Se secaron tus cruces de saliva sobre mis piernas dormidas,
también las flores que te traje se hicieron de losa fría,
solo la música de fiesta se repite recogida
y sube septiembre por estas tapias sin vida.
Tú que me traes, canción, estas palabritas
para la inconmovible piedra del mundo.
Yo que te llevo, madre, en mi corazón
como un ruidito,
duerme fuego de la vida,
descansa fina ceniza,
que dicen que el cielo
es un lugar muy descansado.
Antonio Orihuela.
Que bonito, Antonio.
ResponderEliminarMaravilloso, Antonio. Un poemazo.
ResponderEliminarYo que te llevo en mi corazón/como un ruidito...
ResponderEliminarMe encanta