En la película que he visto hoy,
una niña de blanco lanzaba flores blancas
a la superficie negra de un lago sin fondo.
A su lado, el monstruo nacido de la tormenta
olvidaba su cuerpo, hecho de grietas y cicatrices grises,
y conseguía imitar grotescamente la sonrisa
y el gesto eterno de la niña mirando la caída
suave y silenciosa
de la flor blanca sobre el rostro cerrado del lago.
Entonces la niña dijo:
-Ya no quedan más flores bonitas.
Y hubo un primer plano sobre sus leves olas negras
y luego otro del rostro del monstruo y sus cicatrices
y al fin, como una actriz recitando una frase que no entiende,
la niña preguntó:
-¿Y qué tiraremos ahora?
***
Desayuno con tigretón y pantera rosa
Puestos a ser, ¿por qué no una pantera rosa?
Deleuze
Mientras en las demás cadenas el telediario de la mañana
sigue girando hasta hacernos aparecer en él
correctamente vestidos, peinados y despiertos,
en otra cadena la pantera rosa corta el césped de su jardín;
encuentra un pequeño arbusto
le molesta
lo corta
y entonces se cae todo.
Desaparecen el horizonte y la pantera aferrada a sus tijeras,
mirando fijamente a la cámara.
Arriba queda el trozo de arbusto que sostenía al mundo.
Despeinado por la caída y con un zumbido en los oídos
sigo viéndolo:
se hace cada vez más pequeño
sus hojas parecen agitar una despedida.
Empezamos bien el día.
Despierta el tigre que hay en ti.
***
Locus amenus-barrius sésamus
Aquí la tarde cae como una araña.
Las chicharras y los ciclomotores intentan entenderse en vano
bajo un viento que arrastra niños, mochilas y gritos.
La programación infantil inyecta su psicosis a través de la tele:
un monstruo azul crea las coordenadas espaciales
ahora está arriba ahora está abajo, arriba, abajo, arriba, abajo.
Un emisor y millones de receptores ante el mismo mensaje,
arriba, abajo, están dentro de la tarde y las meriendas.
El mundo vuelve a nacer cada segundo.
Yo estoy tumbado encima del sofá
y sin embargo cayendo como una pantera rosa.
Yo estoy dentro de la tarde y su música estridente
y llena de alegría, payaso multicolor.
Un monstruo rojo en algún lugar tras los cristales
destruye las coordenadas espaciales:
yo estoy fuera de la tarde y su burbuja
y también estoy dentro de la tarde y sus mensajes
dentro, fuera, dentro, fuera .
Alguien llama a dios con su claxon una y otra vez implorando
en el altar de la Felicidad inaccesible como toda divinidad.
Hay un helicóptero en mi cabeza
millones de emisores y un solo receptor, yo,
estoy dentro de todos los mensajes
estoy fuera de todos los mensajes
estoy dentro del silencio,
el mensaje de ningún emisor,
el código circular: la sangre dando una vuelta más
en mi sistema circulatorio.
Diego Sánchez Aguilar. Diario de las bestias blancas. Universidad de Murcia, 2008
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