documentos de pensamiento radical

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lunes, 23 de diciembre de 2024

2 poemas de La tempesta del tempo / El vendaval del tiempo de Bernardo Santos

 


ESCENA CON MONÓLOGO EN LA JUDEA DEL AÑO I DONDE UNA MUJER DE LA QUE NO CONOCEMOS EL NOMBRE DA FE DE LO QUE ENCUENTRA EN SU CAMINO

 

Andan los campos estremecidos

con las caricias de los labradores

y el grupo del galileo pasa entre viña y viña,

por caminos blancos de polvo,

de mínima pendiente, de anchura justa.

 

He sido una testigo, casi a mi pesar,

de la fuerza de este grupo, de su novedad clara

y, así, impelida de curiosidad y con las venas hirviendo,

que es mucha la habladuría y mucha la agitación,

y aun siendo mujer, me introduje

en estos ropajes y modales de comerciante,

y, en verdad, puedo dar fe, proclamo, digo

que tiene luz esa palabra, algo que rompe

no solo las vestiduras de los fariseos,

sino el aire pesado de las sinagogas,

los fardos al hombro que no vemos,

las cuerdas en los tobillos,

la baba de la ley romana y la centuria,

los impuestos y el latín incomprensible.

 

Porque él habla de la explosión de los lirios,

de la cepa que convierte lluvia en vino,

de la saliva que cura las heridas,

del vacío uterino transformado en ser humano,

del árbol que sigue a una semilla humilde

y de la ínfima termita que en aire y tierra lo disuelve.

Habla de los milagros cotidianos,

de su belleza, su armonía, su fragilidad,

que asombran y sobrecogen

porque apuntan al centro y conectan

con algo que está fuera, algo más allá,

susurro, atisbo, pálpito

de una liberación posible, una promesa.

 

Y, finalmente, incansable,

habla del milagro del amor,

el único, el repetido, el inefable,

el que será descrito, pintado, esculpido,

algo que es radicalmente distinto

a lo que hoy llamamos dynamis, energía,

semeion, signo, erga, obras asombrosas,

y que él asocia a lo cotidiano, a lo pequeño,

por eso este chico nos confunde, nos aturde

porque no se baña en el mar de taumaturgia,

de los demonios, resurrecciones, tempestades,

que conocimos ya desde Honi y Hanina

hasta Apolonio, sino que dibuja

una sorprendente nueva cartelería,

ajena a la manifestación de poder

o al barnizado vanidoso, nunca

con el báculo seguro de las fuerzas mágicas

o con la muleta olímpica de otra autoridad,

sino desde el pedestal de su convencimiento

de la praxis que surge al sembrar el amor.

 

Y lo que más me turba es que no solo predica

sino que su grupo tiene el viento dentro,

y la risa y el peso de la piedra, que los lleva

a poner siempre primero a las personas,

incluso a las mujeres, incluso a los impuros,

también al extranjero y pulveriza lo asentado,

ningunea la ley, niega la separación

entre lo profano y lo sagrado y habla de Dios

como de un padre amoroso, preocupado

por todo lo que se pierde o se separa,

y todo esto, a mí, me deja un vacío en la entraña,

un aire por respirar, una estasis de sangre

que tendré que resolver pronto sobre el miedo

porque él llama a rebelarse, nunca por la fuerza,

de forma punitiva, arbitraria o porque sí,

que mueve la compasión siempre sus acciones,

sino a favor de la vida, especialmente,

y este es el gran escándalo,

para quienes la ley dicta castigo

por sus delitos o pecados

que son, habitualmente, indistinguibles,

pecadores delincuentes que, dice, simbolizan

la liberación necesaria de los pueblos,

en cuanto hay gente que confía

y se arriesga a la solidaridad y el amor,

gente que solo necesita conocer las balizas.

 

Mañana, a la caída de la tarde,

cuando empiecen a partir el pan,

me quitaré estas vestimentas,

me lavaré el pasado y seré yo misma,

pediré unirme a su camino,

sin temor a la Ley ni a la Lex,

porque no son Zelotes, no son Esenios,

sino que las mujeres del grupo

caminan al flanco, hablan en la asamblea,

reciben el pan y aún lo parten, sea cual sea

su historia de hombres, su historia de hijos,

aún las prostitutas, las viudas,

las repudiadas, las estériles,

que este chico aúpa siempre,

empuja, provoca, genera controversia,

abre puertas y derriba muros,

pone ejemplos campesinos, actualiza

un lugar devastado, un tiempo sucio,

por un tiempo nuevo más lento, más hondo,

que se construye desde la compasión,

con los débiles, pero sin víctimas y, por tanto,

sin verdugos, sin ricos,

sin fariseos, sin escribas, sin hipocresía,

que se está construyendo ya

y no quiero perdérmelo.

 

 

 

 

ESCENA NOCTURNA EN UN HOSPITAL EUROPEO DEL SIGLO XXI QUE INCLUYE EL MONÓLOGO DE UN USUARIO DE LA SANIDAD PÚBLICA

 

Ya se puso el sol detrás de los pisos baratos

que rodean el hospital con su ropa tendida,

porque los ricos huyen a barrios distantes del dolor,

donde hay espesura y ambulancias ausentes.

