Es hora de rozar levemente
los tímidos horizontes que contienen
la voz de un árbol
y vomitar la pobre promesa
(féretro nacido para sí mismo)
de la nanotecnología
Hay que saber algo más
de las nubes que nos rodean
de aguaceros imprevistos
contenidos a su pesar
en nuestros adentros húmedos
Sigue siendo posible hoy
escribir un poema a pleno pulmón
y acompañar un fruto
sin enlatados cancerígenos
Ante la inminente subida
de los precios del pan y del aceite
es necesario hoy
avisar al vecino y a la vecina de que su casa
está ardiendo por algún punto cardinal
y llevarles entonces un cubo de agua
acercarse con levaduras
y tocar la puerta a diez manos
No queda otra
que hacerse visitable por abejas
defendiendo la perseguida hiedra invernal
y abandonar el arroyuelo
a su ser silvestre
y alargar su condena
ante la previsible turistificación masiva
Sigue siendo cotidiano
aunque no de moda
agradecer la comida que nos llega
desde una caja familiar de resistencia
frente a las alambradas que encarcelan
lo común bajo lo público
la democracia bajo algún tenderete de Wall Street
Lo sabrás conforme rías y sufras:
hay toda la luz en un sólo punto:
las revoluciones naturales son hijas
de un débil relámpago
No ansíes, nadie
nos puede exigir
que nos convirtamos en agua
(hay tanta sequedad en derredor)
pero sí huir de la voluntad
de ser torreones de arena
verdugos de lombrices
en sus trincheras inflacionistas
No hay nada nuevo
en este intento húmedo
de metamorfosis
con muchas minúsculas
Esta batalla
como todas las guerras
está llena de nuestros glóbulos rojos
vivos y enterrados a destiempo
muertos en sus propios sonrisas metálicas
féretros en su afán
de sangre hueca y fratricida
Nada que limpiar:
desangrarse (insisto)
abandonar los falsos nucleolos que tiritan de frío
descentralizar los instintos
re-evolucionar el iris
Somos aún musgo verde e ingrávido
conservamos toda la memoria de la luz
podemos aprender como futura flecha
ser copa de árbol que canta esperanzada
ser útil como polvo que embellece los caminos
y convocar así
la lluvia inabarcable
Aún es pronto para decir:
ésta es la ruta
Ya es tarde
para no saltar a otras orillas
para no madurar balsas y arcos
mujeres y hombres
venidos de todos los rincones
emigrados de todos los tiempos
Es hora
de hollar pasos impetuosos
como hiciera el hermano Australopithecus
intentar ser de nuevo
un homínido de raíces y de aguas
con la frente transparente
cual mirada de un corzo
con la mandíbula inaccesible
al suicidio de una carne in vitro
Para recuperar la revolución caminante
de un bipedismo mundano
los esqueletos deberían incordiar
la silla del oficinista
el ojo tuerto de un pantallista
el sexo hecho de agónicos cables
salir de paseo sin libros de autoayuda consumible
entregar el deseo más allá
de una tarjeta de crédito insatisfecha
Pediría a la humanidad consciente
que hablase más con las estrellas
que supiera del aullido hermano
de las ramas de un árbol
Sólo desde ahí tendría sentido
ponerse a repartir bocadillos
de mermelada casera y porciones
de animales que pastan alegres en un monte
entre los primeros asaltantes de bancos
y de plantas embotelladoras
de nuestras aguas
Posteriormente sofocaríamos
con jardines sinuosos
como para perderse entre amantes
las escasas minas que nos separasen
de un cielo más protector
mientras vamos arrancando
las esquirlas de metralla
que atronan en este viejo continente
Se demolerían fábricas de odio
reemplazándose por hospitales universales
para los glóbulos más lacerados
pero aún rojos y hermanantes
preguntando de paso entre las personas más heridas
y más antiguas en el caminar de la especie humana
cuántos organismos africanos
merece la pena mantener en pie
aquellos que aún pueden
respirar por sí mismos, continuar siendo ancestros
Aún habría quemaduras fósiles
que restañar
tras la escasez súbita de petróleo
Pero al menos lo diverso
la misma fotosíntesis convertida en sangre de mil colores
no estaría fagocitando la vida
injustamente a favor
de estas llamaradas de muerte
Somos esta tierra que hemos maldecido
y su carbonizado eco
Noé sólo podrá alquilar su historia
a principiantes desesperados
pues todos seremos gran naufragio común
y también el agua que nos desahogue
Saben la herida las ahogadas
y la tierra pasto de ignorantes llamas
pero es aún un saber durmiente
que somos pobres campanas
de barro encauzado y aún más pobre
que poco podremos tañer
sin los tintineos de las cabras
sin el ulular de los bosques
sin las madrigueras calladas
que rompen el cemento
de sus centros comerciales
Asumamos el paso dubitativo:
sólo sobrevivirá al diluvio de desiertos
quien enrede sus filamentos
con otros musgos balbuceantes
No habrá un nuevo amanecer
si no que será distinto
y cabe la posibilidad
que lo divisemos
desde un montículo de huesos
como fin de fiesta
Todo esto saben el humo
y el fondo de nuestros gritos
Pero todo es aún demasiado gris y sordo
todos los que insisten en colocar su vida
lejos de los pájaros
Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario