[1] Explica Jean d’Ormesson que en la prosa de Diderot late la convicción
de que “todos los seres circulan unos en otros (…). Todo es un flujo perpetuo
(…). Más o menos, todo animal es un ser humano, en parte; todo mineral es, de
alguna forma, una planta, y todo vegetal tiene algo que ver con el reino animal
(…). No hay más que un individuo, que es el Todo. Nacer, vivir y morir es
cambiar de forma”. Jean d’Ormesson, Une
autre histoire de la littérature française, Nil Éditions, París 1997, p. 149-150.
En: Jorge Riechmann. ¿Vivir como buenos huérfanos? Ensayos sobre el sentido de la vida en el Siglo de la Gran Prueba. Ed. Catarata, 2017
Luego la identidad es auto-engaño. ¿Necesario?
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