documentos de pensamiento radical

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lunes, 31 de octubre de 2016

PECES FUERA DEL AGUA de JORGE RIECHMANN (VIII)



higiene léxica

Sin higiene léxica no podemos tener ni claridad de pensamiento ni decencia moral. “Los mercados” es un eufemismo: hay que hablar del capital financiero extraterritorial, que se amasa no con actividades productivas sino mera apropiación y prospera con la complicidad del poder político.

“Vivimos en democracia”

Vivimos en plutocracias neoliberales (que no carecen sin embargo de algunos rasgos democráticos). Tal definición no debería ser objeto de controversia: basta una somera inspección de los sistemas político y económico para corroborarlo. Por ejemplo: en España, el IRPF –el impuesto clave en una sociedad democrática— es un asunto de los asalariados: aportamos el 90% de la recaudación (el doble de lo que correspondería según las cifras de la Contabilidad Nacional).


inversión de valores

Gente que considera que la ropa tendida afea una fachada, y que en cambio la propaganda comercial la mejora.

dos intentos desesperantes

El intento desesperante de ser adulto en un mundo de adolescentes: adolescentes de 15 años, de 30, de 50, de 70…

Y el intento desesperante de salir fuera de los interminables forcejeos por la jerarquía dentro de la banda de chimpancés.


descomposición

El fascismo echa raíces en la descomposición político-moral: en la de las clases dominantes, por arriba, y en la de las clases populares, por abajo. Y hoy el nivel de descomposición político-moral supera casi todo lo que conocíamos... Somos “materia corrupta”, por emplear la vigorosa expresión de Maquiavelo en los Discorsi.[2]

sugerencia al ministro Wert

Con franqueza, señor ministro, tres años de formación universitaria parecen demasiado, un desperdicio... Yo no lo llevaría más allá de año y medio. Y en la solemne ceremonia de graduación (con toda la desenfadada pompa y los agudos discursos que copiamos de los campus yanquis), nuestros jóvenes egresados/as serían dotados con un tatuaje en la mejilla derecha donde se leería: "soy empleable y sumiso" (o sumisa). La otra mejilla quedaría libre para recibir las bofetadas.[1]


[1] En el Consejo de Ministros del gobierno del PP celebrado el 30 de enero de 2015, el señor Wert hizo aprobar su reforma universitaria que introducía las carreras de tres años. Véase http://politica.elpais.com/politica/2015/01/30/actualidad/1422652275_157736.html
                Redacté el siguiente comunicado, que fue aprobado por unanimidad en el Consejo de Departamento de Filosofía de la UAM, en Madrid/ Cantoblanco, el 2 de febrero de 2015:
El nuevo “decreto Wert” aprobado por el Consejo de Ministros del Reino de España, el pasado viernes 30 de enero de 2015, flexibiliza buena parte de las carreras universitarias y –de ponerse en práctica- previsiblemente desordenará y degradará la universidad pública en nuestro país.
Como en otras iniciativas de este Ministerio, no ha tenido lugar negociación alguna con la comunidad universitaria. En los meses pasados, el proyecto recibió diversas opiniones contrarias desde el seno de la comunidad universitaria; también se pronunciaron en contra la Conferencia de Rectores (CRUE) y el propio Consejo de Estado.
El decreto “3+2” ahora aprobado por el Gobierno introduce grados de 3 años y másteres de 2. De esta forma, parece que da por fracasado el actual 4+1del “Plan Bolonia” (¡cuando aún no ha terminado ni de implantarse en todas las universidades!), sin ninguna evaluación de cómo ha funcionado. Se devalúan así los grados (pasando de cuatro a tres años), que serían más elementales y generalistas (como las antiguas diplomaturas). Ello no permitiría alcanzar la cualificación necesaria en muchas carreras para poder ejercer, obligándose a los y las estudiantes a realizar el máster sí o sí (actualmente solo el 7% de los estudiantes realiza un máster).
La cuestión de fondo es que se pretende seguir privatizando por esta vía la universidad pública, elevando aún más las tasas de lo que ya se hicieron con el máster de un año. En la medida en que se doblan los años de máster, el precio se duplicará, alcanzándose cifras entre 5.400 y 14.000 euros.
Hay que recordar el recorrido de estos últimos cursos: los recortes que ha sufrido la universidad pública son tremendos. En sólo cinco años, entre 2010 y 2014, 1.524 millones de euros menos de presupuesto (hasta quedar en 8.595 millones este último años); el gasto medio por alumno ha bajado un 25,2%; las tasas han subido hasta tres y cuatro veces más de lo que costaban en 2007, según el Observatorio del Sistema Universitario. Han sido expulsados unos 45.000 estudiantes de la universidad por el aumento de tasas y la reducción de becas (la cuantía de las becas universitarias ha caído 466 euros en promedio desde 2010, una merma del 18%). En su conjunto, el presupuesto público de la educación en España ha caído desde algo más de 59.000 millones en 2009 hasta 46.606 millones en 2012 (último año con cifras oficiales disponibles), agravándose notablemente  la infrafinanciación de la enseñanza pública.
Al rebajarse en un año el grado, lo previsible son cuantiosos despidos de profesores y profesoras.
Este nuevo “decreto Wert” introducirá si se aplica una gran confusión: no permite homogeneizar las carreras en todo el Estado, pudiendo darse la circunstancia de que un mismo título tenga duraciones diferentes según la universidad. Se iría hacia 17 sistemas universitarios distintos, según las decisiones que se adopten en cada CCAA.
Todo indica que el decreto –si se aplica- supondrá un grave retroceso en el acceso democrático a la universidad, por los costes inasumibles para la inmensa mayoría de las familias, y que tendrá como consecuencia la eliminación de carreras, la devaluación del título de grado y el despido de profesorado universitario. A tenor del todo lo anterior, el Departamento de Filosofía de la UAM declara su rechazo al “decreto 3 + 2”, pide su retirada, solicita al Rectorado de la UAM y a la CRUE que se pronuncie también en tal sentido y reclama que se abra un amplio debate con todos los afectados/as.

una quinta parte, incluso una décima parte…

Bastaría con que las clases populares de este país pusieran en la política democrática una quinta parte del conocimiento experto y la energía emocional que consagran al fútbol, quizá incluso una décima parte: bastaría con eso para que el empeño revolucionario por construir una sociedad justa y sustentable llegase a buen puerto... ¿De veras hay que remitir tan modesta aspiración al País de Nunca Jamás?


ya tenemos secretario general

Ya tenemos –desde el 15 de noviembre de 2014— a Pablo Iglesias como secretario general… ¿Qué cabe esperar? En su discurso inicial en el madrileño Teatro Nuevo Apolo, calificó a Podemos como “escoba para barrer la sociedad”. Éste es el trabajo de Hércules en los establos de Augias: limpiar la asfixiante acumulación de mierda intramuros de la ciudad.

