Se fueron todos a celebrar
el acontecimiento
a un restaurante caro.
Ella con su amante,
él con la suya
que había sido la esposa del otro
como la que antes lo fue de él
había sido compañera del tercero
cuya pareja era amante de todos.
Pidieron ostras, caviar y el plato más famoso
del cocinero de la fugaz moda,
bebieron el mejor champán
y se hartaron de vino,
y a la hora de pagar la cuenta
uno quiso ser más,
otro imaginó que en la comida
se compraba una novia,
el otro se sintió disminuido,
todos quisieron ser el más,
el que pagaba la compra de amante
más valiosa,
el vencedor de las transacciones,
y discutieron alzando la voz.
Cada uno gritó
¡más champan y más copas!,
todos bebieron más,
y al terminar
estaban ebrios
de alcohol y de estupidez.
Cada mujer amante de cualquiera
se levantó para ir al servicio de damas
y cuando corrigieron el rímel y el retoque
de los labios
se marcharon las tres.
Los negociadores
de la mercancía
seguían bebiendo vino y copas
discutiendo quién pagaba la cuenta y los cafés
de mujeres más libres que ellos mismos.
***
De “Nocturno en Huelva”:
¿Por qué pienso
este tipo está completamente loco
sentado en el borde de un banco de hierro
vestido con pantalón vaquero
oliendo a marica en la Plaza de las Monjas
con un tic nervioso en unos ojos pardos
en los que casi ni se ve la pupila?
¿Por qué pienso
este tipo está chiflado
cuando pregunta si ha nevado alguna vez en Huelva
o si Paco de Lucía tocó alguna vez música clásica?
¿Por qué pienso
este tipo está majara
cuando me dice que tiene muchísimo talento
pero le falta deseo de expresarse?
¿Por qué pienso
este tipo está como una chota
cuando coge el tetrapack de leche
y ve a la vaca explotada por el empresario?
Sé por qué:
porque no oculta
la desesperada distancia que le separa de la gente
aquí en Huelva donde luce el hastío
y donde los aburridos buscan entenderse
porque ya lo tienen todo excepto el entendimiento
que hace sonar la música celeste.
Antonio Santos Barranca
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