documentos de pensamiento radical

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jueves, 27 de octubre de 2016

PECES FUERA DEL AGUA de JORGE RIECHMANN (V)



sesenta horas a la semana
de duro trabajo competitivo


Se publican las Cartas a un joven biólogo del gran ecólogo y entomólogo (mirmecólogo para ser más precisos) Edward O. Wilson. Entre los variados consejos que el octogenario investigador dirige a su imaginario interlocutor (aspirante al éxito en la ciencia), reparemos en uno: sesenta horas semanales de trabajo y cero vacaciones. Bueno, con esa clase de ascesis laboral seguramente se puede aspirar a ser alguien en el competitivo mundo de la investigación mundial bajo el capitalismo; pero, al mismo tiempo, uno se convertirá casi con seguridad en un tarado social. No tendrá tiempo para la militancia política, para la participación democrática, para el activismo social, para el disfrute del arte, para la celebración de la amistad, para la familia, para el amor… Por otra parte, y saliendo fuera de los laboratorios, ¿qué encontramos? Otras variadas vías para convertirnos en tarados sociales. Ya sea el culto al dinero de los plutócratas, ya la deformación humana que causa la sumisión al patriarcado, ya la alienación de los entregados al ciberfetichismo, ya la involuntaria y castrante inactividad del desempleado… Formas de mutilación humana que nos alejan de lo que podría ser una vida buena en una sociedad democrática. Seguimos invocando mecánicamente estos ideales de democracia y vida lograda, pero de hecho se hallan cada vez más lejos de nuestra experiencia.


no hay de qué enorgullecerse

Si no podemos desentendernos de esa terrible frase que nos dice que cada sociedad tiene el gobierno que se merece, habrá que aceptar también: cada sociedad tiene la universidad que se merece. Yo conozco pasablemente aquella de la cual yo mismo formo parte, como profesor –y desde luego no puedo estar orgulloso.

están en los despachos de al lado

Si no trabajase dentro de un departamento de filosofía en una de las catatónicas universidades españolas, también me ilusionaría el pensamiento vagabundo de quien, como flâneur baudeleriano por los barrios del espíritu, persigue las aristas inexplícitas de las realidades menos aparentes y elogia siempre las buenas preguntas en detrimento de las siempre autoritarias respuestas… Pero, ay, los tengo demasiado cerca, están en los despachos de al lado.



deriva instrumental

El perfeccionamiento de los medios y la destrucción de los fines es la “marca de fábrica” de nuestra época. Albert Einstein se refirió certeramente al fenómeno en una emisión radiofónica, el 28 de septiembre de 1941: “La perfección de los medios y la confusión de los fines es lo que caracteriza nuestra época”.[1] Un excelente ejemplo de esta trágica deriva instrumental lo proporcionan los sistemas de “evaluación de la calidad” académica (o simplemente laboral) que se implantan en todas partes para ayudarnos a progresar hacia la “excelencia” neoliberal. La potencia de disciplinamiento de esta supuesta evaluación cuantitativa de la calidad es impresionante: un verdadero pantano de burocráticas arenas movedizas donde todo lo que pueda suponer sentido crítico, alegría vital, compromiso democrático y sustancia moral emancipatoria se van hundiendo lentamente.



lamentable

La peculiar clase de trabajadores que somos los profesores universitarios vive (vivimos) en un medio que estimula conductas entre las más egoístas, corporativas y miopes de todos los colectivos profesionales que conozco–mientras que, al mismo tiempo, nos hacemos la ilusión de ser una especie de noblesse de robe, una “nobleza de toga” intelectual con méritos especiales.



cerebros dentro de sus cubetas

Un conocido experimento filosófico imaginario apela a la situación de un cerebro dentro de una cubeta (mantenido vivo y conectado a un simulador de realidad virtual). Me va pareciendo que la gran mayoría de los profesores universitarios españoles son, esencialmente, cerebros dentro de sus cubetas. Se imaginan que practican el pensamiento crítico, se imaginan que son de izquierdas, se imaginan que contribuyen a crear una sociedad mejor, se imaginan que sus elucubraciones tienen algún efecto en el mundo real, se imaginan que viven en el mundo real. Ah, esos cerebros confortablemente instalados en sus amnióticas cubetas…






[1] Ahora en Albert Einstein: el libro definitivo de citas, Plataforma Editorial, Barcelona 2014, p. 198.


Jorge Riechmann. Peces fuera del agua. Ed. Baile del sol, 2016

2 comentarios:

  1. En un mundo donde todo se acepta sin moverse del sillón, y solo se desvaría desde el bar con las cervezas saliendo por las orejas, esperando que el resto soluciones los problemas, difícil no decir aquello "tenemos lo que nos merecemos" Y sobre las universidad y sus profesores, Comparto la opinión. lo más grabe es creerse los mejores y más grabe aun siendo los supuestos preparadores de nuestro futuro. Gracias muy interesante. Saludos.

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  2. Gracias por tu comentario, Mercedes. Un cordial saludo.

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