El
niño y el lobo que dejaron sus huellas
bajo
el panel de los leones de la cueva de Chauvet
con
cinco mil años de diferencia.
El
que se proclama rey de la creación
y
a continuación convence a otro
para
que cargue sobre sus espaldas
con
el saco de bacalao.
El
remero griego que aterrado por el color de las aguas del Tinto
lo
bautiza con el nombre de río del olvido.
El
barco fúnebre cargado de espadas de lengua de carpa
que
arde en la ría de Huelva.
Hammurabi,
que pensaba que sus mayores enemigos
eran
los asirios y elamitas
y
no las hamburguesas y Walt Disney.
Sócrates,
con coraza de hoplita, hostigando a los corintios,
para
salvar la vida a su enamorado Alcibíades
herido
en la batalla de Potidea.
Felipe
II encargándole a fray Andrés de Urdaneta
una
nueva expedición a las Islas del Poniente
con
la misión “de saber volver, porque la ida ya es cierto”.
Martín
de Roda volviendo con más de cien libros
del
primer viaje de un español a China.
Baruch
Spinoza soñando que pule
un
cristal con un claro laberinto dentro.
Tristan
Corbière escribiendo en Les amours jaunes
cómo
del regalo puro de tu cuerpo
recoges
mi tristeza con una toalla azul.
Anna
Chimyakina disculpándose ante su marido
por
haber colgado boca abajo Improvisación 4
mientras
él permanece embelesado en esas formas y colores
que
cuando pintó el cuadro no había visto.
John
William Godward escribiendo en el reverso del sobre
donde
le manda su marchante de New York una carta
felicitándole
por las ventas de sus últimos cuadros
la
palabra GAS.
Ácrata
Vidal diciéndole al director de su periódico que,
siguiendo
las indicaciones del Sindicato de Artes Gráficas de la CNT,
los
linotipistas no montarán ningún artículo que denigre
o
vaya en contra de la clase obrera.
Plató
Peig ofreciendo sus versos surrealistas
en
la humedad roja y verde del cabaret La Sirena
a
cambio de cocaína, absenta o cafés con leche.
John
Cage esperando a Richard Buhlig
durante
doce horas en la puerta de su casa
para
pedirle que toque para él el Opus II
de Shönberg.
Buenaventura
Durruti bromeando con Clemente Cuyás,
dentro
de un Packard camino de la Ciudad Universitaria,
sobre
el coche de la lluvia que había visto
en
la galería Pierre de París.
Bessie Smith murmurando
Belchite, Belchite,
en
la ambulancia que la lleva
por
una larga calle solitaria de Clarksdale.
Juan
Ramón Jiménez sentado en un banco de la plaza de Saint Sulpice
paralizado
por la ignorancia, la sordera, la indiferencia de Francia
a
la guerra de España.
Giacinto
Scelsi componiendo Pranam II sobre
una sola nota.
Albert
Hoffmann regalándole a María Sabina
una
bolsa con pastillas de psilocibina
que
había sintetizado en su laboratorio.
Cary
Grant, rescatado del alcoholismo por el LSD,
pregonando
a los cuatro vientos
que
la hierba es más verde de lo que creemos.
Allen
Ginsberg, un amanecer muy frío de morfina y metanfetaminas,
volviendo
tras los pasos de la niña que caminaba asustada
por
los muelles de Lower East Side
comiendo
los primeros tomates venenosos de Norteamérica.
The Velvet Underground
cantando “The Nothing Song”
en
la película Batman Drácula de Andy
Wharhol.
Lawrence
Ferlinghetti sorprendido por un vendaval en la cala de Maro
el
día que yo nací, y donde hicimos un refugio de hojas y juncos
el
primer verano de nuestro amor.
Lew
Welch adentrándose en el bosque
para
reclamar una forma nueva
y
seguir aprendiendo.
Salvador
Puig Antic cruzando su mirada
con
un anciano de sesenta años llamado Antonio López Sierra.
Eight Finger Eddie
escribiendo My rise to relative obscurity
en
un cafetín de Anjuna.
El
dictador que, como los antiguos faraones,
hizo
que veinte mil esclavos le construyeran una tumba
para
enterrarse en ella rodeado por 33.800 personas
que
él mismo había mandado asesinar.
Mariluz
Nájera camino de Callao
una
fría mañana de enero
en
la que se cruza con dos hombres que empujan un Dodge.
Herbert
Huncke cerrando sus ojos de yonqui agradecido
en
una habitación del Chelsea Hotel pagada por los Grateful Dead.
Juan
Carlos Valera con un Cheiw en la boca
conduciendo
su Alfa Romeo Pininfarina por la N-332
bajo
los cielos nublados de la playa del Carritxal en Villajoyosa
el
día de la cremación de Cögyam Trungpa.
Uberto
Stabile mirando cómo descarga en los aleros del hotel Las Palmeras
la
misma agua que fluye turbulenta bajo el puente colgante de Occidente
en
Santa Fe de Antioquía.
Javier
Corcobado cantando “Cien mil caballitos de anís”.
Las
manos vacías y los pies llenos de barro de Nanao Sakaki.
Silvio
Fernández Melgarejo muriéndose de sí mismo.
La
luz filtrándose a través de los pétalos de un lirio de agua
el
primer día de la última primavera de Joanne Kyger,
y
mi hermano Jorge que me toma del brazo para pasear
y
me dice que esto de la poesía va de estar atento,
celebrar
la vida, no acostumbrarse, encontrar cosas
y
recibir regalos.
Sí,
girasol, que giras sin cesar en esta corriente sin peces,
donde
todo ocurre como en un sueño bajo los almendros,
por
dentro todos somos dorados girasoles, no dejes
de
danzar.
Antonio Orihuela. Campo Unificado. Ed. Olifante, 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario