documentos de pensamiento radical

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lunes, 26 de agosto de 2024

VOCES. ÚNICO HUESO IMPOSIBLE DE QUEMAR de Rafael Falcón Lahera y Ágata Navalón (fragmento III)


 



voz una.

Hablar con alguien respetando los códigos aprendidos.

Hay tres personas, todos son dioses y a la vez son uno.

En una distancia, que no es media, existe una deidad casi desaparecida,

un pronombre personal tónico. Su plural es ustedes.

Ustedes aburridos.

Ustedes en la casa.

Ustedes con careta.

Ustedes hartos de comer.

Ustedes y los conocidos.

 

No hay mucha luz y huele a escuela Montessori,

es por los juegos de azar y las fichas con sus dibujos

e indicadores de coloración,

las hebras de lana se separan con las manos temblorosas.

Es un poco sentirse niño, es un poco sentirse hombre.

Los estudiantes en prácticas lloran con párpados, ,porque lloran por fuera. 

Les cae por la piel las lágrimas y se le emborrona la vista.

Aún así, ciegos, sonríen y lloran.

Lloran.

Es por las horas perdidas en la escuela,

quisieran haber encontrado este aula antes de los recreos en gallineros 

sin escaleras,

sin abuelos, recitadores de romances, echando maíz

sin geranios o portadas de madera gigantes por las que colocar a los indios,

sin vecinos de domingo con los que inventar vidas cortas

de tres horas o de cuatro, entre golosinas y zumo de naranja,

entre poemas de viejos nunca inventados, siempre creándose

en cada boca,

en cada boda,

en cada nueva bola rodante,

en cada cama,

en la noche sin pantallas

antes del sueño,

un romance comenzado con 

ustedes:

Ustedes,  que no lo saben.

Ustedes, que no se aburran.

Ustedes, que hartos de cena, escuchen.

Ustedes, conocidos y familiares.

Esta, ustedes, escuchen

esta, mi historia.

Una historia.



 

voz dos.

Caja de voces.

Interior.

Tres personas.

Uno dice azul. 

Otro tira un dado.

Otro observa una nube con forma de seta a través del ventanal y se imagina en el centro, al abrigo.

Aunque querría decir muerte

(uno).

A veces un ladrido de perro

(otro).

A veces ninguna respuesta

(otro).

Escríbelo, azul, necesito saber qué significa.

Tira el dado y dice 'mueve'.

Lloverá toda la semana.

 

Los pronombres tónicos 

y sus plurales 

se pliegan en el interior 

de la caja de voces: 

forman parte del código-aire.

La respiración solo es pensable

en el interior del código, 

como el correteo de los dados 

sobre la madera, 

como la nube, 

como el ladrido de perro. 

No hay afuera,

todo es código 

y la caja lo contiene. 

Contenedor potencial de todos, 

la caja también contiene a los que no están. 

 

Los dados siguen rodando sobre la madera, pero la suerte está echada.

Dios, lo sabemos, no juega a los dados. 

Bajo nuestros pies de náufragos se despereza el monstruo y el azul es ya un grito. 

Alguien, uno, dice azul.

 

Los nombres dicen solo en el interior del código.

 

Alguien, digo, debería gritar.

Quién dice 'alguien debería gritar'.

Decirlo es situarse en la frontera,

en un dentro-fuera de la caja 

que permita el desplazamiento. 

Un grito no es un nombre. 

 

Había un perro y alguien, 

otro,  olvidó su nombre. 

 

La caja apenas quedó arañada.