 

Habitan quirófanos las horas tardías

y desciende hacia la tierra, por escaleras y huecos,

el laborable magma de las enfermeras y médicas,

de las celadoras y técnicas, de las administrativas,

día y noche, miércoles o domingo.

 

No hay enciclopedia ni montaña que albergue la suma

de todos los dispositivos, medicamentos, maniobras,

que rodean a la persona entregada a sábanas y tubos,

el océano de datos, protocolos,

y toma interdisciplinar de decisiones,

que sostienen cada acto repetido.

 

Estoy cansado de esta agonía de mi madre

que yo hubiera querido más rápida aún,

pero que está siendo la justa, la posible,

gracias a la sedación paliativa, esa magia

que ha convertido la agitación de las tardes,

la lucha por expulsar las secreciones,

la respiración trabajosa y el rictus de dolor,

en una placidez que se parece mucho al amor

de quienes la hicieron posible,

quienes la han prescrito y quienes la han administrado,

quienes inventaron el midazolam,

quienes trataron el opio y la datura para pulir

el fino cristal de la morfina y la escopolamina,

quienes hicieron los ensayos clínicos,

quienes han fabricado, transportado, almacenado,

preparado las dosis, quienes recogerán los desechos

para eliminarlos de forma ecológica y segura

y quienes lucharon en las plazas y los parlamentos

para defender la muerte digna en la seguridad social.

 

Qué milagro que exista este hospital gratis ahora,

pagado durante tantos años, en cada nómina,

en cada factura, con el esfuerzo de generaciones,

para que mi madre tenga cama limpia y, en derredor,

personas formadas que saben hacer su trabajo,

un sistema que funciona solo para ella,

que antepone su bienestar y su deseo

al lucro de pocos o a la usura de muchos.

 

Un hospital como una casa abierta, como una plaza,

un hospital que sabes tuyo, de todos,

que te sobrevivirá, que es una historia de éxito,

que ha estado siempre ahí esperando este momento,

esta reducción de mi madre a sus huesos,

esta enjuta minimización del ser a sus constantes.

 

Qué pasará por la cabeza de los pacientes sedados,

qué nublados y qué sol paseará mi madre por su frente,

qué balances, sumarios, álbumes, recuentos hará

en este tránsito que probablemente tanto preparó

y le habrá cogido de improviso, como a todos.

 

 

 

SCENA NOTTURNA IN UN OSPEDALE EUROPEO DEL XXI SECOLO CHE COMPRENDE IL MONOLOGO DI UN UTENTE DELLA SANITÀ PUBBLICA

 

Il sole è già tramontato dietro gli appartamenti a buon mercato

che circondano l’ospedale con i panni stesi,

perché i ricchi fuggono in quartieri lontani dal dolore,

dove c’è il verde e sono assenti le ambulanze.

 

Le ore piccole abitano le sale operatorie

e scende verso la terra, per scale e incavi,

il magma laborioso di infermiere e dottoresse,

di tecniche, inservienti e amministrative,

giorno e notte, mercoledì o domenica.

 

Non esiste enciclopedia o montagna che tenga la somma

di tutti i dispositivi, i farmaci, le manovre,

che circondano la persona consegnata a lenzuola e tubi,

l’oceano di dati, protocolli,

e decisioni interdisciplinari,

alla base di ogni atto ripetuto.

 

Sono stanco dell’agonia di mia madre

che avrei voluto ancora più veloce,

ma che alla fine è quella giusta, quella possibile,

grazie alla sedazione palliativa, quella magia

che ha trasformato l’agitazione delle sere,

la lotta per espellere le secrezioni,

il respiro affannoso e lo spasmo del dolore,

in una placidità che somiglia molto all’amore

di chi l’ha resa possibile,

di chi l’ha prescritta e somministrata,

di chi ha inventato il midazolam,

di chi ha trattato l’oppio e la datura per lucidare

il fine cristallo della morfina e della scopolamina,

di chi ha condotto le sperimentazioni cliniche,

di chi ha fabbricato, trasportato, immagazzinato,

preparato le dosi, di chi raccoglierà i rifiuti

per smaltirli in modo ecologico e sicuro

e di chi ha combattuto nelle piazze e nei parlamenti

per difendere la morte dignitosa nel servizio sanitario pubblico.

 

Che miracolo che questo ospedale gratuito esista adesso,

pagato per tanti anni, in ogni busta paga,

in ogni fattura, con lo sforzo di generazioni,

affinché mia madre abbia un letto pulito e, intorno a lei,

persone preparate che sanno fare il loro lavoro,

un sistema che funziona solo per lei,

che mette al primo posto il suo benessere e il suo desiderio

e non il profitto di pochi o l’usura di molti.

 

Un ospedale come una casa aperta, come una piazza,

un ospedale che sai tuo, di tutti,

che ti sopravviverà, che è una storia di successo,

che è sempre stato lì ad aspettare questo momento,

questa riduzione di mia madre alle sue ossa,

questa magra minimizzazione dell’essere alle sue costanti.

 

Cosa passerà per la mente dei pazienti sedati,

quale nuvola e quale sole solcheranno la fronte di mia madre,

quali bilanci, riassunti, album, resoconti farà

in questo transito che probabilmente ha preparato a lungo

e l’avrà presa alla sprovvista, come a tutti.



Bernardo Santos. La tempesta del tempo /  El vendaval del tiempo. Ed. Ensemble. 2024

Dibujo de Amable Arias

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