DEFINICIÓN DE JOVEN
Yo fui un día, durante muchos días, parque, alcohol, mudanza.
En medio de las tormentas y el estruendo del verano fui un joven que paseaba orgulloso bajo la lluvia.
En mi memoria soy el héroe del pelo húmedo, la camisa mojada, un imbécil que intentaba detener los relojes corriendo.
Una vez paré el crono por debajo de los nueve minutos. Quien haya corrido un tres mil sabe que no es una mala marca para un joven de 16 años recién cumplidos. Entonces creía en mí y después empecé a fumar. Todo lo hacía sin esfuerzo. Por eso era joven.
Una tarde esquivé el caballo sin saberlo y por eso estoy aquí, por cosas que no sé cómo ocurrieron.
Olvido García Valdés me dio una postal de El jardín de las delicias. Escribí algo que luego ella leyó en voz alta. Supongo que eso también ocurrió por algo.
Ya te conocía. Huías de los paraguas buscando la intemperie, no tenías frío ni miedo a quemarte al sol, posabas tus ojos a lo lejos y yo me conformaba con mirarte.
Hubo una huelga general y nosotros hicimos el amor aquel día. Después acudimos a aquella manifestación. Aún conservo esas imágenes, fotografías de esa tarde, pero creo haber olvidado todas las consignas.
Fui joven es un sintagma sencillo, o acaso no. Alto y bajo, delgado y gordo. ¿Será esto antipoesía? Nicanor Parra se reiría de mí con razón.
Cuando se es joven no se pregunta. Las cosas ofrecen su puro nombre, se plantan ante uno íntegras: amar es amar, llover es llover, las piedras están allí para lanzarse, el hielo no existe, el sexo es un portal y tú estás allí para quedarte.
Ser joven. Huir de los paraguas. Creer que ver llover es como ver respirar. Y no es lo mismo. Llover son solo gotas de agua que caen sin más y nos mojan. Respirar, a veces, cansa.
Huir, creer, ver, llover, respirar. Tantas erres hacen ruido, y decir sin ruido, a esta edad, se ha convertido en imposible.
Y aquí estoy yo, con un paraguas en la mano, esperando la llegada de alguna nube que confirme la certeza que tengo y me permita decir en voz baja que llueve mientras tú respiras recostada en el rumor del agua, que nos mojamos al lado de la fuente apagada de la plaza.
LA INCERTIDUMBRE
Solo hay viaje de ida, sé dulce.
Antonio Orihuela
Una nota de John Cage sonará
dentro de 639 años
en una solitaria iglesia en Alemania.
La partitura en la que está escrita,
su silencio,
la estamos escuchando ahora.
También escucho cómo tus manos pasan
en este instante a mi lado
y no alcanzo a tocarlas.
Seiscientos treinta y nueve años y este instante.
Todo forma parte del mismo viaje,
de este permanecer extraño,
de esa lejanía que nos tienta y escapa.
No busques el final de ese éxodo,
solo camina
y abraza a tu paso lo que puedas.
Llegar sería cometer un delito,
pagar una pena.
La incertidumbre es no saber jamás el lugar
que has elegido para morir.
ESTÁN AHÍ
Están ahí y cuentan en silencio.
Son parte de una elipsis no querida.
Digo memoria y aparecen.
Una leontina manchada de arcilla.
El pie descalzo y el zapato al lado.
Las gafas sin el brillo de unas lentes.
Esquirlas de cristal opacas, ciegas.
Un botón de tierra y oculto nácar.
Una hebilla sin lustre y sin cinto.
Una antigua cartera de piel vuelta
en la que asoman, como tripas rotas,
papeles húmedos, sepias, terrosos.
Un pincel fino desmaquilla objetos
y huesos quebrados y en desorden.
Una mano de látex acaricia
piadosa la cartera gastada.
Unas pinzas quirúrgicas revelan
la historia ochenta años después.
Hubo un sastre en este pueblo y lo mataron.
Era joven en la foto
y en sus brazos reía una niña
y entre uno y otro se acurrucaba una mujer.
Ya todos están muertos.
Llueve sobre esa tierra que fue baldía
y un tempero dulce se apodera de ella.
Llueve para lavar con dignidad
las herramientas que fueron usadas
en la búsqueda de la memoria.
Están ahí y cuentan en silencio,
narran su intimidad los ausentes
y nos sentimos aliviados.
GARCÍA ALONSO, José, Erosión, Editora Regional de Extremadura, 2024, Mérida.
Obra de Amable Arias
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