De Canciones allende lo humano (Hiperión, 1998)
EL
DERROTADO DUERME EN EL CAMPO DE BATALLA
“...porque el fascismo es, en primer lugar, esa
incapacidad de entrever la poesía en la dura y buena prosa cotidiana, esa
búsqueda de una poesía falsa, enfática y excitada”.
Claudio Magris.
“La poesía es dinamita para todos los órdenes
establecidos de este mundo”.
Heinrich Böll.
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La poesía da nombre. El poeta persigue el empeño,
quimérico e irrenunciable a la vez, de atinar con el nombre verdadero de las
cosas. Nombrar es transformar la realidad: la realidad nombrada no es la misma
que el caos precedente a ese acto primordial. La poesía no es arma
voluntariosamente cargada de futuro, y en mi modesta opinión conviene
dedicarnos conscientemente al desarme, no a la acumulación de armamento. Pero
por otra parte no hay poema que deje el mundo intacto.
Una de las
peores cosas que pueden pasarle a uno es que una sola verdad le impida ver
todas las demás. Luis Buñuel se muestra todavía más severo: “Daría mi vida por
el hombre que busca la verdad y mataría al que cree haberla encontrado”.
Algunos poemas
se escriben para gustar; otro necesitan ser escritos. Son dos clases distintas
de poesía, legítimas las dos. Pero incomparables.
Cada poema
logrado es una intimación a quitarse las orejeras, salirse del carril,
desuncirse de la noria, pararse al borde de la autopista y respirar. Es una invitación a romper la férrea y ajena disciplina
cotidiana en cuya irracionalidad nos hemos extraviado. Nos dice: asómate a esta
ventana profunda; come este bocado de verdadera realidad.
Creo en una
poesía que acompañe al ser humano; y
esa es la poesía que yo necesito. Tal acompañar no excluye volver la vista
atrás, explorar senderos laterales ni adelantarse unos kilómetros en
anticipación de lo que vendrá: pero sí que me resultan ajenos los visionarios
vuelos estratosféricos donde desaparece toda consideración por la fragilidad de
la constitución terrenal de las criaturas.
Pégate a la
piel de los acontecimientos; mezcla tu aliento con la múltiple respiración de
los seres de este mundo. El riesgo de extraviarte en sus complejos laberintos,
de perder la perspectiva más fértil, es real. Pero menos importante que el
riesgo –infinitamente peor– de ahogar tus razones y tus emociones en una
estratosfera sutil, despoblada de seres verdaderos, donde la inexistente
resistencia alimentaría tus fantasías de poder y la imposibilidad de contraste
condicionaría la vanidad de tu especulación.
A veces un
instantáneo antípoda nos facilita la autodefinición. “Me sigue convenciendo
bastante aquella frase en la que se decía que, realmente, cuando se ha perdido
el poder, ya sólo nos queda la literatura, sólo nos queda la poesía como
consuelo. En ese sentido la literatura es, necesariamente, melancólica” (Jon
Juaristi). A una poesía consoladora y melancólica yo opongo otra desconsolada y
rabiosa. (Que no me pidan el certificado de vacunación.)
En el último
decenio del siglo XX, se diría que ver
y decir lo visto (sin apartar la mirada, sin calzarse anteojos, sin renunciar
voluntariamente a la sintaxis) es ya un acto de rebelión.
Entre la
resignación a la impotencia y las fantasías de omnipotencia, un difícil espacio
donde lo real dialoga con lo posible, mientras tú vas aprendiendo a orientarte.
***
CIUDADANO POETA (RESPUESTA AL CUESTIONARIO
DE
CÉSAR DE VICENTE HERNANDO) [fragmentos]
¿Qué opinas
sobre los problemas de una poesía popular?
Diré las cosas
algo brutalmente: hoy, en sociedades como la española actual, una poesía
popular es imposible porque no hay pueblo.
Ya no. No existe un vivir colectivo sostenido en una tradición continuamente
recreada, no existen subculturas campesinas u obreras nítidamente diferenciadas
de la cultura de la clase dominante. No existe un sujeto colectivo dotado de
una cultura popular propia. Estamos en otra fase.
Jorge Riechmann. Una poesía de los vínculos. Antología de textos sobre poética. Edición y selección de Alberto García-Teresa. Ed. Lastura, 2025
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