Hay un huracán en el centro del salón. Vomito sobre la mesa y saco mis demonios ante la mirada atenta del perro. Tengo veneno en las comisuras, anoche no debí decírtelo, pero la oscuridad nos vuelve mansos y una caricia tiene potencial revolucionario cuando sabes cómo tocar a otra persona. Están robándole años de vida a mi madre las pastillas que le dieron en la seguridad social. Destroy the system, they can detect your feminism. Si no estuviéramos tan enfermos de competencia, podríamos usar la literatura como un repositorio de voces diferentes donde la mujer ecuatoriana que cuida de tu abuelo tuviese derecho a un discurso público. Las mujeres que me rodean no tienen derecho a un discurso público y las que lo tienen están tomando antidepresivos porque el trabajo devora todo lo que fueron tiempo atrás. Llevo diazepam dentro del monedero, pero no te lo dije el mes en que nos conocimos por miedo a las consecuencias. Hay un huracán en el centro del salón: alguien me desviste y yo camino recto hasta perderme en el umbral del vómito que hay sobre la mesa. Estoy matriculada en un curso sobre la lucha de clases que cuesta ciento diez euros. Las mujeres de mi familia tienen que limpiar seis casas ajenas durante varias horas para ganar ciento diez euros. He aprendido menos con el curso que viéndolas hablar a ellas sobre conciencia de clase. Tengo veneno en las comisuras, anoche no debí decírtelo, pero la oscuridad nos vuelve mansas y una caricia tiene más potencial revolucionario cuando sabes cómo tocar a otra persona. Hay un huracán en el centro del salón. Hay un huracán en el centro del salón. Hay un huracán en el centro del salón. Hay un huracán en el centro del salón. Hay un huracán aquí dentro.
Ángela Martínez Fernández. Huracanes en la periferia. Ed. La Oveja Roja, 2024
Dibujo de Amable Arias
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