documentos de pensamiento radical

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viernes, 29 de noviembre de 2024

Canto I: Somos la herida

 




Todo arde ya

pero nada subterráneamente

pero nada fuera de ti y de mí



El corazón ya no nos nace

de la estirpe enraizante de algún olivo

y es también

un decreto universal de incendio



Somos el humo de este planeta

y la evaporación de nuestra especie



Hemos ardido ya la posibilidad de rescatar

el ojo blanco de un gamo muerto

y la semilla autóctona que hicimos

presa de nuestro olvido



Está ardiendo la cosecha de miel y el viaje

del polen a nuestros huertos

y los presupuestos se incendian

con el vuelo de helicópteros privados



Arderá el reflejo de nuestra memoria

en la hierba verde y violeta

y también el derecho a elegir

la tierra de los antepasados

como destino de nuestro presente



Tantas y tantas cosas son

las que empiezan de nuevo a arder

cuando se apaga el abrasador fuego

cuando las imágenes nos incendian

de vínculos asépticos con la muerte

cuando la noticia siguiente

es la escasez de cubitos de hielo

para nuestro penúltimo whisky



¿Qué especie puede aspirar a la vida

si se enoja con los charcos de la lluvia

si huye de la imaginación de los arroyos

si desalienta su condición de barro?



Bajo la herida tiritan incomprendidas

las bocas de los árboles

y apenas en una mano cogen

las personas sembrando hilos de savia



¡Qué incendios tan oscuros y grandes!

¡Qué cunas nacemos tan acopladas

a los carritos semióticos

tan poco simbióticos de un supermercado!

¡Qué poesía tan débil que apenas

pronuncia textos y palabras!

¡Qué fácil verter tanta sangre

en tan pocos lavabos financieros!

¡Cuánta agua ahogada

bajo escombros metálicos!

¡Qué solo el comensal exultante

que sólo abraza las nubes que nos desnutren de agua!



Pero no es el fuego el que nos atrapa

pues en él arde la muerte vital

la que nos hace libres y oxigenados

Nos atrapan los pescadores sin brazos

los que precisan carne humana

para sus remos moribundos

los que apesadumbran los océanos

con cadáveres de cristal apenas visible



El Arca que nos mencionan

es una maraña de monedas globales y oscuras

y Noé no subirá a la cubierta

hasta que se le acaben los opiáceos



¿Cómo hablarte entonces

de humanidad

o de enemigos

cuando vamos en manadas estrechando

el tiempo, sus lazos

y la biodiversidad que acusa al humo?



¿Cómo amar de nuevo vuestra voz

la dulzura y la nieve

si somos un horno cegador

un apóstol tirano y diabético?



La gran herida que nos mata

es aún la vida:

son los pájaros amazónicos

revoloteando a deshoras

en nuestra Antártida cerebral



La gran herida soy yo

y las migajas de mis miradas

y de mis pusilánimes dientes



La gran herida es nuestra

y ya no es invisible ni indolora

y ya no hay vacíos para trincheras ausentes:

somos los sacos de arena

que han preparado

para obstaculizar el avance

de sus balas ignífugas



La gran herida es la hilera

de hilanderas sin sueldo

de pobres sin dientes

de obsesos por dulces de colores amargos

de mestizos y negros ocupando portadas

y vallas de espino calculado



La gran herida son las pandemias

dispuestas a repartir

su ración de hambre

en sus platos de hipocresía



La gran herida es un campo ahogado

por los bajos precios y los embudos

de señoritos y grandes distribuidores

y los incisivos puestos a limar

en los montes circundantes



La gran herida es el faro

ensimismado

de hombres encadenados a un parte de guerra

y a una conmutación de deseos

por prostíbulos virales

de impulsos por cadenas de ordeño




Yo no soy la gran herida

y soy todas vuestras heridas posibles

porque de mis glóbulos rojos ascienden

leves disculpas

y miradas para otro lado



No soy como el árbol

que tiembla impasible y agradecido

con cada viento



Soy más bien la rama caída

mitad savia muerta

mitad vida en cercenada tierra

que ya no mira directamente

a los ojos de la fotosíntesis

y debe esperar el apoyo diario

de bacterias que se acerquen a incorporar

su débil respiración



Quiero al menos con mi presencia

anunciar los labios que faltan

que me faltan

y las vallas no saltadas ni siquiera

percibidas en la huida



Ésta es mi excusa:

hiero y me corrompo para sobrevivir

para mantener vivo un afecto

que me distancie de la muerte de mármol

y de los pilotos de bancos y petroleras

ahora reconvertidos

en Pilatos de bomberos y coches eléctricos



Éste es mi aprendizaje:

