MATERNIDAD MODERNA
Mi hijo se llamará potitos bledine
y crecerá sano, y oloroso
como nenuco y norit el cabrito.
Tendrá el culito seco, pobrecito
y se lo comerá todo, todo, todo.
***
PARVA NATURALIA
Hay gente para la que
andar la vida
es trazar con los pies una recta inflexible
como si en cualquier momento se fuera a presentar
un arcángel de tráfico
para hacernos una prueba de alcoholemia.
Hay asimismo gente para quien
vivir la vida
es casi obscenidad, un egoísmo
inaudito.
Son del país del valle de lágrimas
pero
-salvo casos de próximo suicidio-
acostumbran ignorar completamente
su cotidiana hipocresía.
Haciendo un corto alarde de sentido ordinario
-puesto que ya es un poco largo este poema-
diré sólo
que los dos primeros hechos estudiados
-véanse versos segundo y octavo-
me parecen, más que nada
naturales.
Especialmente en caso de personas
y animales.
***
PRIMER DÍA
»Envejecer donde todo es viejo
me parece lo peor de todo»[1]
Por la mañana, Zaratustra mira, delante de su casa, como unas palas excavadoras matan un viejo espino blanco. Piensa para sí:
Hermano vegetal, perdónanos si puedes
Ellos no saben
que somos savia y célula
que te necesitamos
Unas horas más tarde, Zaratustra escucha música con las ventanas abiertas:
El tiempo dice “ven” a cada cosa:
al vaso, a la canción, a este cigarro
y susurra más bajo a la mesa, a las paredes
al gato vacilón que alterna en la calleja...
También a mí me habla, pero yo no le escucho.
Cada cosa
puede contar conmigo para oponerse al tiempo,
ese eterno cabrón que altera los espejos
al que no le hago caso:
esta canción me alegra todavía.
Por mí
mientras Lou Reed se pasea por iu es ei
ya puede hablar el tiempo, que yo paso.
Al día siguiente, Zaratustra ha ido a la ciudad a hacer la compra:
Nos han vendido un mundo a tan mal precio
que es increíble que lo paguemos:
metrópolis voraces que nos engullen solas
cobrándonos tan caros simulacros de vida,
que olvidamos la vida para pagar sus sobras.
Nos hacen cómplices de cada muerte
inconscientes esclavos de una fábrica inerte
donde arde el planeta, al viento de sus cuentas.
Después de dejar las bolsas en el coche, Zaratustra pasea por la ciudad:
No sé como deciros lo que no se comprende.
Lanzo mis flechas sobre los edificios
pero no tengo plumas para empavonar sus mástiles.
Soy un triste Orzowei en las llanuras de esta ciudad.
Un Sandokan menos salvaje cuyo kriss se ha puesto fláccido.
Quizás mi tiempo ha pasado
pero aún reconozco a mis enemigos.
Quizás otros encuentren las flechas que he tirado
y las plumas correctas para dar en el blanco.
Esa misma noche, Zaratustra fuma y habla consigo mismo:
Lámina azul de blancos aledaños.
Lágrima de luciérnaga a la luz de los días.
Alisos te acompañan, como paños
verdes y cálidos que suavemente lías.
Tres semanas más tarde, Zaratustra recuerda un viaje que hizo cuando era más joven:
Allá lejos, en el margen izquierdo de la vida
hay amarrada una barcaza de París.
Ha vivido muchas vidas y ahora
se ha quedado a flotar en la corriente
que no la empuja ni la contiene.
El agua chapotea contra su popa
con alegre sosiego. El agua la rejuvenece
sin impedirle ser anciana y sabia, sabia y anciana.
La pintura se cuartea muy lentamente al sol.
Hace mucho que no tiene nombre
sin dejar de ser ella, allí existiendo
en la orilla más verde de la vida,
como una promesa para toda la senectud
en la margen derecha de este mundo intranquilo.
Siete días después, Zaratustra prepara una despedida:
Ahora
como dicen tan a menudo en las historias
será mejor que me vaya. (En otoño
migran todas las aves, ya lo sabes).
El tiempo de vivir es un retoño
que no se ha de guardar. Debe plantarse:
dará flores y hojas, más tarde sombra y frutos
e incluso leña muerta... Todo vale.
Guardémonos los lutos para luego. Además
no me quiero quemar sin ver el fuego.
Lo que los dos tenemos no es papel moneda
sino una tela buena que ha de usarse.
El pan fresco de hoy no puede congelarse
sin perder su sabor. Lo que tú sabes
merece oler el aire, probar tiempo.
Esto se gasta si no se gasta.
No me pongas bandera a media asta.
Volveremos a vernos con más viento.
Antes de irse, Zaratustra escucha cantar a los Nibelungos:
Hoy sé más de lo que querría
acerca del poder y sus anillos.
Si existiese la montaña del destino...
