Me han conmovido estos días las Asociaciones Pro-Vida.
Las niñas de colegio de monjas
vestidas de pastorcitas
con láminas de la Virgen y rosarios
arrodilladas, rezando para que los hombres
decidan una vez más, justamente,
sobre las mujeres.
Al final de sus oraciones
se produjo el milagro
y si Dios quiere
y vuelve a ganar el PP las próximas elecciones
nunca más volveré a ver sus caras de rabia y furia
luchando por la vida...
habrán cumnplido su misión histórica
y hasta las que aprovechen el día libre
para pasarlo follando con algún amigo,
podrán decir, a la vuelta de Londres,
que aquel día
también estuvieron allí...
Nunca volveré a ver sus caras, os digo.
Lástima que su concepto de vida
empiece y termine antes, incluso
que la misma vida;
que olviden
a las mujeres que mueren, anualmente, en España,
víctimas de malos tratos,
o el medio millón de personas sin hogar
a las que tanto les gustaría
que estas mismas niñas,
con su rabia,
con su furia,
con sus vírgenes, sus santos y rosarios,
le recordaran al gobierno
que también ellos
tienen derecho
a la vida.
Antonio Orihuela. Esperar sentado. Ed. Ruleta rusa, 2017