Pero si miramos por encima de esas murallas, ¿cabe esperar que de verdad cambie nuestro metabolismo ecológico-social en los reducidísimos plazos de que quizá aún dispongamos para evitar la catástrofe? Hagamos frente a los hechos –entre los cuales no es el menor la clase de subjetividades que han configurado más de tres decenios de hegemonía neoliberal--: nada indica que se den las condiciones para la revolución que sería necesaria (una revolución a la vez económica, sociopolítica y cultural).

El nivel de propuesta política que está ofreciendo Podemos a la sociedad española es la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que se exalta como “la más formidable y valiosa creación social del siglo XX”.[3] Que la propuesta de cambio en 2015 sea ésta nos da la medida de la fenomenal regresión política que ha sufrido el mundo durante las últimas décadas… No estamos planteando la construcción del ecosocialismo del siglo XXI, que es lo que tocaría, sino ¡que se cumplan los derechos humanos básicos!

Chapeau ante los treintañeros que quizá van a lograr echar al PPSOE del poder… El problema es que uno aspiraba a un poquitín más: evitar la autodestrucción de la humanidad.[4]



lo que haría falta

Cuando lo que haría falta –si queremos tener un futuro en el planeta Tierra— es una contracción de emergencia para yugular las emisiones de gases de efecto invernadero, Pablo Iglesias, que piensa ser el próximo presidente del gobierno, pide en el telediario políticas expansivas…[5] Ay.

No estamos en 1960 –las políticas expansivas keynesianas requieren condiciones que ya no se dan (grandes cantidades de energía muy barata y control estatal sobre los mercados internos).

No estamos en 1990 –las transiciones suaves y graduales a la sostenibilidad ya no están a nuestro alcance. Las posibilidades de control colectivo racional de las trayectorias socioeconómicas chocan contra obstáculos casi insuperables (el menor de los cuales no es el poder estructural del capital en las sociedades capitalistas).[6]

Estamos en 2015, y las cosas se han puesto mucho, muchísimo más difíciles. “Todo el conjunto de la derecha estadounidense actual parece haber dado de lado la idea de que existe una realidad objetiva ahí fuera”, escribe Paul Krugman: “simplemente hacen caso omiso de la realidad”.[7] Ah, si sólo fuese la derecha estadounidense… En realidad se trata del 99% en todas partes. La brecha entre expectativas y realidades, entre análisis y “el mundo ahí fuera”, es gigantesca.[8]

nosotros contra nosotros

Ojalá fuese algo tan fácil como “nosotros frente a ellos”… Podríamos recurrir a los viejos, buenos y probados mecanismos de la xenofobia. El problema terrible aparece cuando se trata de asumir, de verdad, que somos nosotros contra nosotros…

La única posibilidad de cambiar de verdad es reconocer el mal dentro de uno mismo, en el propio corazón –en vez de seguir la senda fácil de señalar hacia fuera, que culmina en el asesinato del chivo expiatorio y la movilización general para hacer la guerra al vecino.


[5] El 16 de noviembre de 2014. También, por ejemplo, en febrero de 2015: “Tenemos que recuperar el espacio de la socialdemocracia. (…) Hay que hacer políticas que incentiven la demanda” (citado en V. Jiménez y S. Pozzi, “Pablo Iglesias busca en Nueva York ideas para su programa contra la austeridad”, El País, 17 de febrero de 2015).
[6] Decía Jean-Baptiste Fressoz que el concepto de transición es un peligroso espejismo, sin referente histórico” (“Pour une histoire désorientée de l’énergie”, Entropia. Revue d’étude théorique et politique de la décroissance 15, otoño de 2013). Pensemos en las llamadas transiciones energéticas: en realidad no hubo tal, sino acumulación de unos aprovechamientos energéticos nuevos por encima de los antiguos (nunca en la historia humana se quemó tanto carbón como en 2013, en 2015)…
[7] Paul Krugman, “Calentando motores para 2016”, El País, 22 de febrero de 2015.
[8] Un aspecto particular de esta situación es la brecha que se da entre el “deseo de socialdemocracia” que manifiesta la mayoría social de nuestro país, deseo al que comprensiblemente una fuerza como Podemos trata de responder, y las condiciones reales en que se desarrollará nuestra vida sociopolítica futura: no habrá en ella demasiado espacio para la socialdemocracia, me temo. Eso plantea un problema político de primer orden. Mientras que la gente espera sobre todo recuperar derechos, volver a lo que se vivió como una época dorada de prosperidad, y labrarse un buen futuro, vamos hacia el colapso de las sociedades industriales…
                El periodista y ensayista Esteban Hernández Jiménez ha reflexionado sobre el fin de la clase media en su libro homónimo (Clave Intelectual, 2014). En una entrevista declaraba: “La clase media contenía un par de promesas, la de que cumpliendo nuestra parte (estudiando, trabajando duro, cumpliendo las normas) nos iría bien, y la de que vivíamos en un mundo que progresaba, y por lo tanto las nuevas generaciones tendrían más oportunidades que las que tuvimos nosotros. En cierta forma, seguimos aferrados a esas promesas, aun cuando ya somos conscientes de que nuestro mundo no tiene nada que ver con eso”, cuenta. Y para él la cultura es una de las mayores víctimas de este tiempo nuevo: “La clase media de la que veníamos del siglo XX tenía en la cultura un elemento presente, pero hoy en día ha desaparecido. Antes era un elemento de ascensión social para las élites pero ahora estas ya no confían en la cultura”.
Para Hernández, la cultura tenía que ver “con las ideas, las propuestas, los proyectos vitales y el enriquecimiento intelectual”, pero hoy va siendo desplazada por los nuevos intelectuales. “Estos son los economistas, financieros, cerebros de Silicon Valley... Todos ellos han colocado a la cultura en un plano inferior. Ellos ya marcan la pauta de la cultura con sus ideas”, asegura. “Los economistas son ahora los referentes intelectuales, y además tienen los recursos para intentar realizar sus ideas”, sentencia. En este sentido, en Nosotros o el caos. Así es la derecha que viene (Deusto/ Planeta, 2015) analiza la transformación de las empresas y el entorno político, que se reactualizan en unos tiempos inestables configurando un nuevo conservadurismo. “Si uno examina lo que están haciendo en Sillicon Valley o la aceleración de los procesos vitales a través del entorno financiero, se encuentra mucho más con Johnny Rotten que con Mariano Rajoy. Gente con una carga de utopía y cinismo grandes, y poco racionales. Es una nueva derecha de creencias ciegas y de querer quemar etapas con una actitud punk” (Fernando Navarro, “Los economistas son ahora los referentes intelectuales” -entrevista a Esteban Hernández-, El País, 19 de diciembre de 2015; http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/17/actualidad/1450354645_528585.html ).
Es el propio sistema, sugiere Hernández, el que está generando caos –y no sus adversarios. "Se está dejando a mucha gente atrás, en una carrera que tendrá consecuencias graves, dicen que o se hace tal cosa o caeremos en la ruina más absoluta, pero es que ya vamos hacia un modelo que destruye continuamente. (…) Corre un chascarrillo en la empresa según el cual la principal petición de los equipos a los directivos es que sean capaces de mantener una decisión durante más de dos minutos", refleja Hernández en Nosotros o el caos. “Esta derecha ha tomado para sí buena parte de las lecciones de la izquierda post-68, y alaba la intuición, la creatividad, la diversidad y la ausencia de normas, aunque las circunscriba al ámbito económico” (Manel Manchón, “El modelo de Silicon Valley, ¿la dictadura de los tecnócratas?” -entrevista a Esteban Hernández-, Economía Digital/ Galicia, 8 de noviembre de 2015; http://www.economiadigital.es/gles/notices/2015/11/el-modelo-de-silicon-valley-la-dictadura-de-los-tecnocratas-69948.php ).