Si pudiese el poder de la belleza...
Pero ella no puede ser un arma
y los ejércitos del señor oscuro acribillan la tierra.
Antes de marchar, Zaratustra piensa en una persona a la que ama, y le dice así:
Camina para mí. Tenemos todo el tiempo.
Nos estamos muriendo pero
la ilusión del movimiento es más fuerte que el día
de la quietud y su amenaza.
Camina todavía. Sobreviviremos
también a este recuerdo. No hay herida.
Zaratustra se ha ido. Húmedo aún de la tristeza de la despedida, piensa en esa persona a la que ama, en la primera noche de su viaje:
Cuando se acabe el día haremos una hoguera
con todos los recuerdos de la luz.
Cuando se acabe el día haremos un vela
con la cera de las palabras que supimos y leeremos con ella.
Cuando se acabe el viento haremos una barca
y empuñaremos los remos de los silencios
que otrora nos inspiraron.
Cuando se acabe el día no vamos a estar solos.
Cuando se acaba el día compartimos
los víveres del viaje, como hermanos.
El día se ha acabado y no nos dimos cuenta.
Es de noche, y aunque no lo sabemos,
esta vez, las lágrimas
no nos van a impedir ver las estrellas.
En la distancia, alguien piensa en Zaratustra.
Ella es una mujer cerebral todavía y le escribe lo siguiente:
“El sentido del tacto es nietzscheanamente trágico, y su magia
poco tiene que ver con aquélla de los clásicos.
Vista, oído... nos ponen sin piedad en nuestro sitio,
coordenadas y abcisas de la empiria.
Pero el tacto se niega a las medidas
y nos descentra, excéntricos y extáticos,
a un imperio al que no estamos circunscritos.”
Después de recibir esa carta, Zaratustra le contesta:
“Si concentro mi tacto en un palmo de piel otra
derivo con delirio más allá del espacio
recibo manuscritos que sin pudor me informan
de un naufragio de hormigas, más allá de las formas.”
Zaratustra viaja y piensa:
Sé más de lo que quiero sobre nada
y nada sobre todo. Vuestros dioses
no merecen la pena.
Maldita especie sabia de carnívoros:
¿Dónde están
la gloria y la razón de nuestra historia?
Zaratustra viaja y piensa en un libro: génesis
A veces desearía arrastrarme sobre la duna
para ver a Dios ardiendo detrás de su ladera.
Como un viejo israelita, siento la sed del fuego
y cuando el mar del cielo se tiñe con la luz
camino con los ojos ciegos al horizonte
y espero hallar allí el místico cordero.
Cada día pastoreo sobre la arena
mientras la sal del aire me castiga la carne
y merman los rebaños de mis padres.
Pero la cruz de lo alto y de lo ancho abre sus brazos para mí
uno más en el pueblo de los elegidos del Señor.
Su poder y su ira
me dilatan el pecho en la montaña
y el desprecio por los impíos quema sobre la llaga de la pobreza.
Mi alma llamada por el Señor es
como la brasa
que brilla cada noche a través del roto adobe de mi casa.
Soy uno más entre el pueblo de los elegidos.
Ungido por el Señor voy a tener un hijo
que multiplicará mi simiente por innumerables generaciones.
Zoroastro, Yavéh, Jesús, Mahoma
llaman al hijo que ya empieza a arrastrarse sobre la arena
en pos de la zarza ardiente o de la voz
que le afirme y le haga ser.
Zoroastro, Yavéh, Jesús, Mahoma
se llama el hijo que ya empieza a arrastrarse sobre la arena
en pos de la zarza ardiente o de la voz
que le afirme y le haga
ser el que es.
Zaratustra se pregunta si las estrellas corren: ¿Sólo en una dirección?
Corren las estrellas
como galgos del tiempo
Si se alejan, me encuentro
Si se acercan, desaparezco
También corren mis células
como perros del tiempo
***
EL OJO DEL AMO
Al negar nuestros monstruos.
Así los engordamos.
***
GATOS Y ESTRELLAS, AMIGOS A LARGO PLAZO
Nos sentamos a ver que el sol se iba
y así llegó la luna: medio llena de luz
medio llena de sombra que nos mira.
*
Esa estrella es azul y se cree vértice
de una pirámide de luz en el desierto
en la negra llanura de mi ojo miope donde tiemblan las cosas.
Es también el farol en el centro del lago
mientras el aire húmedo susurra patos salvajes
cuentos de despedidas,
estaciones de tren que llueven en la memoria.
* *
Miramos el nacimiento de esa estrella-
-símbolo-
y así sonó la música en el aire
para encontrarnos indefensos, para infestarnos
de hermosura parásita e incurables nostalgias,
para existir en nosotros como una cuerda tensa
que desde nuestros cuerpos sostiene un parapente blanco
blanco como una coma de luz en el oeste poniente de los sueños,
lejano en el corazón.
