También estaba aquella otra memoria,
reflejos tibios,
beso tras el espejo del Vishnumati.
En un ojo Swayambhunath,
Katheshimbu en el otro...
pero son los niños jugando al escondite entre las estelas,
las niñas hablando de sus pequeños anillos,
el vendedor de helados invisibles a dos rupias,
los turbados por las campanillas
que llaman a la escuela,
jardín dorado de falsos techos
y pequeños pupitres...
por la ventana
revolotean palomas por el séptimo anillo
y dos niños hacen rabona entre las piedras,
todos idos, muy idos,
templo de la cierva
enfrente.
Antonio Orihuela. Madera de un solo árbol (Cuaderno de Nepal). Ed. Delirio, 2014
Excelente, bello... Enhorabuena!
ResponderEliminarMe ha recordado la azotea en la que mi madre rasgueaba notas de jabón sobre la ondulada tabla... la luz jugando con las sombras huidizas de la ropa tendida que el viento de poniente agitaba sobre los encalados poyetes...
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