vivir sobre

sin nadie debajo

amar sin un dentro

y un afuera



No encierra un canto ni una llama

este poema casi en blanco

pues son letras planas

y todo es impulso a nuestro alrededor

pero bien podríamos reagrupar

sus fonemas y rehacer alguna mesa colectiva

de una asamblea no sospechada anteayer

o utilizarlo como manual de ilusiones

para tirar mujeres y hombres

de un pan desvestido de circos

pero pleno de verbenas repletas de azadas

y álamos enamorados de sus ríos

para desarmar y rehabilitar

el corazón mustio

de las ciudades inservibles



Contiene este canto

el hueco apacible de una flecha

y su color transparente

tan sólo

quisiera clavarse en ti





Si mi flecha quiere ser verde

es porque los árboles están llorando de noche

su cuerpo sin descanso

cada año un 2% más de agua

subiendo prematuramente a los cielos

y al amanecer la luz inicia menos partos

y certifica más hojas enterradas

en un ataúd que nos hierve



La herida tiene aquí

cual fusilamientos nocturnos

cuatro grados más de espesor

para que robles, cerezos y algún castaño

suban sus postreros

peldaños fúnebres



La evapotranspiración

son las lágrimas

del cambio climático



Y nosotros no somos pañuelo

sino tristeza seca y deshabitada

cauce infértil para el mundo:

avanzamos como desiertos

impusimos a los ríos

dejar de ser ríos

sólo mantuvimos más deprisa

la promesa de llegar raudos

a un recalentado mar



Golpeamos este jardín

con el hacinamiento animal

y la servidumbre debida

a los Zikas, los SARS, la gripes, los coronavirae

y con sus notas aún atronamos más

como trombón desnortado que envenena el aire

implantando el ojo por ojo

árbol por estantería de grandes almacenes

animales estresados y autopistas de carne

para locura de nosotros mismos

pan de humo amazónico

como vómito de miga negra

dioses pixelados

para la insurrección de los venideros muertos

y un largo etcétera para no dejar

de golpearnos nosotros mismos

en la lengua que nos dice quienes somos



La herida que arde no admite otra cosa

que nuestra re-escritura a tientas

que fonemas y cuentos se enamoren

del agua de la vida

que refranes y manteles

sean menos conservadores y autoproféticos

que las cooperativas sean circulares

y los bares se llenen de pensamientos



Y quizás algún día sí

esta flecha verde se yerga

y nos desacerque

del hambre y de aquel hombre

y nos permita reconocer

sólo un poquinino

el sagrado vínculo

entre fogones y versos



Pero hoy la herida nos escribe

con su surco negro e infinito

desdibujando paisajes del ayer

aventurando infiernos del presente

duele su punzón sustituyendo al arado

duelen las cabezas sin campos ni tierra

se nos muere la existencia

porque la vida no nos enhebra

no nos surca

no nos está hiriendo



Primero inventamos el fuego

y aprendimos de nuevo a comer

en un planeta más ancho y más poblado

luego nos atontaron con la pulsión calorífica

de un planeta negro y de intestinos fósiles

y dijeron que su reino no tendría fin

pero el PIB anda hoy despistado

parece ser

es básicamente una forma

de quemar esta humanidad que empezó

a oler a humo

en recientes e industriosos siglos

de hacer arder los vínculos entre naturaleza

y esta especie por venir de humanos:

del fuego hemos pasado

a ser destellos inútiles de nosotros mismos



Nada probará este incendio

que se alza sobre el epitafio mismo

de sus devaluantes estadísticas:

crecen los árboles plantados por Navidad

y crece la hierba en la tundra recalentada

y pierden siempre los mamíferos

de porte más alto, las aves

de vuelos más largos

los suelos negros como úteros de luz



Nada probará este incendio

excepto lo minúsculo de este ser humano

que arderá antes que la hierba

que pisa y le da de comer tres veces al día

que será carne de carbón

mientras se cierra por falta de agua

la última mina y el último proyecto de fracking

que quedará mudo bajo el chirriar postrero

de la maquinaria de acero y pixeles

grito vacío de metal que yace despoblado

de sangre y de sueños a su alrededor



Mi flecha reverdece ahora que decretan

el final de los días

como si aspirase a ser el rayo de luz del último ocaso

con el deseo de hacer temblar esta noche negra

y temblar yo en tus ojos de castaño



Por ahora sólo emancipo

versos de papeles algo repetidos

carantoñas de cerezas

y piel aún alterable



Sería necesario un tsunami

de aguas fértiles e intestinales

para que durmieran su sueño irreparable

estas llamas tuyas y mías

y de falsos empresarios de barcos

para que despertáramos de nuevo

a la espiritualidad de la humedad

que une el adentro y el afuera





Libar árboles, libar tus ramas

y así volver a mi savia





Porque mi flecha verde

no precisa un arco

si no tu cuerda

el amor tenso y lírico

de los músculos ajenos




Ángel Calle. Revoluciones naturales. Ed. La Imprenta, 2024

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