Escuchamos la música-
-signo
mientras los gatos
(girasoles
polizones de barco, oteadores de pájaros de día)
eran, esta noche,
tomadores de luna tumbados en el porche
en las toallas oscuras de sus sombras.
Y casi nos dormimos en el cielo-
-receptáculo
acogidos en el sentido de las palabras-
y yo vi como a veces
te clavan pequeños dardos las palabras que digo
y se te infecta la garganta o te sube la fiebre,
y puede no importarme
porque él cambia todos los días, se despeja y se nubla
se hace negro y azul, azul y negro y azul una vez más
con matices que conceden terciopelos de rosas imposibles
metales blanquecinos que bruñe el mediodía
pianos marítimos que suenan a gaviotas.
Aceptamos así la invitación del cielo-
-ejemplo
y su belleza
-caso concreto:
(Ellos son una pareja hospitalaria
pero hay que conocerlos para amarlos:
tienen su vida propia, no admiten dependencias,
algunas noches no están en casa...
Ellos saben recibir sin compromiso
son perfectos colegas y malísimos padres
que les dan a sus hijos, si los tienen
amor a patas llenas y les hacen felices.
Lo que ellos pueden dar jamás se cobra a nadie
Te hacen aprender al recibirlo
y te das por pagado con que existan.)
Luego entramos en casa
y los gatos vinieron sin ser vistos,
como fantasmas lúcidos de pelo reluciente
para tropezarse en nosotros en todas las esquinas, casualmente
camuflados en la selva de las sombras,
para acecharnos
escondidos
tras sus ojos, dobles
medias lunas crecientes,
y narrarnos sus otras reencarnaciones en la cocina.
Dormimos con los gatos-
-vida
en el lecho no conyugal
después de intentar otra vez follar como cantaba Freddy Mercury
aunque hoy no lo escuchamos
(sólo un disco de clásica y una orquesta de negros).
(Y después, por la radio
el concierto del sábado 6
en el festival de los Pirineos del año 2.000 en el valle del Tena.)
***
BELLEZA, I: LA BRUMA
La bruma
como una boca gris en la espesura
que se traga las cosas.
Muy lejos
en la neblina de otro bosque
los ciervos saben extinguirse como los barcos.
Saben desaparecer como los barcos de vela
en mañanas que desearía ver, cuando viaje.
Fundirse en el paisaje, suavemente,
como los icebergs helados se deslizan al agua
como navegan las liebres blancas en el mar de la nieve
como suenan las
afelpadas plantas de los lobos en el Norte callado.
Algún día desaparecerán los cazadores
pero espero que permanezca la belleza perfecta
que también nos necesita a nosotros
para ser.
***
BELLEZA III: ARTE, NATURALEZA
Aunque sea manido decirlo, lo digo:
como a la mejor representación de la belleza
no podemos encerrarla eternamente en museos
no podemos mejorarla, sino apenas
intentar comprenderla sin jamás conseguirlo,
es decir, contemplarla
más religiosamente
con el debido respeto.
No hace falta siquiera que la amemos
Dejemos el amor para los seres queridos
y cercanos que nos comprenden.
¡Somos tan posesivos cuando amamos!
¡Tan sabios en el manipular, con astucias
trasmitidas de padres a hijos y con técnicas nuevas, más potentes
Contaminamos con tal fruición nuestras relaciones
cuanto más intentamos abonarlas, es decir, cultivarlas
a golpe de fosfato y observaciones de ácido nítrico
(que salpica nuestras conversaciones cotidianas)!...
¡Sabemos hacer tanto daño al querernos tan mal a nosotros mismos
nos cazamos unos a otros con tal ensañamiento
nos asesinamos unos a otros, si darnos cuenta, con tanto y tanto cariño
nos olvidamos tan bien de nuestros semejantes...!
Que, por favor, mejor que no la amemos, por ahora.
Vamos simplemente a dejarla en paz
salvo para acercarnos, cuando podamos,
cuanto podamos, a ella, a la naturaleza
como si fuera a un parque
del que supiéramos
formar parte.
***
CREDO
Algún día
todas las contradicciones volarán por su propio peso
dinamitando el aire
sin duelo, sin espasmos
como un dúo de pájaros.
No habrá torres más altas.
Los alambres de espinos se arañarán el corazón
y el papel moneda arderá solo
en la cripta embrujada de los bancos.
Entonces será el día.
Volveremos a vivir como siempre quisimos.
Entonces temblaremos de pura felicidad
y aprenderemos a temblar de pura felicidad.
Ana Baliñas. LA VIRTUD DEL MOMENTO. Inventario incompleto (1994-2007). La Galbana, Pequeña Editorial, 2011
[1] NIETZSCHE, F. Así habló Zaratustra (1883-1885)
Buena aportación de Ana Baliñas al Blog.
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