documentos de pensamiento radical

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miércoles, 13 de agosto de 2025

6 poemas de EL PUPITRE ASIRIO de MARINA AOIZ MONREAL




El que truena,

el que da el rayo

y el que brilla


Sé quienes son y de dónde vienen.

Tan grandes,

entraron al centro comercial

por la primera puerta.

¡Polifemos!, gritó

una dependienta.

Se generó el pánico

mientras los tres desgraciados,

con un solo ojo por cíclope,

se aferraban

a las peores basuras de las rebajas.

 

¡Ah Brontes, Esteropes y Arges,

artistas hace años,

qué desamparados os veo!

 

Hijos de Tierra y Cielo,

otro tiempo fue aquel

de metales nobles

en el taller de Hefesto.

 

Cuando llegaron ellos,

vestidos de Adolfo Domínguez

y con un ladrillo en cada mano,

los cíclopes huyeron.

Vagan cubiertos de harapos.

Sé quiénes son

y qué caminos han hollado.



La casa del sabio es recogida

 

Claro que tú, Séneca,

contemplas el mundo

desde tu pedestal

de patricio romano.

De pura cepa.

Bebo con una pajilla

de tu brebaje

“versión estoica de la vida”

y por el intersticio

de la tercera ventana

veo un cielo grande

como el de una noche

de verano adolescente

tumbada sobre la tierra caldeada.

 

Ávida de un sueño embellecido,

mi casa tiene alas

y en el batir del alboroto

un crotorar ingenuo

o cadencioso ulular,

reparte por los senderos.

Mi casa de pájaros sin nido.

Mi casa de luceros abandonados.


 

Promesas

 

Cuídate de Agripina, hermana.

Con sus ojos de acero

taladra tus céntimos de inocencia.

 

Huye de su canto de sirena dermoestética.

Crispante, su santuario es humo de culebra.



¿Y la llave que va a todas las puertas?

 

Escribo égloga

y recorro una llanura

sin ningún horizonte.

 

Si arpa,

una vibración

que me deja rendida

mientras avanzo

por hectáreas de secano

convertidas

en auténticos pantanos.

Patatales inmensos.

Delirantes tomatales.

 

La luna me turba.

Mi voz de mendiga

en el fondo de los cántaros.

Garzas enfermas.

Llaves inglesas.

Tuberías gigantes

y depósitos sin fondo.

 

Escribo aspersor

elegía batalla perdida

ave esteparia crujido.



cogitabunda, aurífera, brazuda

 

Sí, claro, muy pensativa

para seguir muriendo tanto.

Con la locura del trazo perdido

en los laberintos griegos.

 

O con la Muerte sin fin

del poeta Gorostiza.

De rebajas.

Escondida

en las oscuras raíces del olvido.

En las tumbas de cometas,

con la pesadumbre de la carne,

fracturada.

 

Brazuda. Aurífera. Cogitabunda.

Ahogándome en una lágrima.



¿Y el corchete deísta que enarbolo?

 

Dónde dices

que estallan las prímulas.

No veo sino flores harapientas.

Eso sí, elegantes

y ortodoxos canallas

construyen sus madrigueras

en el estiércol.

 

Corchete:

Ministro inferior de justicia

encargado

de prender a los delincuentes.

Qué raro me suena todo.

Aunque pensándolo bien,

el corchete deísta que enarbolo

es táctil y escarlata,

así como higo, bóveda,

canario, pañuelo, amigo.

 

Si me salvo

os llevaré conmigo en el poema.

En barcaza de iroko

a navegar

por el mar de los suspiros.

¡Pobre cíclope mío;

Ulises, cariño!

¡Venid todos. Rápido!

Hércules, Séneca, Alejandro.

Dejad de morir a cada rato.

Por una noche,

se puede salir

de los libros sin abrigo.

Mañana será otro día

y para los resfriados,

mentas y tomillos.

Luego entraremos

en el bosque prohibido

y estará lleno de violetas

y ojos que nos miren el trasero.

 

Será una aventura desmedida

descubrir el sexo de la luna.

Sobre caballos blancos y negros.

(¡Parecen letras!).

Contra los claros del bosque

y los patricios.

Contra matronas y espadas.

Contra iglesias.

Espaldas erguidas;

tirando como locos

de las crines trenzadas,

al galope, al galope.

 

Hartos de elegías

y perfectas morfologías,

nos inclinamos hacia la bestia.

Pero ¡ojo!,

en el bosque

hay algo más que ciervos.

Son ellos. Van de cacería.

Mejor refugiarse

en un libro de bolsillo.

 



Marina Aoiz Monreal. El pupitre asirio. Centro de Estudios Bilbilitanos. 2011

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