Su mujer ha comprado en la tienda que fue de ultramarinos
botellas de aceite refinado, azúcar en paquete,
legumbres y morcillas,
latas de conservas encartonadas con colorines,
cartuchos de vino tinto,
leche en botellas,
lomo de cerdo,
galletas con vitaminas.
pan cuadrado de molde
y una vela para un pastel.
La cajera novata no encuentra un precio oculto,
el comerciante vigila receloso,
el marido acaricia ya el monedero de la paga extra,
es 19 de julio de un año de ilusiones,
protesta agradecido por el peso
de la bolsa de tela con flores verdes como el billete de mil,
y dice que gracias a Franco ya no se pasa hambre
y que nunca ha vivido mejor.
No ha leído ni un libro afortunadamente,
ni falta que le ha hecho
para aprender lo ya sabido desde niño.
Va a celebrar en casa sus veinticinco años y cuatro de casado,
se acerca 1965 y hay paz y buenas misas.
No llueve y hace sol.
El futuro del país se muestra esplendoroso.
Antonio Santos Barranca
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