documentos de pensamiento radical

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domingo, 17 de agosto de 2025

sudor

 



sudor limpio sudor blanco sudor en la casa a salvo

jazmín lava las lágrimas        

tres cuatro /ante/

como la lavativa de la empatía planetaria el enjuague del barro en la curva ciega

antes barro que nombre antes barro que ceder a la mansedumbre impoluta

enredaderas de clorofila alegre trepan el muro florecen los indiferentes como ortiga y sierra

algún ladrido de perro cruza la mañana. los gatos ronronean en la pereza de la panza plena.

     sobre todo           algunas tiendas abiertas

     sobre todo          coches en llamaradas recorren

carreteras de asfalto reciente

sobre todo el sonido resplandeciente ropa con suavizante en las terrazas lanzan partículas de memoria reciente a los que caminan a oficinas colegios a los que se acercan a los museos sucesos de la ciudad calma

fragancias en las uñas de las niñas que cantan.

algunas mujeres caminan con esterillas a alcanzar la paz líquida en una hora

casi es una broma macabra ser feliz


en la línea curva de la fecha en que la grieta se ha hecho desfiladero.

 

 

 

 

Balbina Miño-Gómez. arina. Ediciones La Palma, 2025

sábado, 16 de agosto de 2025

2 poemas de H ARINA de BALBINA MIÑO-GÓMEZ

 


mujer sorda

oquedad (nombre femenino)

1.  1.

Espacio hueco en el interior de un cuerpo sólido.

«el bandolero se escondía en una oquedad del tronco del árbol»

2.  2.

Insustancialidad de lo que se dice o escribe. «la oquedad de un discurso»

y/ tú quién eres hoy niña muda/ quién soy yo/ ahora/ mujer sorda vacía/ oca y su graznido/ ocaso/ oquedad de acto. qué suceso menor nos ha venido a buscar a las dos como si fuéramos siamesas por el lado del revés de la epidermis

qué ruido hace matar a un cántico íntimo con la bondad rota en cualquiera que se resiste a ser un depredador nato.

qué piedra se guarda en el centro de nuestra cosecha.

tú, debajo de una cama, niña muda, yo, sin aliento en la superficie de lo abundante/ tú, con los temblores en las piernas. musitando maty, tato, babusya, brat.

y

yo / tibia

y yo/ seca

     un ruiseñor                         sin ramaje

un esternón sin espacio no sabría hacerme nido.

ya cabalga la ponzoña en la sangre/ colonizada hasta una y las otras lindes/ por los barrizales/ por los fuegos yermos por patria

deshilachada en un sofá gris marengo de origen nórdico/ lagrimeo

—no queda espacio para la lana—.

 

El mundo desde aquí parece a ratos un paraíso inmóvil / inquebrantable destinado al deshielo

un atragantamiento en las gargantas de los mansos en las cuerdas vocales de los fieros.

Dudo si el origen de ambos no será la misma arcilla si el azufre heredero se acerca peligrosamente a las fosas nasales

Algunas horas me lamo esta quietud del lomo como la bestia que soy    y cabeceo.


arena vieja

las dos palabras

 arena vieja

 duelen al ser tragadas a la inversa

          los cantos rodados en la garganta azul

vienen los hijos de la lengua hasta las tripas se desplazan las escamas sin lamentaciones a bocanadas un mar antiguo

a bocanadas los peces impasibles se desovan en tu vientre/ unos pies desnudos quedan a la espera de ser alguna clase de movimiento fértil para nuevas criaturas marinas

el verbo

—uno a uno—

 —el trazo caligráfico vacío como una falsa fosa/ aséptica

 donde los muertos poseen un falsario descanso—.

 descansemos nosotros de ese peso  in  tangible

 

Nos aletargamos en corto con la benevolencia de una cuerda larga.