[3] “Llamamiento al Foro por el Cambio” del 11 de julio de 2015 en Madrid.
[4] “Venimos de una enorme derrota”, insiste Juan Carlos Monedero. En efecto, es así: basta con releer las Conversaciones con Lukács de 1967 y los Escritos corsarios de Pasolini, sólo un poco posteriores. Desde 1968 –el fin de las esperanzas de renovación interna de la URSS con el aplastamiento de la “Primavera de Praga”- sabemos de la profundidad de esa derrota. ¿Cuántas veces desde entonces no nos hemos dispuesto a “empezar de nuevo”? Pero ahora hay una gran diferencia: los plazos se nos acaban, la crisis ecológico-social se nos viene encima, “el reló está parao”.

[2] Impresiona en este sentido, dentro de la centrifugadora de mierda en que se convirtió la vida pública española en los decenios últimos, la noticia de cómo el histórico dirigente minero José Ángel Fernández Villa (secretario general del Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias –SOMA/ UGT--durante 34 años) amasó un enorme patrimonio de origen desconocido y ocultó a Hacienda 1,4 millones de euros (lo que se supo tras acogerse a la amnistía fiscal de 2012 y trascendió en la prensa en octubre de 2014). Esto supone algo así como el máximo grado de degradación de la ética-con-política en las sociedades industriales; no tanto por la cuantía de lo defraudado –hubo en estos años últimos muchas infracciones mayores— como porque los mineros del carbón, en Inglaterra primero y luego en otros lugares, son el origen de los movimientos obreros modernos –con todo el impulso democratizador que les debemos. La democracia euro-norteamericana tiene tanto que ver con ellos como con los burgueses franceses de 1789 (y los sans-culottes parisinos, claro está) y con las mujeres que desarrollaron el feminismo a partir del siglo XVIII. Y al final de ese recorrido secular, ¡los 1’4 millones de euros de Fernández Villa! –cuyos únicos ingresos conocidos corresponden a su actividad como sindicalista, sus cargos como diputado regional y senador del PSOE por Asturias, y su pertenencia al Consejo de Administración de la empresa pública Hulleras del Norte (Hunosa).


Jorge Riechmann. Peces fuera del agua. Ed. Baile del sol, 2016
Fotografía de Cristina García Rodero

Dos poemas de Julián Portillo















CALL CENTER

Sentados en largas filas
de mesas contiguas
separados por cristales

como adosados
en pequeñas cabinas
a un ordenador
con micrófono
y auriculares

te obligan
durante ocho horas
a vender mierdas
que la gente no necesita
y que en muchos casos
ni siquiera
puede pagar

pero eso da lo mismo
aquí
de nada valen
tus buenos sentimientos
ni tus títulos

esto no es una ONG
ni la puta universidad

hay que pagar el piso
y meter
alguna cosa
comestible
en la nevera

si pescas a un jubilado
tanto mejor
son una víctima
propiciatoria
para estos fines

ya sabes
tienes que alcanzar
los objetivos
no sé cuántas
líneas telefónicas
cuatro o cinco aparatejos
conexiones fraudulentas
a internet...

puedes hacerlo
como quieras
pero no te salgas
del guión

pon mucho cuidado
en pronunciar
las palabras
prohibidas

nunca cuelgues
el primero
y jamás, jamás
se te ocurra
dejar mal
a la empresa

hay otros tipos
expiando
tus llamadas
y están tan desesperados
como tú.


PORNO

Una colcha
de horrendos
estampados florales
algunas botellas
a medio beber
junto a la cama
una absurda tabla
de planchar
en una esquina

debe ser
un vídeo de esos
que llaman
amateur
la habitación
es tan patética
que no puede ser
un decorado

hay una mujer
que a todas luces
está borracha
o ciega
porque es imposible
fingir
esa manera
de entrecerrar
los ojos
esa forma
de empujar
buscando el roce
como un animal
en celo...

sí, los enfermos
de este mundo
gozamos
con su escuálida figura
a ratos desenfocada
nos corremos
con su dignidad
hecha pedazos
filmada
con un iPhone

mientras todos
esos cerdos
de diabólicas sonrisas
le rellenan los orificios
y ella gime inmóvil
pálida y ausente.



