Esa que ahora miras con ventisca en los ojos
es la misma botella en que quisiste
atrapar toda la magia del desierto.
Ya
no llegan hasta aquí las caravanas —dijiste convencida—
los
tuareg sólo comercian el instante.
Y apuraste el último trago,
y accionaste —sin saberlo—
el contador de arena.
Como quien vierte otoño sobre un bosque
o el oro de las dunas sobre el mundo,
el puño de tu mano se hizo cuenco
y derramaste en el vidrio la arenisca
formando una cascada.
Hoy, después
de tantos años,
esa misma
botella sigue guardada en casa
igual que un souvenir irremplazable;
preserva, de algún modo, sus esencias;
pero el tiempo que contiene es otro tiempo
y al mirarla, mis labios, en su afán
reconozcan
aquella misma sed, aquella tarde intacta.
LA DICHA
SE afana la tarde en perseguir recuerdos,
en querer remontar hasta el olvido mismo
de las cosas y hurgar en sus cenizas.
Remueve entre sus ascuas, como una sombra espesa,
aquellas viejas glorias de un tiempo ya apagado
donde nada fue acaso aquello que soñaste.
Luego vuelves a tierra, y herido de cordura,
abrazas el silencio, tocas fondo.
No es misión del recuerdo
devolver a los hombres la luz de su estatura,
hacer de lo perdido un bálsamo falaz
para sanar abismos.
Quedémonos aquí, distantes del pasado,
hagamos de esta llama intermitente
una hoguera común donde alentar la vida,
dejemos que este instante de luz inabarcable
nos cubra por completo y aspiremos
—dulces, suaves, ebrios de fragancias—
el don de compartir el uno frente al otro
las palabras, el tiempo, nuestra dicha.
SOUVENIR DE ESSAOUIRA
El
asombro es estar
delante
de unos ojos
y
no precipitarse hacia el vacío.
DJEMAA EL
FNA
HA venido a pedirme, a
través del cristal,
con toda su anciana
pobreza,
una limosna.
Intento simular
indiferencia.
Muevo el café como el que
obvia el mundo
y bajo la cabeza.
No he sido capaz de
mirarla a los ojos
a pesar de la luz
que brilla en esta plaza.
TOUBKAL
DESDE el
balcón de nieve
la grandeza
del Toubkal en tus pequeños ojos.
Nuestras
huellas
borradas del
presente.
Un puñado de
dátiles y almendras.
Este té que
azuza el fuego de tus manos
y nos salva
del mundo
y de su
ruido.
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