 



Balbina Miño-Gómez. arina. Ediciones La Palma, 2025

viernes, 15 de agosto de 2025

niña muda

 



Tú eres la más frágil de todos, ahí está tu fuerza.

pIna BausCh

Cuando amanece, los envía a volar por el mundo y vuelven al atardecer. Por eso Odín lo sabe todo y es llamado «Rafnagud» (dios de los cuervos).

qué tE parece este sueño, el del río curvo, el de la noche honda, este silencio/ niña el de la madre ausente el de la pesadilla en la aurora

—la presencia de los cuervos es tan antigua como 

                                        la guerra—.

otra vez amaneciendo / niña otra vez         zozobra/ temblor/ derribo otra vez   cae la tarde           hambruna/ despojo/ residuo/ las cifras.

es una suerte de milagro esquivo esquivar el lametazo metálico/ el aleatorio suceso en las cuerdas flojas del mundo/ en la aleatoria flacidez geográfica

qué te parece este frío

          repentino    que cava con los dientes como como si fueran tuyos/

qué te hace sentir /

este hijastro frío   hecho casa/ la casa su sabor agrio

    este hielo huérfano                  iceberg creciente

lamiendo las brasas el vinagre

y a sus hijos obedientes en la nuca/ sin negarse a él.

qué eras tú / antes del frío

quién era yo/

sin la anestesia/ la adicción a la grasa de los animales árticos yo hecha silla/ mesa/ loza azul una presencia en un vagón ciego

qué somos/ sin un techo/ el mendrugo a tiempo/ la mendicidad poliédrica la que tan veloz nos alcanza y derriba/ qué somos cuando/

 un abrigo mal zurcido/ va sobre y en nuestro pecho

qué somos en el plato tullido/ con el vaso quebrado para un brindis/ hecha mesa/     hecha grasa y complacencia.

—un nivel alto de colesterol moral

                     no va a matarme el alma—.

en la casa que nacimos

          no anida el aliento ahora

qué frontera         sostiene aliviada en su borde a los cuerpos migrantes

a los seres humanos

          en las naves industriales en los esquejes inversos sin dios.

salmuera     paciente es la       del tiempo.

las guerras magistrales de los extraños sobre los extraños que no somos nosotros y lo contrario y lo contrario y los contrarios / cuándo

fueron inventados/ bajo qué horda fue el Mar Rojo partido por la mitad y sus secuencias se fueron reduciendo hasta un Babel/ injerto en la mezquindad/ un Babel sucio hasta las vísceras /más profundo aún/ tras la casquería que deja la crueldad a su paso.

qué nombres quedan al otro lado de la carpa de circo/ roja como la sangre/ como toda sangre/ con animales exhaustos bajo el yugo planetario de los

familiares barrotes/       casi fósiles/ casi niebla/ casi hueso.

La miseria sin misericordia de la adaptación al pliegue.



Balbina Miño-Gómez. H arina. Ediciones La Palma, 2025

jueves, 14 de agosto de 2025

El paraíso era esto

 



 

Para Manuel y Dolores,

es un decir.

 

 

 

ALIENTO

El paraíso es aquí, ahora,

si comenzáramos a celebrarlo

seríamos invencibles.

Antonio Orihuela

 

 

1

Bienvenidos y bienvenidas al Paraíso

Al Paraíso terrenal

Al Paraíso celestial

Al Paraíso interior

Al Paraíso exterior

A los Paraísos fiscales

A los Paraísos artificiales

A los Paraísos naturales

A los Paraísos torrefactos

A los Paraísos no binarios

Paraíso veo, Paraíso quiero.

 

2

 

¿En qué momento nos perdimos, Anteo,

en qué momento nos dejamos arrastrar hacia lo alto,

en qué encrucijada optamos por el camino de las sombras,

por una promesa de días que no terminan,

por hacer de la persecución de fantasmas

nuestro destino?

 

Todos se equivocaron, los grandes pensadores,

con sus dualismos antagónicos,

sus mundos de ideas espectrales,

con sus elucubraciones sin cuerpo

y su anhelo de fuga,

empecinado y absurdo,

de la Tierra.

 

Bajemos de nuevo al barro, Anteo,

dejemos otra vez que la Tierra nos envuelva,

que nos tizne y acaricie,

que reanime nuestra fuerza con su aliento.

Recuperemos el camino y volvamos

a nuestra casa, para vivir sosegadamente

junto al Árbol de la Vida,

al cobijo y al cuidado de su savia y de sus ramas,

arraigando nuestros deseos,

sin agotar la pródiga y humilde maravilla de sus frutos.

 

Es tarde, y no queda más remedio.