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

y nadie existe en soledad

séptimo diálogo

 

 

 

 

“De un día a otro esto fue una bomba que no nos esperábamos. Llevábamos 13 años trabajando y nos cambió la dinámica de trabajo y nuestra vida laboral. Entró “el bicho “ para ellos y para nosotras. La mayoría de la gente se contagió y la mayoría se tuvo que dar de baja. Yo me contagié, aunque seguí trabajando porque no lo supe, me encontré mal pero pensaba  que era agotamiento, no el Covid. Nos quedamos sin personal y la poca gente que estábamos, trabajábamos sin descanso. …Cada día, en el camino de mi casa aquí, venía pensando, ‘¡madre mía!¡a quién le tocará hoy!’... Soy fuerte pero en aquellos momentos creí que nos íbamos a morir todos. Mis hijas me decían, ‘¡déjalo!’, y yo les contestaba, ‘¡no puedo abandonarlos!’. Las habitaciones había que limpiarlas mucho más, de arriba a abajo. Entrábamos en las habitaciones, a todas, incluida a la zona de positivos, pasabas sabiendo que estaba contagiada la persona que dormía allí y recuerdo que me decían, ‘¡cógeme la mano, cógeme la mano!’, y no podía negárselo. Me decían, ‘¡acércate, dame un abrazo, tócame!’, y sabías que estaba contagiada y que darle la mano era una contradicción, era casi ir en contra de tu vida y la de los tuyos, mi hija y sus bebés en mi casa. Pero tenía que darles la mano, porque me decía, ‘podría ser mi madre o mi abuelo’, y lo hacía aún sabiendo que estaba tocando a la muerte.”

 

 

 

voz una

 

Echarse un rato sobre las palabras que se reconocen en femenino plural 

Ella es ellas y el dolor de rezar porque un artilugio saliera 

de las  mañanas de cinta magnética, sobre las que se grababa ,

la colonización alienante del lavado de las sábanas.

Era la extensión oxidante sobre la muerte,

un modo de batalla.

 

Los ojos fuertemente llorando entre las gafas protectoras y la armadura.

Y Dios mientras  arriba retorciéndose ante las plegarias 

como  amante  opaco  al que no mira la luz.

 









 

 

voz dos.

 

A este lugar que era un jardín de amigos

y ahora es una colmena en destrucción 

a este lugar que se habitaba 

desde el rito y la sonrisa 

desde el tacto y la palabra 

desde la mirada y la memoria 

a este lugar vino a instalarse 

el miedo para asfixiar a todos.

la imaginación quedó mutilada y

se fueron perdiendo los futuros recuerdos.

¿quién, que no fuera mujer, sería 

capaz, en este tiempo detenido, 

de ser un cuerpo que se mueve 

bajo el mandato de un nosotros?

es una danza de mujer este retorcerse 

en el infierno, este cuerpo siendo cuerpo, 

que no deja de hacer, hacer, hacer. 

no conoce el discurso que 

encierra su vientre, pero 

sabe que es ahí, en el más profundo centro

de donde emana este plural 

que abraza. allí donde la palabra no alcanza,

puede su pura animalidad, pueden sus tripas, 

puede este vientre de mujer que se abre en canal 

como gritando '¡acaba ya si quieres, acaba, acaba!' 

¿cómo no abandonar la danza, 

cómo resistir este dolor, este dolor, 

cómo silenciar esta voz que dice dentro 

'¡para, huye, vete, vive!', 

que dice 'tú, tú, tú', 

que dice 'esta mañana no va a estar y no estar', 

cómo no renunciar a este baile 

para salvarse si todos caen, 

si todos lo harán poco a poco, 

si todos caen sin saber lo que pasa? 

pero no se detiene este cuerpo de mujer, 

no interrumpe su rebelión este cuerpo 

que sabe ser cuerpo, para que este lugar 

pueda seguir habitándose desde el plural, 

desde la danza del nosotros. 

