Uno
que mira en derredor
y piensa:
el crimen
de quienes convierten a la
gente
en esto
¿cómo podría expiarse?
Uno
que apenas soporta su dolor de muelas
¿se atreverá a hablar de los
presos políticos,
ijares desgarrados por la
tortura?
¿Se acostará cerca del
trabajador bananero
a quien han destrozado la
rodilla de un tiro
por querer organizar el
sindicato agrario?
¿Le lamerá las manos
destrozadas al joven ladrón de coches
crucificado contra aquella
valla
en la periferia protestante
de Belfast?
Uno
que piensa: esto que hemos construido
es el negativo de lo que
sería
la vida verdadera, pero
enseguida repara
en la inexactitud del símil,
no es así,
imagen negativa y positiva
se entreveran, se proyectan
juntas en esta figura
angulosa y excesiva
de nuestro vivir, y no
Uno
que ve a otros
leyendo manuales de
autoayuda,
El Tao de la sanación, El hombre
autorrealizado, y sabe:
lo que tú no sepas
nadie puede enseñártelo.
Tu palabra del dorso
has de decirla tú
Se
le ocurre entonces que hay que llamarlo
Rimbaldo, el rápido
Rimbaldo, y quizá entonces
algún adolescente no menos
rápido pensará cómo
un futbolista tan rápido
puede haber escrito
tan raras prosas, Una temporada
en
el infierno, quizá la amenaza del descenso
a la segunda división, y la
mano
quede prendida del papel y
el ojo conectado
con la mano, y el veneno
verde
penetre lenta pero implacablemente
con la noche y se haya ganado
un muchacho insomne y
azorado, un despojo
con el que juega carnicera
la belleza, un lector
Uno
que vuelve a lo mismo,
la hormiga más sencilla, la
sed más elocuente;
uno que sabe que toda
tormenta
entrega a la postre su
urbano vaso de agua
Uno que sólo llega
allí donde ya estaba
pero le cuesta, le cuesta
Uno
para quien el yo debería ser
como una moneda gastada:
ahora en mi mano
ahora en la tuya
ahora cae al suelo
y se perdió
Uno
que antes de acabar relee
la luz de Whitman:
estos son en verdad los pensamientos de los hombres
de todas las épocas y de todos los países; no son originales,
y si no fuesen tan tuyos
como míos, no valdrían nada, o casi nada,
si no son el enigma y la
solución del enigma, no valen nada,
si no son cercanos y remotos
al mismo tiempo, no valen nada,
ésta es la hierba que brota
dondequiera que hay tierra y agua,
éste es el aire común que
baña al globo
Uno que se repite:
inteligencia
de lo común
Uno
que a sus 39 años
deja de tener prisa,
la flor lejana no aroma más
que la adyacente,
es el libro releído el que
libra su secreto,
las tardes son dulces si las
subraya el sueño,
en medio de los estrépitos
peores
el lecho de silencio
siempre está ahí
y
bajo la superficie de los párpados
un planeta no cesa de girar.
Jorge Riechman. Entreser. (poesía reunida, 1993 -2016). Ed. Calambur, 2021
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