*De RESISTENCIA AL FUEGO (Próxima publicación con Zoográfico Ediciones).

domingo, 30 de octubre de 2016

PECES FUERA DEL AGUA de JORGE RIECHMANN (VII)




“la catástrofe ya tuvo lugar”

Resulta a veces irritante la insistencia en que “el hundimiento hace tiempo que sucedió y que hoy vivimos ya entre las ruinas del mundo previo a la industrialización masiva”, o también “la verdadera catástrofe, que ya ha tenido lugar, ha sido la renuncia a la libertad que supuso la industrialización de la existencia” (dos formulaciones de Juanma Agulles en su personal cruzada contra la “burocracia de la catástrofe”).[1]

Reflexión preliminar: para quienes creemos en el pecado original en sentido laico (somos simios averiados, somos vasijas resquebrajadas), situar la catástrofe antes del tiempo histórico no debería apaciguar nada. De acuerdo, la Caída ya tuvo lugar, pero la cuestión acuciante es ¿qué hacemos a partir de ahí? ¿Con qué herramientas culturales encauzamos la autoconstrucción –colectiva y personal— del lamentable animal que somos, muy particularmente los varones de la especie? Y no deberíamos permitirnos ninguna autoindulgencia en eso…

Pero vamos al “la catástrofe ya ha tenido lugar”. Punto uno: la industrialización capitalista no ha sido la única catástrofe histórica, claro está. Sería más bien un eslabón en toda una larga cadena de catástrofes. De hecho, una mirada sobre la historia bañada en valores de emancipación (melancólico ejercicio) no puede dejar de apreciar en ésta sino un amontonamiento de catástrofes. A ello apunta la conocida imagen del Ángel de la Historia en Walter Benjamin: “En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar…”[2] (Pero de nuevo habría que preguntar: ¿y qué hacemos a partir de ahí?)

Punto dos: insistir así en que la catástrofe ya ha sucedido supone banalizar lo que se nos viene encima en el Siglo de la Gran Prueba, pues todo indica que carece de parangón con nada de lo que hemos experimentado en el curso de la historia humana. Ecocidio de escala geológica, genocidio de la mayor parte de la población humana, quizá la autosupresión de la especie… ¿Así que la catástrofe ya ha sucedido, mi frívolo amigo? Vaya, te vas a enterar…

(No me parece fuera de lugar el paralelismo histórico siguiente: supongamos que, hacia 1920, alguien declarase que “la verdadera catástrofe, que ya ha tenido lugar, ha sido la renuncia a la libertad que supuso la industrialización de la existencia”. Se hubiera podido apelar –igual en 1920 que en 2015— a un montón de dinámicas catastróficas: la consolidación de antiquísimas jerarquías de dominación bajo formas modernas, la estructuración burocrática de Estados y de organizaciones obreras, las nocivas formas de producción industrial a punto de ponerse en marcha --por ejemplo, a partir de los avances de la industria química militar en la primera guerra mundial--, la derrota de la revolución proletaria en Europa occidental en 1918-1919… Y sin embargo, basta tener una somera noción de lo que vino después –la inimaginable acumulación de daño que llamamos nazismo, estalinismo, militarismo japonés, segunda guerra mundial, Shoah, Porraimos, desarrollo y uso de las primeras armas nucleares, incremento de la destructividad ecológica del capitalismo en su fase fordista— para darse cuenta de que ése “la catástrofe ya tuvo lugar” tiene mucho de frivolidad. Las catástrofes que tuvieron lugar en los decenios siguientes a 1920 dejaron en poca cosa lo peor que una europea o un europeo bien informado hubieran podido imaginar entonces. Hoy, en 2015, podemos intuir que –para nuestra desgracia-- nuestra situación histórica es similar.)

una cuestión de vida o muerte

La racionalidad colectiva se ha convertido hoy, para nosotros, en una cuestión literalmente de vida o muerte... Richard Wright resume la situación en su Breve historia del progreso: “Nuestra principal diferencia con respecto a los chimpancés y los gorilas es que a nosotros nos ha configurado cada vez menos la naturaleza, y cada vez más la cultura. Nos hemos convertido en criaturas experimentales de nuestra propia creación. Este experimento nunca había sido ensayado antes. Y nosotros, sus inconscientes autores, nunca lo hemos controlado. El experimento prosigue actualmente a gran velocidad y a una escala colosal. Desde comienzos de la década de 1900, la población del mundo se ha multiplicado por cuatro, y su economía –que es una medida aproximada de la carga que el ser humano hace sufrir a la naturaleza— por más de cuarenta. Hemos llegado a una situación que exige que el experimento sea puesto bajo control racional, a fin de prevenir peligros actuales o posibles. Todo depende de nosotros. Si fracasamos, si dinamitamos o degradamos la biosfera de modo que no sirva ya para sustentarnos, la naturaleza se limitará a encogerse de hombros y sacará la conclusión de que fue divertido que los monos controlasen un rato el laboratorio, pero que a fin de cuentas resultó no ser una buena idea.”

Chimpancés con reactores nucleares… Sí, vivimos en el Planeta de los Simios. Nosotros somos los grandes simios con grandes herramientas (y con las tecnologías sociales de la burocracia moderna, y con la división del trabajo complejizada hasta el infinito, y con la extrema fragmentación del conocimiento parcelado en pedacitos minúsculos, y con el patriarcado que oprime y desperdicia a la mitad de la humanidad…). Y no sabemos manejarlas.

economía psicopática

La cultura dominante estimula rasgos que –cuando los observamos en un individuo— solemos calificar de psicopáticos. Carencia de empatía, consideración del mundo y de los otros como objetos para el goce propio, impotencia para abrirse a la alteridad o autocuestionarse, ausencia de sentimientos de responsabilidad: en efecto, se diría que el psicópata constituye el modelo para la cultura que hoy prevalece.

