HIMNO
DE LOS SUICIDAS
La
muerte no necesita
abrir ninguna puerta.
abrir ninguna puerta.
Llega
y basta.
LFC
I
en el umbral
de esta puerta
en el límite del miedo
llevo su rostro
llevo tu rostro
entre mis huesos
y mis sueños.
Tú
que siempre me has acompañado
por el mar de la muerte
intentando
seducirme
y
que abriese la puerta
como si fuese la única tarea
que merece la pena
el verdadero sentido del
combate
y sin embargo
me
entregas llaves inútiles.
Hermana
muerte,
yo, simplemente quiero,
pero
tengo miedo, mucho miedo
y esta llave que me has dado
abre puertas en el muro
pero también
mata
a la Muerte.
IV
he de negarte
tres veces en este umbral
para que de nuevo aparezcas
en la próxima esquina
a este cuerpo cansado
a estos ojos vacíos
tu mirada me engañará
tendrá
los mismos ojos
de mis amantes muertos
mirada
amarga e inmóvil
del horizonte tardío
que se consume a sí mismo
para dejar de existir
porque lo que muere eres tú
Muerte
dividiéndote
debilitándote
frente al dulce seno
adolescente
frente
al vientre azogado en el volcán
frente a la carne de soldados
libando raíces
frente
al terror incólume de las estaciones
repitiéndose
en este solar solitario
en esta llamarada de papel
en esta llamarada de papel
donde el poeta encierra su
eternidad
de mujer de hombre
pero
quién confía
en
la miseria
que convive con el miedo
a la ruina
con la orfandad
deslizándose
entre las piernas…
...soy
un dios pagano
un dios que nada crea
sólo
transforma vida
en carne
dios en el templo del
sacrificio
tumor de mi angustia
dios
de carne
que
aplasta cráneos y huesos
para fabricar harina
que alimenta a dioses muertos:
mas
en realidad soy menos Dios
que carnicero
un
“boucher”
emperador
que reflexiona el Ser
mientras el puñal
secciona la duda
del cordero que resiste
con la garganta
desnuda.
EL
HAMBRE
…pero también soy dios
preso de la economía
de dioses mayores
más poderosos
dioses que controlan el
hambre
y la enfermedad del mundo.
Cuando contemplo los huesos
desnudos
de los que viven en ruinas
no es compasión
lo que siento
sino ganas de comer
devorar más televisión
ir
al templo del comercio
para ofrecer sacrificios
inmolar mi cuerpo:
un sepulcro obeso
alimentando por mujeres
manchado de pecado
en las manos
en la cara
en el ojo.
Abro
la puerta
y aunque hoy ayune
mañana volveré al
trabajo
al terror de las vacas locas
al horror del chillido del
cerdo
a la culpa del negro del
suburbio americano
al pánico del niño en la
fábrica de zapatos Reebok.
Mañana usaré de nuevo el
cuchillo
la pistola eléctrica de
cerebros
la hegemónica violencia
para que mis hijos
tengan luz, pan
y
almohada.
V
...
y en el muro de la muerte
el
mayor castigo sería
saltar
volver
resucitar
como
Lázaro
furioso
porque
su cuerpo
está
de nuevo
en
el infierno
entre
asesinos
que
tienen que morir
confesar
perdonar
a
los que cuentan monedas en el templo
y
lanzan desaparecidos al mar de Videla
a
los que inyectan plutonio en las venas de indios enfermos
y
dictan ordenes suicidas en guerras de trincheras
a
los jefes del imperio que lanzan bombas inteligentes
y
dominan la técnica del eufemismo
y
sólo por obstinarme en seguir el camino
errado
el camino del campesino
que
devuelve a la tierra
estiércol
ídolos
de oro
dioses
de barro
huesos
de muertos
caídos
en el campo
eterno,
el de la lucha que no cesa
la
del subcomandante enmascarado
la
del pueblo árabe o africano
¿por
eso habríais
de
condenarme?
a
nadie se le prohíbe
enterrar
a sus muertos:
¡dejad
que los zombis
sepulten
a los suyos!
Santiago Aguaded Landero. Suicidas, homicidas y otras personas normales. II Premio de Poesía Autores Premiados. 2014
Fotografía de Juan Sánchez Amorós