documentos de pensamiento radical

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martes, 3 de diciembre de 2024

LLEGUÉ AL RESORT


 

 

 Tal vez no haya en mí otra cosa
que la máquina de revelar a quien no soy.
Fernando Pessoa,
Libro del desasosiego


Llegué al resort y,
                          al
                parecer,
ya me había ido.


Acompañándome a la
salida, me explicaron
cuánto disfruté.


No puse pega alguna,
fueron incuestionables las
fotografías de mi estancia;


se me veía feliz.

 

 Luis Alemañ. El número que ha marcado no existe. Ed. La isla de Siltolá, 2024.

lunes, 2 de diciembre de 2024

OBSERVANDO LA LAVADORA GIRAR


 

 

 Y bajo los
adoquines,

los
adoquines.
Antonio Orihuela


Observando la lavadora girar,
a mí en el reflejo
de la lavadora girar,
me pregunto si seré yo
                              o
                     no

un hombre detrás de un hombre
detrás,

persiana
en la persiana de la
Historia, calma
subacuática,
atasco de
impresora,
a la izquierda, a la derecha
de un libro imaginario,
otro.

Terriblemente en el
pasado, ociosamente en el
futuro
la ola en la ola
se reconoce.

 

 

Luis Alemañ. El número que ha marcado no existe. Ed. La isla de Siltolá, 2024.

domingo, 1 de diciembre de 2024

Canto III: El vuelo de la flecha verde



Interrumpir la noria

y bajar de nuevo a los ríos

silbando por arroyuelos

que se llenan de más gentes



Y entonces sí preguntarnos colectivamente



¿Y si saliéramos de las cloacas

con los intestinos puestos del revés

y los calcetines empapados

de corazones boquiabiertos?



¿Y si de golpe cerráramos

todos nuestros féretros

de manera que no fuéramos

una competición de zombies?



¿Y si dejáramos de ser herida

tras cada mantel

avizorar peldaños de humedad

por encima de tanta escalera mecánica?



¿Y si todos acogiéramos

como mantel de cada día

tan sólo ansias de briznas

tan sólo migas de pan

tan sólo y tan llenos

de suspiros de sexo

y de racimos de tristeza

de ésa que sobreviene en el mar

y nos incita a abrazarnos?



¿Y si los hombres

nos tornásemos almendros

con su boca blanca

y su lengua primaveral

inesperadamente en medio

de este suelo cada vez

más seco e invernal?



¿Y si dejáramos al viento

hacer su misión de viento

que nos diera besos y más besos

y no supiéramos cuál fuese

la última boca

que nos habría de besar?



Te invitaría a bajar a los ríos

como primera declaración rebelde

cantar la alegría junto a pequeñas

y redondeadas piedras

es allí donde reside la canción

de todas las aguas



A los ríos se baja también

por nuestros andamios metálicos

a poco que hagamos de cada descenso

una hendidura en el aire

donde acoger otras flechas verdes



No hay que rezar

pero también aproximar las manos

a la persona que encuentra sagrado

el mundo compartido



Se precisan dedos ciegos

que aprendan a tocar de nuevo

canciones epidérmicas

para las que el dinero aún

no haya inventado una cáscara de PVC



Hay humedad por todas partes

pero el agua siempre

está en ese secreto fondo de nuestras cosas



Porque los ríos y el musgo por venir

siguen gritándonos como

naturaleza fiel y extensa de nosotros y nosotras



Gira, danza, nos enreda y salta:

la Naturaleza

malabarista de millones de especies

no sabe huir

ni bajar sus brazos

ni dejar de acurrucarnos



Ella es la gran flecha verde



A poco que nos alejamos

de las fiebres de cemento

nos persiguen los bosques

y con ello se empapan las cordilleras

los pájaros remasterizan sus trinos

y recrean nuevos comederos

hambre de hierba muestra la tierra



Todo esto cuando la humanidad enferma

y se amordaza

cuando una ciudad se convierte

en una colección de pasillos abandonados

en un huérfano hospital



Lo hemos visto y escrito

en el mapa de un confinamiento

lo hemos escuchado

bajo la lluvia ausentada y bajo la lluvia desbocada

bajo la fiebre causada por un petróleo escaso

bajo el giro espacial de una chatarra alérgica a la comunidad humana

y a pesar de todo

no hemos desamueblado la casa

e invidentes seguimos plantando

más flores de plástico



La naturaleza

liberada de su especie opresora

gritó su tregua:

coliflores y repollos ampliaron sus diálogos

con hierbas recién llegadas

y con su vecindario habitual

de artesanos microorganismos

se recuperaron los mejores milenios

comentan los más viejos insectos

desde la última glaciación que dio paso

a la colonización de la tierra por la azada



No, definitivamente, no somos

una especie maltratada y sin antecedentes



Sucede tan sólo que la naturaleza

contempla su vientre como un

estado de revolución permanente

animando a las especies a ensamblar

sus precarias vidas



Y nosotros hemos dicho que “no”

hemos pensado que podríamos decir “no”

a la gramática que pronuncia frágilmente

nuestra propia existencia



La naturaleza no abandona:

somos nosotros los abandonados

por nosotros mismos



Destensarnos:

para que su arco vuelva a tensarse sobre nosotras y nosotros



Recuperar el común pájaro

que fuimos

y que silbaba sobre su cuerda



Ser de nuevo una nube de bacterias inquietas



Todas a una como flecha verde que cuestiona

su elementalidad más mineral:



¿Dónde hallar el brío del vivir

el que no somete a quien viaja al lado?

¿Dónde las mesas para almorzar mañana

las que se expanden con sus comensales?

¿Dónde las tenazas que cercenan

el susurro y la tiranía de las cadenas?

¿Dónde las raíces

de todas y todos para vivir sociedades en paz

cuidadoras

fraternas?



Aún podemos observar

algunos murciélagos mordiendo tejados

la fruta aún verde

y las hormigas caminando atónitas

tras el eco escaso de una gota de aguacero



Walt Disney comienza a callar su voz

ante las cuerdas vocales de tanto peatón

que comienza a odiar los conejos nucleares



Flechas verdes vienen

desde cualquier rama próxima

se olvidaron de la diana aprendida

y nacen volviendo hacia nuestro corazón

ajeno a los números extinguibles



Su ingravidez proviene del amor

por los sueños con manteles por debajo

se impulsan desde los rincones que escapan

a sus lenguas de diamantes



Sus certezas son claras

como sus reflejos verdiazulados:

el tomate que llega a ser viejo

la ganadera enraizada en su monte

el carpintero enfrentando la franquicia de turno

las flechas que abandonan los cables de alta tensión



Porque toda herida congrega su cicatriz

todo glóbulo ansía su sangre

todo amanecer convoca a un día de dicha



Hay manos en cada hueco

que deja un anónimo ahogado





La gran herida se expande

y con ella

el temblor humano que la desafía





No basta tener una sed incómoda

ni aprehender la belleza del agua que pasa:

hay que recuperar la libertad del enjambre



Mi piel es mineral liviano

mi alma medio quemada

es piedra que procede

de la amabilidad

de los fuegos inmemoriales



Trato de ser casa para cualquier nuevo musgo

y dientes de pan cuando descanso

frente a nuestros asaltados trigales



Y te digo con paciencia y humildad

no quieras encontrar una autopista

pues el petróleo carece ya de notas musicales

mejor escuchar la burbuja disidente

el agua empujando a un aire que huye

el mamífero que huye del matadero



Busca nacer entre tus propios gestos



Rompamos filas y hagamos barro

desabotonemos nuestra camisa de entierros

digamos no

desmenucemos la luz para no ocultar

nuestros cálidos días

seamos sí

escondamos nuestros cajones

bajo el incendio necesario de sus armarios

procedamos a resucitarnos

junto a los vivos:

no es momento de decir

que no sabes hacer un pan

o amasar un abrazo

no te pregunto por tu profesión

ni por tu condición de víctima

si no por tu voluntad para

emprender el aleteo primero

de unas alas recién asomadas a su paisaje



Tan sólo recoge unos granos

ve a por la presentida agua

porque faltan gestos para nacer

tan sólo ven y construye

una mesa con otras manos



No es poco ni es un mundo

este agitar de mis aguas:

es una revolución personal y escueta

porque no soy el enfermero del mundo

y de cualquier enfermo o enferma

apenas comparto la cama

en la gran herida que arde



Yo salgo al huerto

y sé que lloverán caquis y cerezas

a lo largo del año

habrá al menos algún hostal

y algún solsticio

que me incline un vello solar

hacia mis entrañas



Visitaré decenas de veces

y me saludará el señor cajero

y me despedirá con amables

contables

y capitalistas adioses



Yo no estoy bajo los escombros

no soy la axila de la ahogada

ni el hambre insaciable de un tanque sobre Gaza

ni un lago consumido en el Chad

ni Berta Cáceres imperturbable

ni el inmolado Mohamed Bouazizi



No estoy ahí

pero afortunadamente me confirma

mi atardecer

que yo no soy dios

ni el chico-cohete lanzado al espacio

ni tampoco el chico-olivo

que podía retorcerse

y esconderse

entre sus propias sombras



Abro mi boca

para reclamar nuestro oxígeno

y salen mis manos

a buscar nuevos surcos



Desencorvo mi pelvis

en pequeños hospitales

hechos de ecopoesía



No pude nunca acudir

a un hipódromo a ver correr

mis versos

No concurso

no escribo sobre premios



Soy apenas

el intento de revolución

serena y apresurada

de mí mismo

la brizna herida

de un posible mamífero



Pero aún sí pervive en mí

el deseo de un color encendido

imagino un torrente enrojecido

en mi sangre universal

y a tientas percibo

un camino posible



Los ojos son la pupila del tacto

cuando el aire está vivo y es limpio



Los tulipanes y las cerezas

inflaman con sus pistilos

y sus labios de azúcar

aleteos confusos

y amígdalas lejanas



El campo siempre

es lo primero que vemos

no sus hierbas menudas y concretas



Los colores mudan

los acentos quedan



Aleteo en los territorios

en los que puedo posarme

para que las alas y las flechas

vuelvan a revolotear en mí 

 

 

Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024

 



sábado, 30 de noviembre de 2024

Canto II: El grito del humo

 






Es hora de rozar levemente

los tímidos horizontes que contienen

la voz de un árbol

y vomitar la pobre promesa

(féretro nacido para sí mismo)

de la nanotecnología



Hay que saber algo más

de las nubes que nos rodean

de aguaceros imprevistos

contenidos a su pesar

en nuestros adentros húmedos



Sigue siendo posible hoy

escribir un poema a pleno pulmón

y acompañar un fruto

sin enlatados cancerígenos



Ante la inminente subida

de los precios del pan y del aceite

es necesario hoy

avisar al vecino y a la vecina de que su casa

está ardiendo por algún punto cardinal

y llevarles entonces un cubo de agua

acercarse con levaduras

y tocar la puerta a diez manos



No queda otra

que hacerse visitable por abejas

defendiendo la perseguida hiedra invernal

y abandonar el arroyuelo

a su ser silvestre

y alargar su condena

ante la previsible turistificación masiva



Sigue siendo cotidiano

aunque no de moda

agradecer la comida que nos llega

desde una caja familiar de resistencia

frente a las alambradas que encarcelan

lo común bajo lo público

la democracia bajo algún tenderete de Wall Street



Lo sabrás conforme rías y sufras:

hay toda la luz en un sólo punto:

las revoluciones naturales son hijas

de un débil relámpago



No ansíes, nadie

nos puede exigir

que nos convirtamos en agua

(hay tanta sequedad en derredor)

pero sí huir de la voluntad

de ser torreones de arena

verdugos de lombrices

en sus trincheras inflacionistas





No hay nada nuevo

en este intento húmedo

de metamorfosis

con muchas minúsculas



Esta batalla

como todas las guerras

está llena de nuestros glóbulos rojos

vivos y enterrados a destiempo

muertos en sus propios sonrisas metálicas

féretros en su afán

de sangre hueca y fratricida



Nada que limpiar:

desangrarse (insisto)

abandonar los falsos nucleolos que tiritan de frío

descentralizar los instintos

re-evolucionar el iris



Somos aún musgo verde e ingrávido

conservamos toda la memoria de la luz

podemos aprender como futura flecha

ser copa de árbol que canta esperanzada

ser útil como polvo que embellece los caminos

y convocar así

la lluvia inabarcable



Aún es pronto para decir:

ésta es la ruta



Ya es tarde

para no saltar a otras orillas

para no madurar balsas y arcos

mujeres y hombres

venidos de todos los rincones

emigrados de todos los tiempos



Es hora

de hollar pasos impetuosos

como hiciera el hermano Australopithecus

intentar ser de nuevo

un homínido de raíces y de aguas

con la frente transparente

cual mirada de un corzo

con la mandíbula inaccesible

al suicidio de una carne in vitro



Para recuperar la revolución caminante

de un bipedismo mundano

los esqueletos deberían incordiar

la silla del oficinista

el ojo tuerto de un pantallista

el sexo hecho de agónicos cables

salir de paseo sin libros de autoayuda consumible

entregar el deseo más allá

de una tarjeta de crédito insatisfecha



Pediría a la humanidad consciente

que hablase más con las estrellas

que supiera del aullido hermano

de las ramas de un árbol



Sólo desde ahí tendría sentido

ponerse a repartir bocadillos

de mermelada casera y porciones

de animales que pastan alegres en un monte

entre los primeros asaltantes de bancos

y de plantas embotelladoras

de nuestras aguas



Posteriormente sofocaríamos

con jardines sinuosos

como para perderse entre amantes

las escasas minas que nos separasen

de un cielo más protector

mientras vamos arrancando

las esquirlas de metralla

que atronan en este viejo continente



Se demolerían fábricas de odio

reemplazándose por hospitales universales

para los glóbulos más lacerados

pero aún rojos y hermanantes

preguntando de paso entre las personas más heridas

y más antiguas en el caminar de la especie humana

cuántos organismos africanos

merece la pena mantener en pie

aquellos que aún pueden

respirar por sí mismos, continuar siendo ancestros



Aún habría quemaduras fósiles

que restañar

tras la escasez súbita de petróleo



Pero al menos lo diverso

la misma fotosíntesis convertida en sangre de mil colores

no estaría fagocitando la vida

injustamente a favor

de estas llamaradas de muerte




Somos esta tierra que hemos maldecido

y su carbonizado eco

Noé sólo podrá alquilar su historia

a principiantes desesperados

pues todos seremos gran naufragio común

y también el agua que nos desahogue



Saben la herida las ahogadas

y la tierra pasto de ignorantes llamas

pero es aún un saber durmiente

que somos pobres campanas

de barro encauzado y aún más pobre

que poco podremos tañer

sin los tintineos de las cabras

sin el ulular de los bosques

sin las madrigueras calladas

que rompen el cemento

de sus centros comerciales



Asumamos el paso dubitativo:

sólo sobrevivirá al diluvio de desiertos

quien enrede sus filamentos

con otros musgos balbuceantes



No habrá un nuevo amanecer

si no que será distinto

y cabe la posibilidad

que lo divisemos

desde un montículo de huesos

como fin de fiesta



Todo esto saben el humo

y el fondo de nuestros gritos

Pero todo es aún demasiado gris y sordo

todos los que insisten en colocar su vida

lejos de los pájaros





 

Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024

viernes, 29 de noviembre de 2024

Canto I: Somos la herida

 




Todo arde ya

pero nada subterráneamente

pero nada fuera de ti y de mí



El corazón ya no nos nace

de la estirpe enraizante de algún olivo

y es también

un decreto universal de incendio



Somos el humo de este planeta

y la evaporación de nuestra especie



Hemos ardido ya la posibilidad de rescatar

el ojo blanco de un gamo muerto

y la semilla autóctona que hicimos

presa de nuestro olvido



Está ardiendo la cosecha de miel y el viaje

del polen a nuestros huertos

y los presupuestos se incendian

con el vuelo de helicópteros privados



Arderá el reflejo de nuestra memoria

en la hierba verde y violeta

y también el derecho a elegir

la tierra de los antepasados

como destino de nuestro presente



Tantas y tantas cosas son

las que empiezan de nuevo a arder

cuando se apaga el abrasador fuego

cuando las imágenes nos incendian

de vínculos asépticos con la muerte

cuando la noticia siguiente

es la escasez de cubitos de hielo

para nuestro penúltimo whisky



¿Qué especie puede aspirar a la vida

si se enoja con los charcos de la lluvia

si huye de la imaginación de los arroyos

si desalienta su condición de barro?



Bajo la herida tiritan incomprendidas

las bocas de los árboles

y apenas en una mano cogen

las personas sembrando hilos de savia



¡Qué incendios tan oscuros y grandes!

¡Qué cunas nacemos tan acopladas

a los carritos semióticos

tan poco simbióticos de un supermercado!

¡Qué poesía tan débil que apenas

pronuncia textos y palabras!

¡Qué fácil verter tanta sangre

en tan pocos lavabos financieros!

¡Cuánta agua ahogada

bajo escombros metálicos!

¡Qué solo el comensal exultante

que sólo abraza las nubes que nos desnutren de agua!



Pero no es el fuego el que nos atrapa

pues en él arde la muerte vital

la que nos hace libres y oxigenados

Nos atrapan los pescadores sin brazos

los que precisan carne humana

para sus remos moribundos

los que apesadumbran los océanos

con cadáveres de cristal apenas visible



El Arca que nos mencionan

es una maraña de monedas globales y oscuras

y Noé no subirá a la cubierta

hasta que se le acaben los opiáceos



¿Cómo hablarte entonces

de humanidad

o de enemigos

cuando vamos en manadas estrechando

el tiempo, sus lazos

y la biodiversidad que acusa al humo?



¿Cómo amar de nuevo vuestra voz

la dulzura y la nieve

si somos un horno cegador

un apóstol tirano y diabético?



La gran herida que nos mata

es aún la vida:

son los pájaros amazónicos

revoloteando a deshoras

en nuestra Antártida cerebral



La gran herida soy yo

y las migajas de mis miradas

y de mis pusilánimes dientes



La gran herida es nuestra

y ya no es invisible ni indolora

y ya no hay vacíos para trincheras ausentes:

somos los sacos de arena

que han preparado

para obstaculizar el avance

de sus balas ignífugas



La gran herida es la hilera

de hilanderas sin sueldo

de pobres sin dientes

de obsesos por dulces de colores amargos

de mestizos y negros ocupando portadas

y vallas de espino calculado



La gran herida son las pandemias

dispuestas a repartir

su ración de hambre

en sus platos de hipocresía



La gran herida es un campo ahogado

por los bajos precios y los embudos

de señoritos y grandes distribuidores

y los incisivos puestos a limar

en los montes circundantes



La gran herida es el faro

ensimismado

de hombres encadenados a un parte de guerra

y a una conmutación de deseos

por prostíbulos virales

de impulsos por cadenas de ordeño




Yo no soy la gran herida

y soy todas vuestras heridas posibles

porque de mis glóbulos rojos ascienden

leves disculpas

y miradas para otro lado



No soy como el árbol

que tiembla impasible y agradecido

con cada viento



Soy más bien la rama caída

mitad savia muerta

mitad vida en cercenada tierra

que ya no mira directamente

a los ojos de la fotosíntesis

y debe esperar el apoyo diario

de bacterias que se acerquen a incorporar

su débil respiración



Quiero al menos con mi presencia

anunciar los labios que faltan

que me faltan

y las vallas no saltadas ni siquiera

percibidas en la huida



Ésta es mi excusa:

hiero y me corrompo para sobrevivir

para mantener vivo un afecto

que me distancie de la muerte de mármol

y de los pilotos de bancos y petroleras

ahora reconvertidos

en Pilatos de bomberos y coches eléctricos



Éste es mi aprendizaje:

vivir sobre

sin nadie debajo

amar sin un dentro

y un afuera



No encierra un canto ni una llama

este poema casi en blanco

pues son letras planas

y todo es impulso a nuestro alrededor

pero bien podríamos reagrupar

sus fonemas y rehacer alguna mesa colectiva

de una asamblea no sospechada anteayer

o utilizarlo como manual de ilusiones

para tirar mujeres y hombres

de un pan desvestido de circos

pero pleno de verbenas repletas de azadas

y álamos enamorados de sus ríos

para desarmar y rehabilitar

el corazón mustio

de las ciudades inservibles



Contiene este canto

el hueco apacible de una flecha

y su color transparente

tan sólo

quisiera clavarse en ti





Si mi flecha quiere ser verde

es porque los árboles están llorando de noche

su cuerpo sin descanso

cada año un 2% más de agua

subiendo prematuramente a los cielos

y al amanecer la luz inicia menos partos

y certifica más hojas enterradas

en un ataúd que nos hierve



La herida tiene aquí

cual fusilamientos nocturnos

cuatro grados más de espesor

para que robles, cerezos y algún castaño

suban sus postreros

peldaños fúnebres



La evapotranspiración

son las lágrimas

del cambio climático



Y nosotros no somos pañuelo

sino tristeza seca y deshabitada

cauce infértil para el mundo:

avanzamos como desiertos

impusimos a los ríos

dejar de ser ríos

sólo mantuvimos más deprisa

la promesa de llegar raudos

a un recalentado mar



Golpeamos este jardín

con el hacinamiento animal

y la servidumbre debida

a los Zikas, los SARS, la gripes, los coronavirae

y con sus notas aún atronamos más

como trombón desnortado que envenena el aire

implantando el ojo por ojo

árbol por estantería de grandes almacenes

animales estresados y autopistas de carne

para locura de nosotros mismos

pan de humo amazónico

como vómito de miga negra

dioses pixelados

para la insurrección de los venideros muertos

y un largo etcétera para no dejar

de golpearnos nosotros mismos

en la lengua que nos dice quienes somos



La herida que arde no admite otra cosa

que nuestra re-escritura a tientas

que fonemas y cuentos se enamoren

del agua de la vida

que refranes y manteles

sean menos conservadores y autoproféticos

que las cooperativas sean circulares

y los bares se llenen de pensamientos



Y quizás algún día sí

esta flecha verde se yerga

y nos desacerque

del hambre y de aquel hombre

y nos permita reconocer

sólo un poquinino

el sagrado vínculo

entre fogones y versos



Pero hoy la herida nos escribe

con su surco negro e infinito

desdibujando paisajes del ayer

aventurando infiernos del presente

duele su punzón sustituyendo al arado

duelen las cabezas sin campos ni tierra

se nos muere la existencia

porque la vida no nos enhebra

no nos surca

no nos está hiriendo



Primero inventamos el fuego

y aprendimos de nuevo a comer

en un planeta más ancho y más poblado

luego nos atontaron con la pulsión calorífica

de un planeta negro y de intestinos fósiles

y dijeron que su reino no tendría fin

pero el PIB anda hoy despistado

parece ser

es básicamente una forma

de quemar esta humanidad que empezó

a oler a humo

en recientes e industriosos siglos

de hacer arder los vínculos entre naturaleza

y esta especie por venir de humanos:

del fuego hemos pasado

a ser destellos inútiles de nosotros mismos



Nada probará este incendio

que se alza sobre el epitafio mismo

de sus devaluantes estadísticas:

crecen los árboles plantados por Navidad

y crece la hierba en la tundra recalentada

y pierden siempre los mamíferos

de porte más alto, las aves

de vuelos más largos

los suelos negros como úteros de luz



Nada probará este incendio

excepto lo minúsculo de este ser humano

que arderá antes que la hierba

que pisa y le da de comer tres veces al día

que será carne de carbón

mientras se cierra por falta de agua

la última mina y el último proyecto de fracking

que quedará mudo bajo el chirriar postrero

de la maquinaria de acero y pixeles

grito vacío de metal que yace despoblado

de sangre y de sueños a su alrededor



Mi flecha reverdece ahora que decretan

el final de los días

como si aspirase a ser el rayo de luz del último ocaso

con el deseo de hacer temblar esta noche negra

y temblar yo en tus ojos de castaño



Por ahora sólo emancipo

versos de papeles algo repetidos

carantoñas de cerezas

y piel aún alterable



Sería necesario un tsunami

de aguas fértiles e intestinales

para que durmieran su sueño irreparable

estas llamas tuyas y mías

y de falsos empresarios de barcos

para que despertáramos de nuevo

a la espiritualidad de la humedad

que une el adentro y el afuera





Libar árboles, libar tus ramas

y así volver a mi savia





Porque mi flecha verde

no precisa un arco

si no tu cuerda

el amor tenso y lírico

de los músculos ajenos




Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024