por las
flores del mal?
Teresa Ramos
En: Memoria Poética. Ed. Pamiela
Las imágenes son de la autoría de José Ramón Urtasun.
Las imágenes son de la autoría de José Ramón Urtasun.
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