Transparencia
Esta
llanura se desenrolla hasta el adentro de los bosques o el horizonte en lluvia
(la metamorfosis de las pupilas). Hago de mi mano un parasol, visera para la
luz. Miro la mano, casi se transparenta su forma: agua que arrastra estrellas
extinguidas, aquella sangre del sol que va a ser luna (¿los acantilados de la
soledad?), este ala esencial del vuelo interminable que roza la piel de las
orquídeas, que queda suspendido en el raudal del aire (un diente de león ha
soltado su cabellera). Aves sin forma que vuelven al nido y tú vas siendo tus
otros (ya).
***
La
sien descarnada por péndulo y en la oscilación los ojos van y vienen
(desprenderse ha sido inevitable). Todavía el sol no ha penetrado en la nieve
de los azulejos. Por su blancura se deslizan dulcemente los ojos, vigías del
insomnio, y dentro del fondo del blanco se exalta el destierro del mar en una
caracola. Algunas luces insinúan signos que son labios, es decir, juego con las
palabras mientras la conciencia se estira en olvidos, ausencias y desencantos.
Nos dijimos: “Ni siquiera tú, testigos de tus aguas, llegas a completarte, a
manifestarte y sólo esculpes estrellas […] bajo ese castigo de las cosas. Allí
toma origen el cuerpo que desconoces bien e inconscientemente despunta de ti en
la abstracción de tu soledad”. ¿Qué ha
cambiado desde entonces?
***
Al
acercar la oreja a la almohada escucha el trasiego del mar o de los coches.
Desparecieron las calles y los rostros. Los párpados se cierran, pero no se
cierran. Lejanías y presagios. Las afueras de las afueras de las afueras. La
dialéctica entre los astros y los objetos de su habitación: hecho sonoridad en
el hilo que les une.
En
la precisión de separarse de sí mismo el nombre se fue diluyendo. Después de
aquellos presagios, ¿qué fue de nosotros? Soledad en progresiva solidez: pocos
son los límites de las manos, ninguno. Sin resistencia a la dureza ha excedido
sus bordes y la proporción de su cuerpo es traspasar. Duermevela y semejanza
con cada cima: la ronda por la locura. En el pasillo se escuchan los pasos de
aquel que te nombra y humea en este que estoy: horizonte que refleja esas manos
posiblemente mías.
(Del libro, El ocaso de la aurora, 2004)
Julio César Quesada Galán. Con permiso del olvido. (antología poética. 1996 -2020). Pre-textos, 2021
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