 

3

 

La poesía es el Paraíso

El Paraíso es la infancia

El Futuro es el Paraíso

El gallinero también es el Paraíso

La democracia es el Paraíso

El gordo de la lotería es el Paraíso

El cazón en adobo es el Paraíso

El metaverso es el Paraíso

El fentanilo es el Paraíso

El Paraíso es el rearme

El que no va al Paraíso es porque no quiere

Y si vas al Paraíso, pregunta por la Dolores

 

4

 

Llora, palo de lluvia,

llórame el llanto

del agua

que dejó de llover,

que se fue con el viento

que se fue con las nubes.

 

Llórame el llanto de los cantos

en los cauces sedientos,

en las fuentes de polvo,

el llanto cascado de las costas secas.

 

Llora, palo de lluvia,

llórame el llanto de la savia de piedra,

de los yermos sin pájaros,

del desierto sin tiempo.

 

Llora, palo de lluvia,

llórame,

llórame el llanto de mis ojos huecos.

 

5

 

El Paraíso y el Yo

El Paraíso y el principio de incertidumbre

El Paraíso en sí y para sí

El Paraíso y la perspectiva caballera

El Paraíso y las coquinas

¿Hay abuelos chuchos en el Paraíso?

¿Hay zombis en el Paraíso?

¿Tienen Paraíso los pangolines?

¿Va la clase obrera al Paraíso?

¿Quién ha plantado este mojón en el Paraíso?

¿Qué tiene el Paraíso que no tenga mi novio?

 

6

 

Y un día vio Dios que era bueno construir una presa hidroeléctrica en el río Gualcarque, y adjudicó concesiones a sus grandes empresas energéticas, y envío a sus querubines armados de armas de fuego para asesinar a Berta Cáceres que se oponía a sus designios.

Y otro día dijo Dios: “Allá en Indonesia se encuentra la tierra de los nómadas del bosque. Talemos los árboles que apenas producen beneficios y cultivemos la palma para producir biocombustibles que engrasen la maquinaria del progreso.” Y envió 2000 serafines de su ejército y otras fuerzas de seguridad y torturaron hasta la muerte a los pobladores de los bosques que se oponían a su determinación.

Y al otro día vio Dios que era bueno explotar una mina a cielo abierto en la reserva forestal de Botaderos, y otorgó concesiones a sus grandes empresas extractivistas, y envió a sus arcángeles armados de armas automáticas para asesinar al ambientalista Juan López, que se oponía a su voluntad.

Y dijo Dios otro día: “Torturemos la tierra y extraigamos todo su carbón. Ampliemos la mina de Tendele, desplacemos a la comunidad de Somkhele de sus tierras ancestrales.” Y envió a cuatro de sus ángeles, pertrechados de armas flamígeras y asesinaron sin piedad a Mama Fikile Ntshangase en su propia morada porque se oponía a sus designios. Y vio Dios que era bueno.

Y otro día vio Dios que de la tierra de Tecata manaba agua en abundancia, agua de transparencia que podía ser nicho de negocio. Y dijo Dios para sí: “Acaparemos los acuíferos que a nadie generan beneficio.” Y desvió las aguas y entregó los pozos a sus empresas de bebidas refrescantes. Y envió a sus querubines de la muerte que asesinaron a Óscar Eyrand Adams por defender los derechos del agua del pueblo kumiai y oponerse a sus propósitos.

Y vio Dios al otro día que era bueno talar los bosques de la Región de los Ríos para sacar rentabilidad de su madera y se presentó a Julia Chuñil y le dijo: «Ya’po, Julia, ya los tengo a todos comprados. Faltai tú no más». Y como Julia Chuñil se opusiera a su voluntad, envió a sus serafines secretos y la desaparecieron sin piedad junto a su perro Cholito.

Y cuando vio Dios que en el Paraíso ya solo quedaban en pie el Árbol de la Vida  y el Árbol del Bien y del Mal, con soberbia y determinación tomó una motosierra y los taló de raíz. Y bendijo Dios este día y lo santificó. Y se echó a descansar en el desierto.