“Economía como si la gente importara”, decía E.F. Schumacher en 1973. Necesitamos una economía a la que la gente y el planeta le importen: y no la clase de economía psicopática que hoy padecemos.

 no nos equivoquemos con las preguntas morales

En ética ecológica, la gran cuestión moral no es “qué hago frente al contenedor de reciclaje”, sino “qué hago frente a la sede bancaria”. Lo que está detrás de la devastadora crisis ecológica que está arrasando la biosfera es la dinámica autoexpansiva del capital.[0]



[0] Me escribía un lector de Moderar Extremistán, en marzo de 2015: Me gusta mucho tu insistencia en el peligro de la individualización de las cuestiones éticas, como si todo fuera cuestión de ‘yo pongo paneles solares en casa’ y ya está… como si no existiera una esfera social y cultural devastadora, que no solo aceptamos sino más bien festejamos en muchos casos. Soy nuevo en España (Barcelona), recientemente llegado después de vivir en Estados Unidos durante veinte años… de donde me he ido entre otras cosas en búsqueda de un ambiente con un equilibrio diferente entre la libertad individual (el valor más importante en EEUU, con mucho) y la ‘fraternidad” (cada vez menos importante). Allí todo gira alrededor del individuo y su pursuit of happiness, como si ocurriera en un vacío. Limitar esa libertad es pecado capital (juego con la palabra), y la tendencia a elevar ese valor sobre todo los otros no sólo es dominante, sino que además está en aceleración. Por supuesto que la gente es consciente del caos y la destrucción que eso causa, pero la solución pasa o por milagros tecnológicos + decisiones éticas individuales (en las costas ricas) o por un retorno casi medieval a las religiones (en las zonas más rurales). La idea de organizarse y ponerle freno al ‘mercado libre’ es impensable (aunque sí resulta aceptable dejar que el estado intervenga, ‘en contra del mercado’, a favor de las grandes riquezas privadas —ayer leí, por ejemplo, que el estado dedica seis mil millones anuales en planes sociales que cubren a empleados de Walmart, que cobran el sueldo mínimo que no alcanza para nada)…





[1] Véase Juanma Agulles, “¿Preparados para el fin  del mundo?”, Hincapié, 21 de septiembre de 2014 (http://www.revistahincapie.com/?p=6408 )
[2] El texto completo de esta novena “Tesis sobre filosofía de la historia” de Benjamin dice: “Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.”



Jorge Riechmann. Peces fuera del agua. Ed. Baile del sol, 2016

sábado, 29 de octubre de 2016

LA CONFUSA Y DESESPERANTE MEZCLA DE LO BUENO Y LO MALO




la confusa y desesperante mezcla
de lo bueno y lo malo

Unos jóvenes libertarios organizan un seminario, y hablan de su intensa motivación de “romper con la idea de Estado como progreso positivo de la sociedad”. Y está bien, porque desde luego el Estado no es eso, pero quizá habría que romper también con la idea del Estado como compendio de todos los males... Quizá habría que pensarlo como una realidad radicalmente ambigua: y en eso semejante a la gran mayoría de las realidades humanas.

Nos cuesta pensar que algo no es bueno o malo, sino una confusa y desesperante mezcla de bueno y malo: pero –insisto-- así sucede con la gran mayoría de las realidades humanas, sobre todo las que nos parecen más relevantes, y la propia condición humana. En otras ocasiones he señalado que lo humano se nos aparece como un reino de la ambivalencia radical, donde bendición y maldición van juntas.

Así cada una de las esferas de lo humano. El trabajo, que puede ser cumplimiento y autorrealización pero también alienación y opresión; las ideas, al mismo tiempo medio de conocimiento y persiana que tapa la realidad o funda que la sustituye; la ciencia, que nos aproxima a la verdad y simultáneamente posibilita una tecnología que pone en riesgo la misma existencia humana; la técnica, sin la cual no somos humanos –Homo faber— pero que descuella en ingenio para aniquilar al otro; el lenguaje, que hace posibles tanto la poesía como el genocidio...

El gran primatólogo Frans de Waal sugiere lo siguiente: “Suelo representar al ser humano como el simio bipolar, los humanos tienen las mejores y las peores tendencias. Si son buenos, son más altruistas que cualquier especie que conozco y, si son malos, son peores que cualquier especie. Yo no haría una definición del tipo: somos intrínsecamente malos o intrínsecamente buenos. Tenemos todas estas tendencias y las compartimos con otros primates, como los chimpancés, y estoy interesado en el parecido entre nosotros y ellos. Con los monos hay muchas diferencias, pero con los chimpancés [y bonobos: con todos los grandes simios] son muchas menos de lo que todavía creemos.”[1]

Creo que esta imagen del simio bipolar (con tendencias tanto hacia el bonobo “bueno” como hacia el chimpancé “malo”) es correcta...[2] Pero nos cuesta mucho hacernos cargo de esta incómoda ambigüedad radical.[3]

Pensemos por ejemplo en el proceso de individuación en las sociedades modernas: va de la mano con el avance de la libertad y la igualdad, pero también puede desembocar --y de hecho lo hace-- en auténticas patologías sociales.[4] En cuanto al Estado, sin duda lo malo predomina (por eso casi todas las tradiciones de izquierda han situado en su horizonte ideal sociedades sin Estado, o con muy poco Estado), y aun así también se trata de una realidad ambigua... Paco Fernández Buey solía decir algo que recoge la cita siguiente (proviene de una entrevista sobre utopías y pensamiento utópico, pero lo desarrolló por extenso en su libro La barbarie –de ellos y de los nuestros):

“No todos los utopistas modernos han pensado en una sociedad sin Estado, aunque sí la mayoría. La paradoja de la historia del último siglo es que aspirando a una sociedad sin Estado se han construido Estados que han acabado destruyendo lo que de civilidad había en la sociedad. Eso lo han visto muy bien los distópicos del siglo XX. Habría que aprender esa lección. También la utopía ha perdido la inocencia con la que nació en Europa en la época moderna. Vuelvo a lo de la autocontención: más que propugnar una sociedad sin Estado, la utopía concreta del siglo XXI debería pensar en fabricar los bozales necesarios para contener a la bestia, sea ésta Leviatán o Behemoth”.[5]



[1] Frans de Waal, “Algunos quieren mantener a los animales a distancia de nosotros”, entrevista en El País, 20 de octubre de 2010.
[2] “Tenemos la gran suerte de disponer de dos parientes primates cercanos para estudiarlos, tan diferentes como la noche y el día. Uno tiene modales bruscos y un carácter ambicioso y manipulador; el otro propone un modo de vida igualitario y libre. Todo el mundo ha oído hablar del chimpancé, conocido por la ciencia desde el siglo XVII. Su comportamiento jerárquico y violento ha inspirado la visión corriente de los seres humanos como ‘monos asesinos’. (...) He sido testigo de suficiente derramamiento de sangre entre los chimpancés para convenir en que tienen una vena violenta. Pero no deberíamos ignorar a nuestro otro pariente cercano, el bonobo, no descubierto hasta el siglo XX. Los bonobos son unos animales tranquilos con buen apetito sexual. Pacíficos por naturaleza, contradicen la idea de que el nuestro es un linaje sanguinario. Lo que permite a los bonobos hacerse una idea de las ansias y necesidades de los otros y ayudarles a satisfacerlas es la empatía. (...) Tener afinidades cercanas con dos sociedades tan distintas como la del chimpancé y la del bonobo resulta extraordinariamente instructivo. La brutalidad y el afán de poder del chimpancé contrastan con la amabilidad y el erotismo del bonobo (una suerte de doctor Jekyll y mister Hyde).” (Frans de Waal, El mono que llevamos dentro, Tusquets, Barcelona 2007)
[3] Sugiere una interesante explicación biológica el gran mirmecólogo Edward O. Wilson. En el curso de la hominización, sugiere, “durante el periodo del Homo habilis estalló una disputa entre la selección a nivel individual (individuos compitiendo con otros individuos dentro del mismo grupo) por un lado y la selección a nivel grupal (competición entre grupos) por el otro. Esta última fuerza fomentó el altruismo y la cooperación entre los miembros del grupo. Dio lugar a una moral grupal innata y a un sentido de la conciencia y el honor. El conflicto entre ambas fuerzas podría resumirse de la siguiente manera: dentro de un grupo, los individuos egoístas se imponían sobre los altruistas; pero los grupos formados por altruistas se imponían sobre aquellos compuestos por egoístas. Es decir, aunque corramos el riesgo de simplificar demasiado, la selección individual fomentaba el pecado, mientras que la selección grupal fomentaba la virtud. Así pues, la selección multinivel de la prehistoria sentencia a los humanos a un conflicto eterno. Oscilan inestables, en constante cambio, entre las dos fuerzas extremas que los crearon…” Edward O. Wilson, El sentido de la existencia humana, Gedisa, Barcelona 2016, p. 27.
[4] He tratado de reflexionar sobre los individuos en sociedad en “¿Rascarse con las propias uñas? Razones para desconfiar del individualismo”, capítulo 4 de Autoconstrucción, Catarata, Madrid 2015.
[5] Francisco Fernández Buey, “Cada día oigo a más jóvenes usar el término utopía”, entrevista con Emilia Lanzas en Diagonal, 3 de abril de 2008 (https://www.diagonalperiodico.net/culturas/cada-dia-oigo-mas-jovenes-usar-termino-utopia.html )
                Sobre el Welfare State dice el pensador palentino en la misma entrevista: “El Estado del bienestar es una utopía capitalista que resultó negativa en cuanto se empezó a pensar ese Estado globalmente. Para la mayoría de la población mundial lo que los ideólogos llaman Estado del bienestar es, en realidad, un estado generalizado de malestar. El Estado del bienestar generalizado es una imposibilidad material bajo el capitalismo, por razones económicas, sociales, ecológicas y culturales. Sólo con un cambio radical del modo de vida, producción y consumo actualmente dominante se podría hablar con propiedad de un Estado del bienestar”.
                Y sobre la necesidad de lo que cabría llamar una concepción “posprometeica” de la emancipación humana: “Lo que los clásicos del marxismo creyeron ver es que había llegado la hora de hacer realizables las ilusiones emancipadoras de los de abajo. Por eso dijeron que la tarea del socialismo era pasar de la utopía a la ciencia. Tenían una confianza ilimitada en la ciencia. Y eso acabó en cientificismo. Pero el cientificismo es la negación de la tensión moral que siempre acompaña al espíritu utópico. La ciencia ayuda a construir un mundo mejor, pero no lo es todo. En el mundo de los humanos hay muy pocas cosas inevitables (entre ellas, la muerte). Así que el marxismo, que ha hecho mucho por pasar de lo posible a lo realizable, también necesita autocontención en esas cosas. Parafraseando a Marx se podría decir que, para hacer posible ese otro mundo, se necesita tanta ciencia como compasión (por los oprimidos y excluidos, naturalmente)”.


Jorge Riechmann. Peces fuera del agua. Ed. Baile del sol, 2016

viernes, 28 de octubre de 2016

el smartphone derrotó al movimiento ecologista -fragmento-




Me refiero ahora al caso de Lanzarote. Durante más de un decenio (1990 - 2005) la sociedad conejera, enfrentada a los empresarios turísticos y alcaldes corruptos, entendió que se estaban desbordando los límites de capacidad insulares, optó por no crecer urbanísticamente y se dedicó a desclasificar el crecimiento comprometido por los planes ya aprobados con expectativas totalmente destructivas para la identidad insular; durante todos esos años se llegaron a desclasificar decenas de planes urbanísticos y cerca de 200.000 plazas turísticas.
Después los ingredientes: 1) un relato alternativo de César Manrique, ético, de autoestima, poético y atractivo frente a la destrucción del entorno insular; 2) un Gobierno insular (del PSOE) en el Cabildo que se lo cree y decide liderar institucionalmente el proceso; 3) media docena de personas muy valiosas que gestionan social y políticamente todo el proceso; 4) un proyecto-isla y unos instrumentos jurídico-técnicos que permitieron llevar a la práctica los nuevos paradigmas (un proceso complejo y con derivadas hasta el Tribunal Supremo); y 5) una sociedad bien informada y convencida del paradigma manriquiano que se empodera, dota de líderes y ejerce su presión a través del Consejo de Reserva de Biosfera.
Finalmente, la derrota. El proceso finaliza con la toma del poder por los empresarios y alcaldes: 1) César ha muerto, su discurso no se actualiza, los empresarios compran los principales medios de opinión y desencadenan durante un par de años una ofensiva ideológica machacando a fondo el imaginario colectivo; 2) el PSOE se degrada (es degradado/corrompido) y deja caer los paradigmas manriquianos; 3) las personas clave son perseguidas y desprestigiadas a fondo; 4) se abandona el proyecto –isla y se deja a su suerte la instrumentación técnico-jurídica (a pesar de todo todavía no han conseguido desmontarla por la defensa de la Fundación César Manrique); y 5) se disuelve/vacía de contenidos/debates el Consejo de la Biosfera y la sociedad se dispersa.




Jorge Riechmann. Peces fuera del agua. Ed. Baile del sol, 2016
Fotografía de Juan Sánchez Amorós

jueves, 27 de octubre de 2016

PECES FUERA DEL AGUA de JORGE RIECHMANN (V)



sesenta horas a la semana
de duro trabajo competitivo


Se publican las Cartas a un joven biólogo del gran ecólogo y entomólogo (mirmecólogo para ser más precisos) Edward O. Wilson. Entre los variados consejos que el octogenario investigador dirige a su imaginario interlocutor (aspirante al éxito en la ciencia), reparemos en uno: sesenta horas semanales de trabajo y cero vacaciones. Bueno, con esa clase de ascesis laboral seguramente se puede aspirar a ser alguien en el competitivo mundo de la investigación mundial bajo el capitalismo; pero, al mismo tiempo, uno se convertirá casi con seguridad en un tarado social. No tendrá tiempo para la militancia política, para la participación democrática, para el activismo social, para el disfrute del arte, para la celebración de la amistad, para la familia, para el amor… Por otra parte, y saliendo fuera de los laboratorios, ¿qué encontramos? Otras variadas vías para convertirnos en tarados sociales. Ya sea el culto al dinero de los plutócratas, ya la deformación humana que causa la sumisión al patriarcado, ya la alienación de los entregados al ciberfetichismo, ya la involuntaria y castrante inactividad del desempleado… Formas de mutilación humana que nos alejan de lo que podría ser una vida buena en una sociedad democrática. Seguimos invocando mecánicamente estos ideales de democracia y vida lograda, pero de hecho se hallan cada vez más lejos de nuestra experiencia.


no hay de qué enorgullecerse

Si no podemos desentendernos de esa terrible frase que nos dice que cada sociedad tiene el gobierno que se merece, habrá que aceptar también: cada sociedad tiene la universidad que se merece. Yo conozco pasablemente aquella de la cual yo mismo formo parte, como profesor –y desde luego no puedo estar orgulloso.

están en los despachos de al lado

Si no trabajase dentro de un departamento de filosofía en una de las catatónicas universidades españolas, también me ilusionaría el pensamiento vagabundo de quien, como flâneur baudeleriano por los barrios del espíritu, persigue las aristas inexplícitas de las realidades menos aparentes y elogia siempre las buenas preguntas en detrimento de las siempre autoritarias respuestas… Pero, ay, los tengo demasiado cerca, están en los despachos de al lado.



deriva instrumental

El perfeccionamiento de los medios y la destrucción de los fines es la “marca de fábrica” de nuestra época. Albert Einstein se refirió certeramente al fenómeno en una emisión radiofónica, el 28 de septiembre de 1941: “La perfección de los medios y la confusión de los fines es lo que caracteriza nuestra época”.[1] Un excelente ejemplo de esta trágica deriva instrumental lo proporcionan los sistemas de “evaluación de la calidad” académica (o simplemente laboral) que se implantan en todas partes para ayudarnos a progresar hacia la “excelencia” neoliberal. La potencia de disciplinamiento de esta supuesta evaluación cuantitativa de la calidad es impresionante: un verdadero pantano de burocráticas arenas movedizas donde todo lo que pueda suponer sentido crítico, alegría vital, compromiso democrático y sustancia moral emancipatoria se van hundiendo lentamente.



lamentable

La peculiar clase de trabajadores que somos los profesores universitarios vive (vivimos) en un medio que estimula conductas entre las más egoístas, corporativas y miopes de todos los colectivos profesionales que conozco–mientras que, al mismo tiempo, nos hacemos la ilusión de ser una especie de noblesse de robe, una “nobleza de toga” intelectual con méritos especiales.



cerebros dentro de sus cubetas

Un conocido experimento filosófico imaginario apela a la situación de un cerebro dentro de una cubeta (mantenido vivo y conectado a un simulador de realidad virtual). Me va pareciendo que la gran mayoría de los profesores universitarios españoles son, esencialmente, cerebros dentro de sus cubetas. Se imaginan que practican el pensamiento crítico, se imaginan que son de izquierdas, se imaginan que contribuyen a crear una sociedad mejor, se imaginan que sus elucubraciones tienen algún efecto en el mundo real, se imaginan que viven en el mundo real. Ah, esos cerebros confortablemente instalados en sus amnióticas cubetas…






[1] Ahora en Albert Einstein: el libro definitivo de citas, Plataforma Editorial, Barcelona 2014, p. 198.


Jorge Riechmann. Peces fuera del agua. Ed. Baile del sol, 2016

miércoles, 26 de octubre de 2016

PECES FUERA DEL AGUA de JORGE RIECHMANN (IV)




tiempos difíciles

En los malos tiempos, sólo salen adelante los más brutales y los más cooperadores. Vienen tiempos malos: hay que hacer lo posible y lo imposible por que nuestras sociedades se decanten hacia la segunda opción, compartir y cooperar.


