Eladio me envía en un poema
las huellas de Roky encontradas en la arena de Isla Canela
dentro del hueco de una concha.
Un hermoso poema que hubiera encantado
al Buda Sakyamuni,
porque eso somos todos,
aparecidos y desaparecidos y vueltos a aparecer
para buscarnos en los otros
los pedazos que somos
y tratar –vana ilusión– de recomponer en lo múltiple
el paisaje completo de lo que una vez fuimos,
también olas, conchenas,
grano de arena dentro del grano de arena,
y claro, claro,
una y otra vez
el que pasa
y el perro muerto en la carretera.
Antonio Orihuela
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