documentos de pensamiento radical

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jueves, 11 de septiembre de 2025

En mi sangre corren las distancias

 

                      


 

Dejé el agua del Lucus abrazando el agua del Atlántico,
un abrazo parecido a una fusión,
como un trance sufí.


Dejé el abecedario de los mitos
y la sangre que sigue corriendo
debajo de muchos puentes.

Dejé a Las Tres Bellas
sobre su colina preferida,
en su intimidad, 

borrando lágrimas de las manzanas doradas,

lejos de la autovía.

Las dejé y volé hacia allí,
recorrí la distancia por mar.
Tomé tierra:
trenes, autocares y metros
me hicieron el viaje agradable, 
mi pérdida 

después de que incansable 

me arrastrara por todos lados.

Me encontré en Triana,
saludando a mis abuelos, uno por uno.
Me indicaron el Guadalquivir y la Giralda.
Vi espadas oxidadas
y baúles de donde salen canciones
y danzas cubiertas de polvo,
y vasos de vino que no perdieron su color,
y chicas tímidas agotadas por la jodienda
y el baile con el estómago vacío.

En la plaza de Las Armas
estuve arrastrando mi maleta hacia la estación,
jadeante y temeroso de mis ancestros,
por si me alcanzaban y me tiraban al río.



Mohammed Abid. Mero rumor. Ed. Diwan al- Maghrib, 2025

Traducción de Mohamed Larbi Ghajjou revisada por Antonio Orihuela.

Ilustración de Matilde Granado Belvis.


miércoles, 10 de septiembre de 2025

CÁLIDOS,






Cálidos, abiertos, radiantes, suaves

 

a base de rozarnos el uno contra el otro

rebozados en la arena mejor

del tiempo minúsculo,

 

ya somos logro, sentido, unidad,

y aun así

 

buscándonos.


 


Antonio Orihuela. El fuego desde el otro lado. Ed. La tortuga búlgara, 2024

martes, 9 de septiembre de 2025

ENTRELAZADOS

 



Había que curvarse hasta dar con la torre de luz

en el pueblo fantasma,

entrelazarse hasta que la espuma estallara suave

entre el trazo íntimo de los cuerpos.

 

Había que alargarse desde el vértice elíptico

que une el deseo con la Vía Láctea,

entretejerse sobre el hambre de tu vestido,

enredarse en el baile de las hojas crujientes

y el juego de los árboles en cuesta.

 

Había que fundirse con el rumor desnudo de la corriente,

el contoneo musical del agua

y el poso del café encantado.

 

Había que enroscarse sobre tu luz

en la cavidad del vuelo al atardecer,

volver al hueco por el que regresamos

con lumbre en los ojos,

vibrando los dos en una cuerda

unísona y acorde.

 

Era todo lo que necesitábamos.

Habíamos sobrevivido a las palabras.


 


Antonio Orihuela. El fuego desde el otro lado. Ed. La tortuga búlgara, 2024

lunes, 8 de septiembre de 2025

3 poemas de FERNANDO BARBERO en VOCES DEL EXTREMO: POESÍA Y PARAÍSO

 


LA MUERTE TIENE PRISA

 

La muerte siempre nos deja con algo por hacer

Un beso, una frase, una mirada…

Todo a medias, sin llegar al final

Una montaña que ascender, un mar que cruzar

La muerte siempre nos deja con algo por hacer

 

 

LA LLUVIA Y LOS RECUERDOS

 

Hoy te he recordado

Sin motivos, sin saber porqué

Te he visto y he olido tu piel y tu cabello

 

Me había parado ante un anuncio

 en el que se exponía algo

que nadie necesita y todos compran

 

La imagen de la mujer que hacía de reclamo

 me llevó a ti

Llovía y yo no sentía la humedad

 

Los recuerdos

como una jauría de perros babeantes

se abalanzaron sobre mí

 

Yo he sacudido la cabeza

y las gotas de agua han precipitado

los pensamientos contra el suelo

 

 

NO LEÍMOS A HOMERO

 

Teníamos la esperanza

Jamás nos rendíamos y volvíamos

a las calles. Los hicimos temblar

 

Teníamos la esperanza

y la fe de que esta vez sí…

que esta vez lo lograríamos

 

La lucha era el pan cotidiano

Teníamos la belleza y la luz con nosotros

y la pertinaz solidaridad de los hermanos

 

Pero Homero lo advirtió: las sirenas cantan

Leyes, votos, dinero y sonrisas falsas

nos derrotaron y bajamos los puños

 

Compramos coches, casas y televisores de plasma

Abandonamos la idea de clase

y descartamos la palabra dignidad

No habíamos leído a Homero

 


Fernando Barbero. En: Voces del Extremo. Poesía y paraíso. Ed. ACSAL. 2025

domingo, 7 de septiembre de 2025

4 poemas de ALBERTO PÉREZ DOMÍNGUEZ en VOCES DEL EXTREMO: POESÍA Y PARAÍSO

 


Para entendernos

 

El decano

me llamó

erasmista,

los de UJCE,

trotskista,

los de CNT,

cegetista,

los de CGT,

cenetista,

o lo que es peor,

anarquista

filosófico,

total,

librepensante,

el enemigo,

para entendernos.

 

 

PLEGARIA

(GÓSPEL)

 

Yo a dios

le pediría,

si acaso,

alguna tentación

en la que caer

de vez en cuando.

 

 

 

El momento más triste del día

                                                                                   para Marta

 

Casi un

cataclismo,

o hecatombe,

ese

trágico

instante

en que te vistes.

 

 

Gente

 

en respuesta al poema

“Momentos que no tienen precio”,

de Karmelo C. Iribarren

 

Lo peor

es cuando llegas

a casa

-huyendo

de la gente-

y echas

el doble

o triple

cerrojo,

pero te miras

al espejo

y todavía

te sobra

 

gente.

 


Alberto Pérez Domínguez. En: Voces del Extremo. Poesía y paraíso. Ed. ACSAL. 2025

sábado, 6 de septiembre de 2025

RÉQUIEM Y EXALTACIÓN de MATÍAS ESCALERA CORDERO (frag. VIII)




CARTA DE DESPEDIDA Y RECUSACIÓN DEL MIEDO

 

En otro tiempo, oh, hermanos en la oscuridad, todo era diferente. Sobre nosotros reinaba la belleza, la belleza y la alegría. También estos corazones dominaban a los lejanos fantasmas del alma, y audaces y gozosos nuestros espíritus avanzaban y rompían todos los límites, mas cuando se detuvieron y miraron a su alrededor se dieron cuenta de que allí había un vacío interminable.

Hiperión o el eremita en Grecia. F. Hölderlin

 

 

 

Fecha: Primavera de 2020

Destinatario: La vieja clase obrera

Remitente: Mi corazón

Asuntos: Despedida / Recusación del miedo

 

 

Querida vieja clase obrera, hace algún tiempo que deseaba escribirte; ahora, al final de casi todo, me he decidido a hacerlo; y lo haré desde el corazón. Otros, mejores que yo, lo han hecho desde la razón.

 

Sé que te resultará extraño recibirla en un mundo en el que han desaparecido las cartas; en el que ya solo recibimos propaganda o notificaciones del banco, del ayuntamiento o multas de tráfico.

 

Más extrañas serán aún las palabras que contendrá, lo sé. Nos han vaciado las almas, nos han dejado secos los espíritus, y el saco de las emociones lo tenemos casi vacío. Lo han hecho poco a poco; unas veces, con violencia, otras, con el cansancio y el agotamiento físico y mental; otras, mientras tú andabas ausente, sin que apenas notásemos que se nos estaban llevando lo más precioso de nosotros mismos; sin darnos cuenta de que nos estaban robando la compasión, la piedad, la clemencia, la misericordia, la solidaridad, el mutuo auxilio, el amor de los nuestros y el amor de los otros.

 

Ya no sufrimos por la justicia, nos han hurtado también el sentido de lo justo, de la equidad y de la reparación; no somos capaces siquiera de imaginar la venganza, la justa venganza de los apaleados y vulnerados. Ya no nos mueve, como antaño, la ira, la justa y santa ira de los pobres, ni la furia, ni la rabia y el furor, esa rabia que han sentido por siglos los esclavos y que sentiste tú también.

 

Más allá de la tortura y de la disciplina impuesta –sus viejas herramientas–, han sido, por último, la burocracia y la sutil propaganda del señuelo de lo posible, del quizá un día, o tal vez yo, o y si me toca a mí, o yo soy bueno y cumplidor, por qué no a mí, las que nos han vencido… Han sido todas esas gotas de mentirosas ilusiones, que han caído impávidas, constantes, inmisericordes, sobre nuestras almas, las que las han partido en dos y las han disuelto.

 

Por eso, acaso ya no entiendas lo que va en esta carta, probablemente, ya no puedas hacerlo; y que sea inútil esperar respuesta de quien se ha acostumbrado a la servidumbre, agotada por la espera o acostumbrada al disimulo, o a la simulación de emociones postizas, o vicarias, en el mejor de los casos, delante de las pantallas.

 

Hemos desaparecido, o agonizamos en rincones apartados y olvidados del mundo. Los nuevos esclavos nos han adoptado; fíjate qué paradoja, nuestros hijos, a los que deberíamos haber dejado como herencia el orgullo de la clase, nos acogen entre la nueva servidumbre. Sí, de alguna manera, nosotros los hemos convertido, y nos hemos convertido –a uno y mismo tiempo con ellos– en esclavos, otra vez.