 

 

 ***

 

 

 

 

 

lo que puede un silencio

diálogo octavo 

 


 

 

 

“La primera ola nos afectó y fue traumático. Aún a día de hoy acusamos los efectos, una suerte de stress postraumático, en el que yo me incluyo, porque, por ejemplo, al no poder pasar los familiares a la residencia, el apoyo psicosocial que se prestaba en casos de duelo fue todo telefónico, con situaciones de un elevado grado de angustia, sobre todo cuando se produjeron las muertes. Las semanas finales de marzo y las primeras de abril, las vivimos con mucha angustia….Ningún beneficiario del centro de día se contagió, pero a la residencia sí entró el virus.  Nosotros, que trabajábamos aquí, pero volvíamos a casa, convivíamos con el miedo de llevarnos el virus a casa o de traerlo de fuera a dentro. Se convirtió en algo obsesivo-compulsivo. Y llegó la etapa en la que se nos morían y experimentamos esos duelos extraños, porque se iban a la zona del SED (habilitada durante el confinamiento para los positivos) y no los volvíamos a ver. ..Se sintió miedo ...Teníamos un residente que falleció, sin familia, que estaba tutelado por la Fundación Madre. Era una persona muy querida en el pueblo, por los residentes, por nosotros, y … fui yo la que fue a su entierro. Eso es muy triste. Y duele mucho… Yo me emociono. No sé si le conoceréis, Casimiro. En el pueblo era super conocido. Vino de la Vereda, vivió en la calle, sufrió maltrato… Y, justamente, ahora que tenía una vida digna ,que era cuando más feliz estaba, que era aún joven… fue duro, bastante duro…”

 

Casimiro es una de esas personas que han sabido poner en valor  la capacidad de acogida y tolerancia del pueblo de Argamasilla de Alba. Era un hombre que venía del sufrimiento, se reían de él , le tiraban piedras, incluso sufrió el abandono de su propia familia. Sin embargo, al llegar a Argamasilla, se encontró con un pueblo que sabía ser paciente, que supo  escucharle, que sabía mostrarle su afecto, muchas veces con el euro para tomarse un café o una bebida. Era Casimiro un niño grande que buscaba la aprobación. Nos preguntaba, ¿a que soy bueno?, buscando el cariño, el afecto, y se enfadaba profundamente cuando alguien se burlaba de él o le buscaba las cosquillas. Era un hombre también preocupado por su propia muerte. Me decía, ‘don Ángel, ¿a que el día que me muera  me va a enterrar?, ¿no me dejará ahí, verdad?’; yo le respondía, ‘Casimiro ¿cómo te vamos a dejar en la plaza?, por supuesto que te enterraremos como a todo el mundo y le pediremos a Dios que te tenga allí, en el cielo, junto a los ángeles. 

 

 

voz una

Hay un recuerdo impreciso vinculante a una localización no ubicada en el teléfono

del bolsillo,

molesto como una uña partida que no crece

en su sitio,

es un juego de bingo con hilos de telares de fábricas de art decó

en calles

no orientadas al sureste con árboles de hojas perennes

macho, platanera,

la hoja no caída acusó la ausencia del hombre que ya no dormía

en su cama,

se arrastró delatando que la respiración no manchaba el espejo

del tocador,

único objeto traído de la vereda que había en el fondo del cráter

lesionado,

Él, que sobrevivió al cajón de la abertura antes de la lava, mas no a

lo no nombrado,

porque no le tocaba, les tocaba.

Ese tacto no apuntado

tacto duro. Empujabas con los dedos y no cedía.

Clavabas las manos frente a la dureza y estaban los callos impávidos.

 

Decidieron saltar,

saltaba, saltaban por los tejados, creía, creían que es-ca-pa-ba-an, 

cuerpos en fuga entre el mármol gris y la luz en vertical hasta el suelo, luego quedaron allí sellados,

con la masilla,

impermeable a los llantos de un único asistente.

 

Ella

 

llorando

 

aún

 

llorando

 

ahora

 

llorando

 

mañana

 

llorando.

 

No fui yo a su entierro.

No pude ir a ningún entierro.

No pudimos ir a esos entierros sin duelo donde la muerte paría.

