Proceso de hibernación [Un mal sueño]
Se repite como un dogma una y
otra vez. Su superioridad moral paternalista. La madre patriarcal que no valida
la percepción del recién nacido. Luz de gas. No quiero volver a sentirme
violenta ni violentada.
Se repite como un dogma una y
otra vez. Ostentosa mentira que tragan con un poco de azúcar los corazones
frágiles. ¿Son ellos parte de mí?: quienes dicen que soy un peligro para sus
vidas, quienes se apartan mientras no les afecte a ellos.
Y yo sólo sé crear autopoiesis.
¿Podría el corazón resignarse a separarse del pulmón y seguir respirando?,
¿existe en la mate- ria la cualidad de no afines?, ¿realmente las células
boicotean a otras células creando enfermedades?, ¿existe la posibilidad de
soplar magia e inundar de amor todo lo equidistante? No puede este
desequilibrio vital ser la expresión de lo insalubre del cos- mos mientras mi
ser brilla limpio y sano. No puede este exterior de injusticia y podredumbre
ser reflejo de mi yo más escondido.
Las lágrimas de impotencia y
desesperación afloran cada luna llena. Se siente tan solo el corazón cuando las
articulaciones, comprimidas por las fascias, sólo cumplen los dictados del ce-
rebro, inmóviles, artríticas, asustadas. Se constriñen, se duelen, hacen daño.
Lengua voraz que escupe fuego.
Ruido mental e imaginal. Como un
androide, con mi cuer- po-máquina. Resuelvo. Doy comprensión y cariño. Doy
calma y luz. Soy calma y luz. Nadie me comprende.
Resuelvo. Todo está en su sitio.
Camino mientras la cápsula de cristal y arena se mueve a mi alrededor. Corteza
artificial con la que no me identifico. No puedo sacudirla con un simple
movimiento de cabeza. Está ahí. Está ahí y no se va. Yo quiero que se vaya. Yo
quiero despertar de este mal sueño y llenarme los ojos de ilusiones.
Mi cotidianidad desnuda quiere
ser piel y apartarse. La luz clama internamente. Se manifiesta en sueños,
mezclando di- mensiones espacio-temporales. Mi luz interior quiere expan- dirse
y manar cual magma volcánico. Vomitarles a la cara los silencios enquistados.
Yo quiero destruir. Dar fin a los
procesos que me eclipsan el alma. Desembarazarme de las ataduras. Quiero que se
vayan. Quiero que se vayan. Imagino que se van. ¿Se han ido?
El telediario impregna de veneno
las almas con las que con- vivo. Mis allegados sufren. No hay nadie que
acompañe. Estoy sola y tiemblo. Actúo, como un androide, con mi cuerpo-má-
quina. Resuelvo.
¿Qué sentido tiene intentar
construir debate y pensamiento, si me van a encerrar y a cancelar, si no podré
acceder ya siquiera a la imagen reclamo de sillas vacías?, ¿quiénes son ellos?,
¿dónde están?
¿Para qué intentar unir apoyos
comunes, si me tendré que apartar de la avidez de quienes confunden altruismo
con la so- breexplotación de mis recursos? La explotación de la Madre Tierra,
la diosa improfanable y creadora a la que escupen y tiran piedras.
Y si todo esto mañana ya no va a
existir, ¿para qué tanto es- fuerzo?
Mi sufrimiento surge de la
impotencia de la no acción. ¿Cómo equilibrar la luz y la lucha?, ¿cómo
mencionar la palabra lucha sin volverme invisible, mudos mis interlocutores? Si
lucha signi- fica intentar que nadie impida con sus manos de hierro el manar
fluido de la luz que me gesta, me crea y me recrea. Que nadie sofoque el latir
del fuego, necesario en la forja del demiurgo de la vida. ¿Cómo negar el
fuego?, ¿cómo volver la cara ante la luz?, ¿cómo silenciar a la música del alma
cuando la distorsio- nan las interferencias voraces de la mentira global?, ¿y
si no soy yo quién permanece en la caverna?
Mi realidad-instante es ya
ecuánime y asume con resiliencia los cambios mundanos. Pero quizá no me creo
aún que soy ca- paz de borrarlo, yo sola, sin ayuda, como si todo fuera un bo-
ceto.
Sigo sin sacar tiempo para
fotografiar cimientos de rascacie- los, antes de que los destruya mi poder
imaginal. Sigo sin tener afines para vivir la emoción al grito de “basta ya”,
para escupir la obediencia como un caramelo amargo en la cara de quien mantiene
la sonrisa impertérrita e inconsciente. Aquellos que se dejan tapar la boca y
profanar el cuerpo y el alma.
La energía que soy como individuo
quiere mezclarse con afines que prendan la mecha que arde. La comunidad que me
guía sólo apaga mis impulsos. Soy torrente vital retenido por un muro de hierro
y cemento. Quisiera tener visión de fuego y hacer arder todo lo sensible.
Borrar, barrerlo todo de una vez por todas. Dejadme en paz. Dejadme en paz de
una vez.
Dormir, luego, diez meses,
mientras la vida parte de su esencia única. Darme a luz, nacer y renacer. En el
espacio multidimen- sional del sueño que no llega.
Dormirme frente al mundo que me
escupe como veneno. Ese mundo que es veneno para mí. Encontrarme un nuevo mundo
al despertar. Y comprobar, aliviada, que todo fue un mal sueño.
XI
Me pasé los años
esperando a que crecieras
Para poder regalarte pensamientos
que nunca habías pensado
Ahora me paso los días
esperando a que los medios
y el gobierno
me den permiso
para poder tocarte
El problema es que mientras
se nos acaba la vida
Y tú no sabrás ni quién soy
cuando vuelvas a verme
Elena Pedrosa. En: Proceso de
Autoborrado. Ed. Fantasma, 2024
Fotografía
de la autora: Distancia social.
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