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martes, 26 de noviembre de 2024

UN SOLLOZO DEL FIN DEL MUNDO de MATÍAS ESCALERA CORDERO (fragmento III)


  

 

… Si lo consideramos bien… Dijo, mirando a la obispa Marie Claire… Veremos que es algo que no tiene vuelta de hoja: cuando no hay fe, queda la religión; cuando no hay lazos de vida, está el matrimonio; cuando llega el aburrimiento y no hay acción en nuestras vidas, el turismo y el deporte nos dan la ilusión del riesgo y el movimiento; cuando no hay vida, cuando no somos nada, nos lanzamos al consumo y al efímero disfrute del tengo más que los otros; cuando no hay inteligencia ni creatividad, la burocracia académica y escolar nos compensa de esa falta; cuando la revolución ha fracasado o la hemos olvidado, nos aferramos a la Organización; cuando la democracia ha fracasado o la hemos olvidado, nos aferramos a la fantasía del sufragio universal, cada cuatro o cinco años…


… Está claro, sin el ritus, no hay vida posible… Asiente, Ximenes…


… Nuestros ritos cotidianos nos salvan; sin los ritos culturales, religiosos, políticos y sociales que nos componen, no resistiríamos ni dos minutos cuerdos. Si la mayoría de hormigas humanas no tuvieran rituales, obligaciones autoimpuestas, contra el vacío, se morirían de pena o aterrorizadas…


… ¿No es un poco cínica y desoladora esa manera de expresarlo, señor comisario…? Se atreve a intervenir la joven archidiácona…


… Puede ser, por eso mismo los rituales de la muerte en común o del suicidio colectivo tienen tanto sentido y tanta fuerza, siempre han existido; y por eso también a las iglesias y a los estados nos costó tan poco justificar… Respondió Ximenes, antes de que la obispa, que hacía ademanes de querer intervenir, pudiese terminar de procesar la información y el punto de vista de Klein; aunque, al final desistió…


Los levantadores de muros, según el cardenal sudamericano, lo sabían y se estaban despidiendo del sinsentido a su manera digna y melancólica; aislada y solitaria, eso sí, pero intensamente ritualizada.


… Tal vez, son los únicos que están dialogando, en estos momentos de tanta confusión y tan aciagos, directamente con Dios… Sentenció, mientras pasaba su espectrómetro por la botella de agua, como si tal cosa, como si no hubiese revocado, en un segundo, una buena parte de los dogmas y creencias sobre las que se cimentaba su poder eclesiástico… La joven archidiácona lo miraba boquiabierta, se sentía fascinada…


Aunque, en opinión del cardenal, había un rito que representaba substancialmente a la postmodernidad y, de alguna manera, también a su fin, al fin de la propia postmodernidad, el deporte espectáculo, uno de los mecanismos de canalización, ocultamiento y control de masas más efectivo de la historia, y el único engrudo que mantenía una cierta ilusión de realidad global y planetaria.


Por eso, rituales tan potentes e infinitamente más reconfortantes que las ceremonias del Tránsito eran, a su modo de ver, los grandes eventos deportivos de masa y las innumerables competiciones a lo largo y ancho del globo que, como las olimpiadas y los campeonatos continentales y del mundo, mantenían esa ilusión y ayudaban a olvidar su rabia y malestar a las masas.


Los deportes espectáculos más difundidos, sobre todo, el fútbol, se habían convertido, desde finales del siglo pasado, en los rituales preferidos de la especie… Si las guerras habían perdido ya su legendario poder litúrgico y concitador de voluntades, los deportes espectáculos, no… La creación de las grandes ligas territoriales y de los campeonatos zonales y mundiales abiertos; la emancipación química, esto es el libre uso de estupefacientes de desarrollo e implementación técnico/muscular, la participación de cientos de equipos y de selecciones de todo ámbito y naturaleza, la mayoría financiadas y patrocinadas por las grandes marcas comerciales y corporativas; y el extraordinario uso mediático de esos eventos por los gobiernos y por esas mismas corporaciones y marcas han logrado el milagro de mantener la ilusión de los viejos vínculos universales, y miles de millones de seres –también Klein– se apasionaban, se olvidaban y se emocionaban, cada día, con las idas y venidas de sus equipos preferidos, que amaban sobre cualquier otra cosa… Los de Klein eran aquellos que jugaban bajo la denominación de una de las primeras franquicias intercontinentales en constituirse, el Liverpool-Zhen-Zen, último campeón euroasiático, que se disputaba el cetro supercontinental con otra de las franquicias más potentes, la recientemente refundada, Bayern-Galaxy.


Las emociones parecen absurdas, pero son extremadamente lógicas. Los aficionados al fútbol parecen enloquecer en el supremo momento de la competición, sus reacciones nos parecen absurdas, el estado de euforia, a menudo, de verdadera ebriedad emocional, los aleja de toda consideración lógica del mundo y de sí mismos, pero, si contemplásemos los motivos particulares de cada uno de los aficionados que parece enloquecer, veríamos una indudable lógica entre ese estado de olvido extático y la causa íntima, digamos dolor, trauma, frustración, cansancio, rechazo, fracaso, pero también un lúcido conocimiento o el fatal encuentro con el sinsentido, que lo provoca. 

 



Matías Escalera Cordero. Un sollozo del fin del mundo. Kaótica Ed. 2023



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