 

7

 

Seguros el Paraíso

Rebajas el Paraíso

Sauna el Paraíso

Sala de torturas el Paraíso

Tanatorio el Paraíso

Camisas de fuerza el Paraíso

Cayucos el Paraíso

Pisos turísticos el Paraíso

Hostias en vinagre el Paraíso

Desahucios el Paraíso

Drones el Paraíso

Paraíso con dos puertas, difícil de guardar

 

8

 

Dice Rebecca Solnit que en las peores catástrofes

la gente parece despertar de un largo letargo,

que entre las ruinas y el dolor

brota una forma de ser natural,

habitualmente oculta y no satisfecha.

 

Donde antes había desconfianza

surge entonces el altruismo,

donde antes había individualismo

renace el deseo de colaborar, de sentir con los otros,

donde primaba el interés propio

se lucha ahora por el bienestar común,

allí donde había resignación

hay ahora valentía

y momentos extrañamente, luminosamente alegres.

Un Paraíso en el Infierno.

 

Necesitaremos, sin duda, un gran desastre

para dejar de equivocar nuestro camino,

que se subleven los océanos y las aguas nos lleguen hasta el cuello,

que los bosques ardan sin remedio

y el aire envenenado abrase nuestros pulmones,

que nos arrastren los huracanes,

que se abra la tierra y se trague nuestra barbarie.

 

¿Habrá entonces tiempo para reconocernos como humanos

y salvarnos?

¿Habrá tiempo entonces para construir un algo diferente

que no sea otra vez

otro infierno en el infierno?

 

9

 

Bien sabía lo que hacía

el que inventó el Paraíso:

para él la Tierra entera,                          

para nosotros los signos.

 

 

Si tiene muros y guardias

ni es Paraíso ni es nada,

es la cárcel donde el miedo

encierra a sus alimañas.

 

10

 

Yo eché los dientes en el Paraíso

La serpiente no sabía que estaba en el Paraíso…, ni el manzano tampoco

El Paraíso son los cuñados

El Paraíso es la IA

Amazon se lo lleva al Paraíso

El Paraíso y los siete enanitos

Paraíso o muerte

¿Por qué hay tanta niebla en el Paraíso?

Auschwitz es la puerta al Paraíso

Espérame en el Paraíso, vida mía

El Paraíso para quien lo trabaja

Oveja que bala, Paraíso que pierde

Y ojo

Si vas al Paraíso, llévate una rebequita, por si refresca

 


Amalia García Fuertes y Conrado Santamaría Bastida. Voces del Extremo, julio, 2025.

miércoles, 13 de agosto de 2025

6 poemas de EL PUPITRE ASIRIO de MARINA AOIZ MONREAL




El que truena,

el que da el rayo

y el que brilla


Sé quienes son y de dónde vienen.

Tan grandes,

entraron al centro comercial

por la primera puerta.

¡Polifemos!, gritó

una dependienta.

Se generó el pánico

mientras los tres desgraciados,

con un solo ojo por cíclope,

se aferraban

a las peores basuras de las rebajas.

 

¡Ah Brontes, Esteropes y Arges,

artistas hace años,

qué desamparados os veo!

 

Hijos de Tierra y Cielo,

otro tiempo fue aquel

de metales nobles

en el taller de Hefesto.

 

Cuando llegaron ellos,

vestidos de Adolfo Domínguez

y con un ladrillo en cada mano,

los cíclopes huyeron.

Vagan cubiertos de harapos.

Sé quiénes son

y qué caminos han hollado.



La casa del sabio es recogida

 

Claro que tú, Séneca,

contemplas el mundo

desde tu pedestal

de patricio romano.

De pura cepa.

Bebo con una pajilla

de tu brebaje

“versión estoica de la vida”

y por el intersticio

de la tercera ventana

veo un cielo grande

como el de una noche

de verano adolescente

tumbada sobre la tierra caldeada.

 

Ávida de un sueño embellecido,

mi casa tiene alas

y en el batir del alboroto

un crotorar ingenuo

o cadencioso ulular,

reparte por los senderos.

Mi casa de pájaros sin nido.

Mi casa de luceros abandonados.


 

Promesas

 

Cuídate de Agripina, hermana.

Con sus ojos de acero

taladra tus céntimos de inocencia.

 

Huye de su canto de sirena dermoestética.

Crispante, su santuario es humo de culebra.



¿Y la llave que va a todas las puertas?

 

Escribo égloga

y recorro una llanura

sin ningún horizonte.

 

Si arpa,

una vibración

que me deja rendida

mientras avanzo

por hectáreas de secano

convertidas

en auténticos pantanos.

Patatales inmensos.

Delirantes tomatales.

 

La luna me turba.

Mi voz de mendiga

en el fondo de los cántaros.

Garzas enfermas.

Llaves inglesas.

Tuberías gigantes

y depósitos sin fondo.

 

Escribo aspersor

elegía batalla perdida

ave esteparia crujido.



cogitabunda, aurífera, brazuda

 

Sí, claro, muy pensativa

para seguir muriendo tanto.

Con la locura del trazo perdido

en los laberintos griegos.

 

O con la Muerte sin fin

del poeta Gorostiza.

De rebajas.

Escondida

en las oscuras raíces del olvido.

En las tumbas de cometas,

con la pesadumbre de la carne,

fracturada.

 

Brazuda. Aurífera. Cogitabunda.

Ahogándome en una lágrima.



¿Y el corchete deísta que enarbolo?

 

Dónde dices

que estallan las prímulas.

No veo sino flores harapientas.

Eso sí, elegantes

y ortodoxos canallas

construyen sus madrigueras

en el estiércol.

 

Corchete:

Ministro inferior de justicia

encargado

de prender a los delincuentes.

Qué raro me suena todo.

Aunque pensándolo bien,

el corchete deísta que enarbolo

es táctil y escarlata,

así como higo, bóveda,

canario, pañuelo, amigo.

 

Si me salvo

os llevaré conmigo en el poema.

En barcaza de iroko

a navegar

por el mar de los suspiros.

¡Pobre cíclope mío;

Ulises, cariño!

¡Venid todos. Rápido!

Hércules, Séneca, Alejandro.

Dejad de morir a cada rato.

Por una noche,

se puede salir

de los libros sin abrigo.

Mañana será otro día

y para los resfriados,

mentas y tomillos.

Luego entraremos

en el bosque prohibido

y estará lleno de violetas

y ojos que nos miren el trasero.

 

Será una aventura desmedida

descubrir el sexo de la luna.

Sobre caballos blancos y negros.

(¡Parecen letras!).

Contra los claros del bosque

y los patricios.

Contra matronas y espadas.

Contra iglesias.

Espaldas erguidas;

tirando como locos

de las crines trenzadas,

al galope, al galope.

 

Hartos de elegías

y perfectas morfologías,

nos inclinamos hacia la bestia.

Pero ¡ojo!,

en el bosque

hay algo más que ciervos.

Son ellos. Van de cacería.

Mejor refugiarse

en un libro de bolsillo.

 



Marina Aoiz Monreal. El pupitre asirio. Centro de Estudios Bilbilitanos. 2011

martes, 12 de agosto de 2025

¿a qué el pupitre asirio?




A un día azul le sigue otro rojo

igual que lanas deshilachadas del arco iris

después de una buena borrasca.


Asisto a una escuela de nubes

y me siento

sobre un tronco de palmera.


¿Aprendo algo?

Que el sermón de la barbarie inagotable

sale de púlpitos y despachos.

Total, la merde de antaño

vestida de Ágata Ruiz de la Prada.



Marina Aoiz Monreal. El pupitre asirio. Centro de Estudios Bilbilitanos. 2011

lunes, 11 de agosto de 2025

Crece como un planeta

 




Calle la voz enredada en la rama

cuando la niebla aceche.

La oscuridad oculte el abrazo

entre la invisible doncella

y el príncipe de la nieve.

Ha de llegar la mar hasta tu orilla

y despertar la voz del ángel, de la encina

y la curruca. Calle la mañana solitaria

y ábrase la luz de par en par

al borde de la almohada.

Acontece umbral arriba el milagro

de la palabra, sin testigos. Ebria de mar

transita silenciosa entre la bruma.

Remienda redes y restaña heridas,

como mudo exvoto de fuego persistente.

Peregrina ya hacia el azul, semi dormida,

descalza, ardiendo en versos,

con las alas abiertas y la mirada agreste.

Crece como un planeta en el centro

de la playa y dice llamarse Ofelia.


Marina Aoiz Monreal

domingo, 10 de agosto de 2025

UN LIBRO DE PLOTINO EN EL REGAZO




Para Cristina Liso y Teresa Ramos,

compañeras de viaje.




Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura.*

Vi a Piolín en el tren de aterrizaje de un avión sin destino

con un puñado de hongos secos y un libro de Plotino en el regazo.

La muerte vi entre sus manos susurrando (apenas se escuchaba)

el murmullo de los cínaros durante la Nochebuena. Muerte azulada.

Cianótica compañera. Vamos al bosque como siamesas o como fantasmas.

Luego cayó al río con la perra de tres patas y se sacudieron ambos

el agua contaminada, temblando. Sin embargo, los ángeles del óxido

entonaron para ellos himnos apocalípticos cuando las torres de Sabana Grande

sucumbieron casi en silencio. Alfredo, Piolín, Bolaño, poetas de la hierba

y el graznido, recolectores de objetos inútiles carentes de extremidades,

hierofantes de un rito cosechero, príncipes del vacío. Los vi. Los veo.

Huérfanos de palabras ataviados de agujeros en jeans desgastados. Famélicos.

Con el hambre de varios siglos alrededor de la cintura y una plegaria

por nacer entre las piernas. Los mantras de paloma torturada

brillaban en sus espejitos de bolsillo mientras paso a paso recorrían el Yucatán.

Un porrito, hermano. Un pinchazo para paliar tanta, tanta, tanta hambre. Cien pesetas.

Y una caja repleta de hilos de colores: enredémoslos entre los árboles. Mis niños.

Aquellas mentes de pájaro aflautado, bellos alcatraces de plumaje transparente.

De la mar inquieta bebieron sales nutritivas y vistieron ropajes imposibles

para avistar los templos derruidos desde las alturas, descalzos. Así entramos,

ellos, nosotras, en ese orbe feroz de las palabras gastadas y probamos brebajes

fermentados capaces de llevarnos colgados de las alas de las hadas.

Decidme, amigas, quién salvará a los ciervos, a los cisnes o el frescor de la mañana...


*Allen Ginsberg

(Texto generado a propuesta de Azahara Palomeque en La Rábida, julio de 2024, publicado en la revista

literaria Touroum bouroum, Bayona, Francia, 2025).



Marina Aoiz Monreal

sábado, 9 de agosto de 2025

Fer versos és trist




Fer versos és trist

I esperar l’alè que els miri

i uns ulls que me’ls llegeixin.

Fer versos és trist

i explicar la mala llet

que me’ls dicta

no m’allibera pas.

És la meva soledat,

és la meva por

de només anar fent.

És el rostre del veí

que no em diu res.

És aquest crit curt, moribund.

És aquest vers

que no vol res

i no va enlloc.

És el teu nom

que és només un nom

i és la sang que s’escola

per un món

que no és el meu.

Fer versos és trist,

és renunciar al silenci honrat,

és abdicar de la última força

que em quedava, el silenci.


*


Escribir versos es triste

y esperar el aliento de una mirada

y unos ojos que la lean.

Escribir versos es triste

porque cuentan la mala uva

que me los dicta;

y no me aligeran

de mi soledad,

de mi miedo,

del ir tirando.

Es el rostro del vecino

que no me dice nada.

Este grito corto, moribundo.

Es este verso

que no quiere nada

y no conduce a nada.

Es tu nombre

y es la sangre que fluye

por un mundo

que no es el mio.

Escribir versos es triste,

es renunciar a un silencio honrado,

es abdicar de la última fuerza

que me quedaba, el silencio.


Pep Castell Casellas. Els versos viatgen pel seu compte / Los versos viajan a su antojo. Descontrol Ed. 2025

viernes, 8 de agosto de 2025

Els hem educat




Els hem educat

tant democràticament,

als nostres fills,

que ara son incapaços

de bogeria

de rebel·lió

de violència

de transgressió i risc

perquè ens vam creure vencedors!

i ....només descansaven.


*


Los hemos educado

tan democráticamente,

a nuestros hijos,

que ahora son incapaces

de locura

de rebelión

de violencia

de transgresión y riesgo

¡porque nos creímos vencedores!

y… tan solo descansaban.


Pep Castell Casellas. Els versos viatgen pel seu compte / Los versos viajan a su antojo. Descontrol Ed. 2025