Desde Arequipa vino Viracocha, el príncipe de las lágrimas,
él me mastica despacito, se ríe y me dice
que soy parte de su festín
pero que él también es parte del mío.
Daniel me trajo a Avalokiteshvara,
el que todo lo mira,
el que muestra en lo mirado su interior.
Yo soy lo perfecto y su desintegración,
me dice con los rayos de sus manos enjoyadas.
Te miro y me veo a mí mismo,
mírame tú que no soy distinto de ti.
Desde Main Bazaar vino Shiva bailando hasta mi casa.
No temas, me dice,
mientras baila la danza de la destrucción universal.
No temas, me dice cada mañana,
asentando con firmeza su talón,
extendiendo hacia mí sus manos, arrullándome,
las formas vienen y van,
una de ellas es tu cuerpo,
no más que un destello fugaz de mis miembros que bailan.
En Mérida compramos el soplador de burbujas
que me trae, solícita, mi hija.
Hacemos burbujas
y se desvanecen.
Una y otra vez,
una y otra vez,
y multitud de veces.
Antonio Orihuela
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