un paisaje lamentable

Al fenomenal avance del poder del capital en esa lamentable fase de la historia de la humanidad que llamamos neoliberalismo (y que se extiende desde 1980 aproximadamente hasta nuestros días) le corresponde, en el plano subjetivo, el avance de la codicia, el miedo, el egoísmo y el narcisismo. El paisaje sociopsicológico que de ello resulta no es cosa grata de ver… Se ha repetido muchas veces, en los últimos tres lustros, el dictum de Frederic Jameson: nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo. Habría que endurecerlo: en sociedades como la española, tácitamente, aceptamos antes el ecocidio, el genocidio y el exterminio de nuestros seres queridos –comenzando por los hijos y los nietos— que poner en cuestión el capitalismo. El brevísimo poema de Antonio Orihuela LA CUENTA ATRÁS dice: “Auschwitz no es historia,/ era premonición.”[1]

tres tipos

El novelista Eugenio Fuentes, reflexionando sobre el acoso escolar -ahora intensificado a través de las "redes sociales" telemáticas-, escribe: "En el fondo, sólo hay dos tipos de personas: las que sienten una indomable inclinación hacia el poder y el dominio, y las que sólo aspiran a que las dejen en paz".[2] Es una de esas frases que uno se queda releyendo una y otra vez, atónito... Bien, si se pudiera aceptar esto como un diagnóstico sobre los tipos humanos que prevalecen en una sociedad como la española, en el tercer lustro del siglo XXI, ello nos pondría sobre la pista de la enorme degradación sufrida en los decenios últimos --sin que la mayoría social la reconociera como tal. Aparte de la voluntad de dominación y del privatismo pasivo ¿no hay nada? ¿No se da otro tipo de personas: los que prefieren cooperar a dominar, y quieren construir una sociedad justa más bien que lograr "que los dejen en paz"? Debería saltar a la vista, por ejemplo, que sin que prevalezca ese tercer tipo humano -más allá de los aspirantes a caudillos y de la "mayoría silenciosa" de Mariano Rajoy-, hablar de democracia es un mal chiste. Pero puede concederse al señor Fuentes que, en efecto, los defensores activos de la cooperación y la igualdad son en nuestra sociedad una pequeña minoría frente a los dos tipos de personas que él identifica. Y así nos va…


tratar al público como a chavales de catorce años

Hay algo profundamente pueril en las fantasías de omnipotencia en las que nos regodeamos, colectivamente, los habitantes de las sociedades industrializadas.[3] La fantasía infantil de movilidad absoluta e instantánea (la alfombra o la escoba voladora, el deseo que instantáneamente nos transporta a otro lugar o tiempo) la persiguen el fabricante de automóviles y el planificador del transporte. La fantasía infantil de la inmortalidad, de la juventud perfecta, de la curación instantánea, la persiguen por igual el personal sanitario, la industria cosmética y los ingenieros genéticos. La fantasía infantil de la abundancia inagotable y eterna (Jauja, Cornucopia) está escrita en los estandartes de la sociedad de consumo.

Leí en una entrevista con Chicho Ibáñez Serrador, el popular realizador televisivo, una cosa que me impresionó bastante. (Lo impresionante no era el contenido de su afirmación, sino el momento de sinceridad: se estaba diciendo lo que no debía decirse. Se hacía pública una de las verdades centrales de nuestra sociedad, verdad que --para que no se conmuevan los cimientos de la dominación-- no puede admitirse que lo sea.) Ibáñez Serrador dijo que, en su trabajo --crear televisión--, él tenía que suponer que se dirigía a chavales de trece o catorce años de edad; tenía que tratar a todo su público como a niños y nunca como a adultos.

Enorme es la presión para que no lleguemos nunca a ser adultos, o al menos nos comportemos como niños en los asuntos que nos atañen a todos. (Y con demasiada frecuencia nos plegamos fácilmente a esa presión, abdicamos de nuestra responsabilidad, esquivamos el comprometernos con nuestras propias vidas.) Asistimos a la destrucción del uso público de la razón. Paul Valéry afirmó en cierta ocasión que la política era el arte de mantener a la gente apartada de los asuntos que verdaderamente les concernían: tal es la definición de política que hoy se pone cotidianamente en práctica, a veces cínicamente, a veces ni eso.

“Es verdad que las gentes de hoy en día no creen en la posibilidad de una sociedad autogobernada y esto hace que una tal sociedad sea, hoy, imposible. No creen porque no quieren creer, y no lo quieren creer porque no lo creen. Pero si en alguna ocasión empiezan a quererlo, entonces lo creerán y podrán.”[4]

Quien dice: “los seres humanos son como son, y por ser así su naturaleza nunca se podrá construir con ellos un orden social distinto”, es el mismo que tiene en sus manos el poder (los resortes de socialización, los recursos económicos, los medios de formación de masas, etc) para hacer que los seres humanos sean “como son” --y no distintos.

Quien afirma que no hay alternativas es el mismo que tiene el poder para destruirlas. (Aquel dibujo de no sé qué humorista gráfico. Una voz desde lo alto sentencia: “No estáis preparados para la democracia”. El hombrecillo pregunta: “¿Cómo lo saben?” La voz: “Porque hemos consagrado a ello lo mejor de nuestros esfuerzos”.)

autoconstrucción y akrasía

Mientras no logremos ver la interminable diarrea mediática –todo lo que va de la prensa amarilla a la salsa rosa, pasando por las televisiones digitales de ultraderecha— como una agresión y una forma de autoagresión,[5] las vías al cambios social emancipatorio van a seguir muy bloqueadas… ¿Prohibir la publicidad, la prensa amarilla y los programas televisivos “del corazón” sería autoritarismo? No en mayor medida que cuando nos prohibimos a nosotros mismos fumar o consumir pornografía. El problema es quién prohíbe: parece claro que semejante autolimitación sólo sería aceptable como ejercicio de autonomía colectiva. La cuestión es encontrar colectivamente la fuerza necesaria para tomar democráticamente esa clase de decisión. Ay, los problemas de la akrasía –que ya identificaron antiguos griegos y que siguen con nosotros…





[5] La tortura por inmersión de la cabeza en una bañera llena de agua y excrementos... Pero cuando nos meten y metemos la cabeza en la papilla mediática nuestra de cada día ¿se trata de algo muy diferente –si excluimos el factor de servidumbre voluntaria, claro está?


[3] Recupero aquí un fragmento de mi texto inicial en Jorge Riechmann (coord.), Necesitar, desear, vivir, Catarata, Madrid 1998, p. 35-36.
[4]  Cornelius Castoriadis: “Una sociedad a la deriva” (entrevista). Archipiélago 17, Madrid 1994, p. 109.


[2] Eugenio Fuentes, "Guerrillas en el patio de colegio", El País, 17 de septiembre de 2013.


[1] Antonio Orihuela, El amor en los tiempos del despido libre, Amargord, Madrid 2014, p. 20.




Jorge Riechmann. Peces fuera del agua. Ed. Baile del sol, 2016
pintura de Cirilo Martínez Novillo