 





 

 

voz dos

 

Nana del niño grande

 

Si esto fuera una nana,

y todos pudiéramos cantarla,

y entonces lo hiciéramos… 

Si esto fuera una nana.

La nana de Casimiro. 

Y la cantáramos, 

y todos supiéramos cantarla.

¡Ay! Si esto fuera una nana.

 

El niño grande 

nos ofreció su risa 

y no supimos guardarla. 

El niño grande. 

Una y otra vez,

una y otra vez, 

y no supimos…

pero ella estaba allí, 

para cuidarla.

 

¡Ay! Si esto fuera una nana.

Y todos supiéramos cantarla. 

 

El niño grande desnudo 

y con heridas 

y no supimos curarlas. 

El niño grande 

una y otra vez, 

una y otra vez, 

y no supimos… 

pero ella estaba allí 

para aliviarlas. 

 

¡Ay! Si esto fuera una nana.

Y todos supiéramos cantarla.

 

El niño grande 

nos ofreció su vida 

y no supimos abrazarla. 

El niño grande 

una y otra vez, 

una y otra vez, 

y no supimos… 

pero ella estaba allí 

para contarla.

 

¡Ay! Si esto fuera una nana.

Y todos supiéramos cantarla.

 

Andaba por los tejados 

el niño grande 

y no entendimos su magia.

El niño grande 

una y otra vez,

una y otra vez,

y no entendimos…

pero ella estaba allí

para amarla.

 

La nana del niño grande

que no era de nadie

y a todos huérfano nos dejaba.




 

 

 

 

 

  

 

 

deseo de ser piel roja

diálogo noveno

 

 

 

 

 

 


 

 

 

«Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido por la tierra estremecida hasta arrojar las espuelas, porque no hacen faltas espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo.»

F. KAFKA


 

 

 

 

 

 

“claro el pueblo tiene que seguir funcionando, la gente tiene que tener agua, alumbrado, saneamiento, limpiezas…y teníamos un este añadido que era desinfectar el pueblo …yo era  de los que decía si tienen que pasar tiene que pasar y alguien tenía que estar y así nos quedamos el fontanero y yo…(..) miedo no, respeto ,me acuerdo que un día me llamo el de la funeraria porque me decían que no daban abasto a enterrar a la gente y me fui un día con ellos ayudarles…era una sensación de desesperación , no sé, era un poco raro … me sentía “priviliegao” porque yo podía moverme ( ..) yo también soy muy deportista, me gusta correr,

y claro lo que hacía por las mañanas, me venía aquí a trabajar  y me iba al campo de fútbol y me pegaba dos horas corriendo, y mientras no me llamaban…y me sentía “privilegiao por eso”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

voz una

 

A mí también me tocó un pueblo girando,  muerto  en torno a sí mismo,

y  ser   suelo y el silencio al correr, dibujando círculos.

Uno,

dos ,

tres , cinco.

Y no, no tener miedo.

 

Salvarse del tacto, no tocar y entonces regresar y correr,

correr otro círculo.

 

Removerse  el instinto del deseo contenido.

Un control, otro círculo.

Querer.

Desear tocar y  llorar bajo la lluvia de un cura llorando, esperando ,

y un enterrador llorando,

y una mujer llorando,

y un hombre sin maquillar muertos también llorando,

y a lo lejos quizás alguien amando dibujando surcos en paredes en la noche.

Correr otro círculo.

 

Andar entre estrechamientos pulmonares que  ahogan cualquier finalidad adaptativa

-Dime qué quieres que compre,

dime qué quieres  que diga,

dime mujer, qué quieres que te haga

que haga-

Solo soy

un hombre,

atomizando una vida, la tuya, la mía, esta,

dividiendo en partes muy pequeñas el miedo,

estoy extinguiendo el miedo,

lo tapo y ensucio los cristales con el líquido que supura.

 

-No cojas el paño para secar esa superficie

segregando muertos con etiquetas y lluvia,

escurriendo tristeza  sobre la madera,

construyendo acero.

 Y  un sacerdote sin expresarlo.

No se expresaba ¿entiendes? eso, el miedo.

Quiero verlo.

Mirarlo y rezar a algo,

a alguien.

Mirarte, entonces, y creer

a pesar,

tocar tu cuerpo de espalda inmenso frente.

En -fren-te -rostro.

De-lado-columna.

Tem-blan-do-el encaje y mis dedos.

Es-pe-ran-do-el fruncir de los noticiarios.

Ne-gan-do-lo que veíamos.

-No, no espero que me digas nada.

-No , no espero que me digas gracias.

-No, no espero que reconozcas que yo estaba, antes, ¿Lo entiendes? Antes, en silencio, sin fraccionar , estaba, hubo alguna palabra, las dijiste, sí estaba, sí, eso dijiste, una vez, una.

Estaba antes que ellos cortaran las calles y te parecieran hermosos.

Una  vez me dijiste que es cierto que yo estaba antes y corría en círculos y estaba.

Quedarse,

quedarse,

quedarse , esperar una palabra. la tuya, la de los otros.

No, no hubo

pero oler la piel aún.

Tu piel.

Aún.

Sí, desear ,

aún,

a pesar,

Ser,

aún,

un hombre.

 

 

 

 

 

voz dos

 

Viven todos el sueño de algunos en sus casas de muñecas

pero hay quien sabe atarse al mástil para no sucumbir a las sirenas.

No seré yo quien pronuncie la palabra muerte,

pudiera decir el cuerpo de este animal que corre,

odiseo enmascarado, si no fuera el cuerpo

de un animal voluntariamente despalabrado.

Estando como estamos atravesados por el otro,

uno esperaría su presencia en forma de palabra,

pero quién se atrevería entonces a decir

‘cura, sana, culito de rana’.

Un hombre corre y no lo hace como rezo o plegaria,

sino como brindis a la espera de nada:

mitad huida, mitad caza, corre y equilibra el drama.

A veces la nada crece alimentada de palabras

y los arqueros malgastaron todas sus flechas.

A veces los poetas pueden no ser suficiente

y hay que volar solo para salvar a la bandada.

Los animales siempre supieron antes de las

sombras que se acercan.

Un hombre corre para no olvidar que se puede nacer aquí y ahora,

para no olvidar que puede despegar los pies del suelo

y reír, resistir,

que conviene no perder del todo la memoria del mañana.

Una vuelta, luego otra, expone su cuerpo a la anomalía,

lo que tenga que suceder que suceda. la piel responde

tensándose a los cuerpos de luz, fotones impactando

en el cuerpo vivo de un animal que corre, es la luz

en la membrana, es la piel que limita, puente

entre lo vivo y lo inerte haciéndose movimiento.

Solo en la fronterizo la vida emerge vida.

Correr, correr, correr.

Ser aún un hombre.

 

 

****

 Voces. "Único hueso imposible de quemar" dentro de la Colección Literaria Ojo de Pez escrito por Rafael Falcón Lahera y Ágata Navalón y prologado por Antonio Méndez Rubio acaba de salir.


Voces es un libro con muchas voces dentro y que puede ser leído o escuchado a través de su QR o en iVoox.En Ivoox está completo entrevistas y poemas en su canal que tiene el mismo título que el libro."Voces.Único hueso imposible de quemar"
Se puede leer a través del diálogo de sus voces o puedes elegir a la voz una a la dos ...la voz una es Ágata Navalón, la voz dos es Rafael Falcón

Se escribió durante dos años tras decenas de entrevistas realizadas a los supervivientes de una pandemia.

La fotografía de la portada es del fotógrafo Jesús Gabaldón.

El libro solo se puede adquirir de momento en Agapea.

En iVoox se puede escuchar al completo exceptuando el prólogo.

 

 

 

 

 

 

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