 

Cegados por el brillo verde del dinero y de la apariencia de vida, sin memoria de lo que fuimos, hemos dejado transformarse a nuestros hijos en parias: o en meras ilusiones de lo vivo. Y, en el reino de los parias y de la apariencia de vida, nos acogen, sin alegría, sin rencor, impasibles, inconmovibles, inanes e inánimes, vacíos de toda emoción real que no sea el deseo de sobrevivir a cualquier precio. Sobrevivir. Al menos, sobrevivir.

 

Como bestias, eso sí, no tenemos precio. Somos bestias de carga perspicaces, muchas veces, capaces también de calcular las herramientas de la muerte, de operar las máquinas del terror, las mismas con las que nos aterrorizan y someten. Somos bestias inteligentes –en ocasiones, con apariencia de arte e ingenio–, pero, como mucho, al servicio del entretenimiento de nuestros amos.

 

Sin embargo –lo sabes bien–, un día, por un breve tiempo, fuimos diferentes, seres muy distintos de los que ahora contemplas; tuvimos el alma llena, aunque los estómagos estuviesen vacíos, y los destinos de cada uno de nosotros los sosteníamos, todos juntos, en nuestras propias manos; entrábamos en la batalla con la decisión de los héroes; éramos seres libres y orgullosos, sin miedo; compasivos, piadosos y clementes con el igual, dispuestos a la lucha y al mutuo auxilio, solidarios. No nos avergonzaba la palabra trabajo, ni obrero: eran nuestros más estimados atributos.

 

La molicie y el miedo han sido nuestros enemigos mortales. La molicie y el miedo nos encadenan y nos vacían. El miedo nos hace peores de lo que somos. Miserables. Y ellos, nuestros amos, lo saben. Y con el miedo nos someten.

 

Nos dieron algo, en realidad, la ilusión de algo y, con esa nada, el temor de perder esos mendrugos caídos de sus manteles, ese pisito o ese chalecito pareado, ese cochecito o esas escapaditas de los findes, la matrícula, o las vacaciones, o la boda de los chicos, nos acobardan. Y la cobardía –lo sabes–, en seguida, deviene en pereza, en flojera y mortal desgana.

 

Si fuese perder la vida. Si fuese perder las vidas de los que amamos; pero no se trata de ello, es el miedo a perder la nada. Nada. Somos pequeños, pero el miedo nos hace aún más pequeños.

 

Y, aun así, es tan fácil desprenderse, recusar el miedo, que hasta seres pequeños y desdichados como nosotros lo podemos conseguir. Son tan asombrosamente poderosas la fuerza y la libertad que se alcanzan, una vez liberados de todo temor. Es tan sorprendente y admirable la belleza del mundo, la belleza del dolor, del riesgo, del placer, de la derrota y de la victoria. Es tan prodigiosa e intensa la vida colmada y libre. Tú lo sabes.

 

No olvides, vieja clase, que un día emprendimos juntos y decididos el camino de nuestra liberación, que fuimos titanes de la historia e hicimos temblar los cimientos del mundo. Que no tuvimos miedo. Y derrotamos al Mal. Es bueno recordarlo en este oscuro eslabón del tiempo. Casi al final de todo.

 

Salud, hermana

 

POSDATA:

Por cierto, a la denominada clase media habría que recordarle que la vida no es limpia, que la vida mancha.

 


Matías Escalera Cordero. Réquiem y Exaltación. Ed. Lastura, 2025

viernes, 5 de septiembre de 2025

RÉQUIEM Y EXALTACIÓN de MATÍAS ESCALERA CORDERO (frag. VII)



7

 

In this old house
We know there's more to this than there
The nation of the two
In this old house…

…/…

It's so good to be alone with you
It's so good to be open eyed
And they won't know us any more…

Madrugada

 

 

¿Y el amor?

 

¿Acaso no amamos? ¿Nos habéis dejado solo

la ilusión de una ilusión…? ¿El hueso vacío y seco

que se deja a un perro…?

 

¿Lo he olvidado yo también…? ¡No!... Ahora estamos solos: pero sé

que hemos amado bien…

 

Sé que hemos sentido la caricia y el consuelo de los amantes…

No esa engañosa ilusión: trágica e imposible de los pálidos fantasmas

de Beatriz Laura u Ofelia…

 

Sé que una vez gozamos de la vida libre y del libre ímpetu del libre amor…

Fue un breve instante: pero entramos al fin en la vieja casa

de puertas abiertas…

 

Fue solo un breve instante: pero alcanzamos el horizonte y divisamos

            allí

la nación de los buenos amantes…

 

Y vosotros:     con todo vuestro poder y noética dilección…                     

Y vosotros:     con toda vuestra vanagloria…

Y vosotros:     con todos vuestros caudales…

                                   … imperios…

… mansiones y palacios…

con todas las casi infinitas historias contadas…

con toda la humillación infligida…

con todo vuestro inmenso vacío…

 

Vosotros jamás entraréis en la vieja casa del amor…

 

Ni conoceréis la simplísima felicidad del silencio

y de los ojos abiertos…

 


Matías Escalera Cordero. Réquiem y Exaltación. Ed. Lastura, 2025