[1] Sobre esto ha vuelto Amador Fernández Savater en un texto notable: “En los años setenta, el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini propuso pensar el conflicto político como una disputa fundamentalmente antropológica: entre diferentes modos de ser, sensibilidades, ideas de felicidad. Una fuerza política no es nada (no tiene ninguna fuerza) si no arraiga en un ‘mundo’ que rivalice con el dominante en términos de formas de vida deseables. Mientras los ‘hombres políticos’ de su tiempo (dirigentes de partido, militantes de vanguardia, teóricos críticos) miraban hacia el poder estatal como el lugar privilegiado para la transformación social (se toma el poder y desde arriba se cambia la sociedad), Pasolini advertía –con sensibilidad poética, esto es, sismográfica– que el capitalismo estaba avanzando mediante un proceso de homologación cultural que arruinaba los ‘mundos otros’ (campesinos, proletarios, subproletarios) contagiando los valores y modelos del consumo ‘horizontalmente’: a través de la moda, la publicidad, la información, la televisión, la cultura de masas, etc. El nuevo poder no emana, irradia o desciende desde un lugar central, sino que se propaga ‘indirectamente, en la vivencia, lo existencial, lo concreto’, decía Pasolini.
En el vestir y en los andares, en
la seriedad y las sonrisas, en la gesticulación y los comportamientos, el poeta
descifraba los signos de una mutación
antropológica en marcha: la revolución del consumo. Frenarla desde el poder
político sería como tratar de contener una inundación con una manguera. No es
posible imponer otros contenidos o finalidades a un mismo marco
de acumulación y crecimiento. Es más bien al revés: el modo de
producción-consumo será el que determine los márgenes del poder político. Una
civilización sólo se para con otra. Son necesarios otros vestires y otros
andares, otra seriedad y otras sonrisas, otra gesticulación y otros
comportamientos. La disputa política (la que no es simple juego de tronos)
expresa un ‘desacuerdo ético’ entre diferentes ideas de la vida o, mejor, de la
vida buena. No ideas que flotan por ahí o se enuncian retóricamente,
sino ideas prácticas encarnadas, materializadas, inscritas en los gestos y los
dispositivos más cotidianos (Facebook, Uber o Airbnb son figuras del deseo,
de ahí su fuerza).” Amador Fernández Savater, “Una vida que se basta a sí
misma: la revancha de los valores del sur”,
eldiario.es, 30 de junio de 2017; http://www.eldiario.es/interferencias/capitalismo-crisis-revolucion_cultural_6_660094029.html
En: Jorge Riechmann. ¿Vivir como buenos huérfanos? Ensayos sobre el sentido de la vida en el Siglo de la Gran Prueba. Ed. Catarata, 2017
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