documentos de pensamiento radical

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lunes, 18 de julio de 2022

SIMBIOÉTICA de JORGE RIECHMANN (fragmentos IV)




“el sector neoliberal, envalentonado, aprovecha la fuerza que le proporciona el carisma prestado por los movimientos emancipadores. Disfrazándose de insurrección, adopta los acentos de la emancipación para acusar a la protección social de encadenar la libertad. Mientras tanto, la desacreditada parte protectora lucha por liberarse de la mancha de la dominación, puesta de manifiesto por los movimientos emancipadores. Desmoralizada, a la defensiva y carente de convicción, no genera ningún tipo de seducción, ningún sueño contrahegemónico capaz de galvanizar la oposición al neoliberalismo. Por último, la parte de la emancipación se encuentra en un estrecho precipicio. Oscilando entre los otros dos polos, sus corrientes dominantes cruzan repetidamente la línea que separa las críticas válidas a la protección opresiva y las reivindicaciones legítimas de acceso al mercado de trabajo, por un lado, de la aceptación ciega de un individualismo meritocrático y un consumismo privatizado, por otro”.[1]



[1] Nancy Fraser, “¿Triple movimiento? Entender la política de la crisis a la luz de Polanyi”, New Left Review 81, 2013, p. 138.

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Se podría hablar también de negacionismo energético, como hace Manuel Casal Lodeiro: el que practican “aquellas personas, colectivos sociales, sindicatos, partidos políticos, empresas, etc. que, reconociendo que existe una grave crisis planetaria y dentro de ella la existencia de un cambio climático de origen antropogénico causado por las emisiones de GEI, niegan implícitamente o bien algunos hechos clave o bien las implicaciones necesarias que se siguen de esos hechos. Paso a enumerar estos hechos e implicaciones:

  • Que las llamadas energías renovables tienen límites y que, por tanto, no pueden mantener un sistema en crecimiento permanente.
  • Que dichas energías en realidad son sistemas técnicos no renovables de captación de energía.
  • Que dichos sistemas de captación de energía renovable dependen para su mantenimiento de recursos no renovables, principalmente combustibles fósiles y minerales finitos.
  • Que dichos sistemas tienen una vida útil relativamente breve, en torno a los 25 años de media, y que una vez finalizada deben ser reemplazados, y que, por tanto son sistemas no renovables de captación temporal de energía.
  • Que una transición a este tipo de energías implica un descenso en la Tasa de Retorno Energético, es decir, un declive de la energía neta de que dispone la humanidad.
  • Que, en consecuencia, una civilización basada en energías renovables no podrá hacer más cosas, sino menos: simplificación civilizatoria, que si es rápida en términos históricos denominamos con el término colapso.
  • Que la llamada desmaterialización de la economía no existe más que en términos relativos.
  • Que la eficiencia en el uso de recursos y de energía no se puede aumentar indefinidamente y topa, por termodinámica, con la ley de rendimientos decrecientes.
  • Que las mejoras en eficiencia, en un sistema capitalista, quedan anuladas por el efecto rebote (paradoja de Jevons).
  • Que no se pueden reducir las emisiones de efecto invernadero sin reducir la producción total de bienes y servicios, esto es, el PIB.
  • Que sin reducir el consumo de energía fósil, todo lo que se añada de energía renovable no la sustituye sino que la complementa, para permitir (por un tiempo) el crecimiento de la demanda energética.
  • Que la energía fósil está llegando a su cénit de extracciones y a partir de ahora sobrevendrá un declive, que ya se está experimentando en el petróleo crudo desde 2006 y que está llegando ya a algunos derivados como el gasóleo.
  • Que no existe ninguna energía conocida que pueda sustituir a tiempo y en la escala y diversidad de usos suficiente al petróleo.
  • Que la electrificación total de una economía mundial de la escala de la actual requeriría más recursos energéticos y minerales para su puesta en marcha de los que podemos disponer.

Dado que nos quieren embarcar en una supuesta sustitución de energía base (fósil por renovable) sin cambiar el tipo de metabolismo civilizacional ni el modo de producción capitalista, y que tal como avisa uno de los modelos más avanzados de simulación de transiciones energéticas (MEDEAS) una carrera demasiado rápida y sin priorizar energías según su TRE (una transición energética negacionista de las realidades energéticas suprascritas) puede acelerar el colapso civilizacional en lugar de evitarlo o atrasarlo, me pregunto: ¿cuál de los dos tipos de negacionismo es más peligroso, el climático o el energético? Júzguenlo ustedes mismos…” Manuel Casal Lodeiro, “El otro negacionismo”, en su blog (Des)variamateria, 19 de febrero de 2020; http://casdeiro.info/textos/2020/02/19/el-otro-negacionismo/

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Llamamos “exigencias de clase media” (por ejemplo Joaquín Estefanía en su artículo “La fatiga democrática”) a lo que son modos de vida imperiales (Alberto Acosta y Ulrich Brand). Así, seguimos sin asumir de verdad la cuestión de los límites (la contradicción de los “límites del crecimiento ilimitado”, nos dice Antonio Campillo en su libro Un lugar en el mundo), que será la más decisiva de todo el siglo XXI. Como sociedad, seguimos siendo básicamente negacionistas. Y si “el negacionismo debería ser considerado delito, con un tribunal internacional que juzgase los ecocidios” (Manuel Rivas en “Todo va ‘magníficamente’ mal”), ¿quién en el Norte global se salvaría de comparecer ante tal tribunal –aunque las responsabilidades, por supuesto, sean muy diferenciadas?

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Coincido con Adrián Almazán y Luis González Reyes cuando señalan que, tras la crisis sanitaria de la covid-19, “empeñarnos en retornar a una normalidad que nunca lo fue es lo contrario a lo que necesitamos hoy. La estabilidad no volverá, el crecimiento no continuará y nuestro modo de vida está en sus estertores. Nos enfrentamos a límites y a daños generados por nuestras dinámicas de extralimitación que hacen no solo indeseable, sino imposible seguir adelante como si nada ocurriera. Y el nuestro no es un problema técnico. Las y los expertos no serán capaces de dar con una nueva tecnología que lo resuelva todo, ni la burocracia del estado encontrará una política infalible que nos permita seguir adelante con nuestra vida como si nada. El nuestro es un problema global y radicalmente político. Lo que está en juego es nuestra manera de vivir (que necesariamente va a tener que cambiar profundamente), y quienes protagonicemos ese cambio tenemos que ser las personas organizadas de forma colectiva. Pese a que todos los poderes fácticos se nieguen a reconocerlo, en el futuro cercano nos esperan grandes discontinuidades sociales y metabólicas. La pandemia de la covid-19 ya nos ha servido para comprender a qué se pueden parecer esas disrupciones, pero lo peor está aún por llegar. En los próximos años, lustros tal vez, todo apunta a que viviremos escasez de energía que se podrá transformar en desabastecimiento de alimentos, en problemas de acceso a combustible, en paralizaciones industriales, etc. También tendremos que vivir con un clima cada vez más inestable y que, hagamos lo que hagamos, nunca volverá al estado de equilibrio del que todas las sociedades humanas agrícolas habían disfrutado hasta el día de hoy. Olas de calor, sequías, grandes tormentas y huracanes, falta de agua dulce, deshielos… Todo ello ha llegado para quedarse, y para poner en jaque nuestro modelo urbano, nuestro sistema agroalimentario industrial o nuestra gestión del agua”. Adrián Almazán y Luis González Reyes, “Entre el límite y el deseo: líneas estratégicas en el colapso de la civilización industrial”, El Salto, 23 de diciembre de 2020; https://www.elsaltodiario.com/ecologia/entre-limite-deseo-lineas-estrategicas-colapso-civilizacion-industrial


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“Desgraciadamente, todo lo que se podría decir sobre sostenibilidad ya está dicho pero nada se ha puesto en práctica. Sólo cuando cada uno de nosotros deje de tener miedo a la libertad que podemos alcanzar con otro modo de vida dejaremos de someternos a un sistema que nos anula como individuos y que avanza hacia un horizonte cada vez más cruel”.[1]

Sonia Freire



[1] Sonia Freire, “Energía y equidad. Reflexiones sobre un texto de Ivan Illich”, Boletín CF+S (Ciudades por un Futuro Más Soatenible) 46, diciembre de 2010 (monográfico sobre “El «nuevo paradigma» cumple 65 años”); http://habitat.aq.upm.es/boletin/n46/asfre.html


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El hecho de que entonces, hace medio siglo, no “cambiase todo” nos da una medida del poder organizado del capital al que hacemos frente. Tal y como comenta en otro contexto Jason Hickel, “lo extraordinario del capitalismo es que produce el apocalipsis y luego trata de venderse como la única solución razonable al apocalipsis”.[1] Pero es que además, como señala Pablo Servigne, “las personas no abandonan fácilmente sus creencias. Prefieren renunciar a los hechos, a la realidad, que renunciar a la historia que se cuentan a sí mismos para vivir. Hoy en día, las grandes historias son el crecimiento económico, la dominación humana sobre la naturaleza, la dominación del hombre sobre la mujer, el progreso material infinito, etc. Renunciar a eso es muy difícil, y se ponen en marcha muchas estrategias de negación, a nivel individual y colectivo”.[2]



[2] Pablo Servigne, “Necesitaremos mucho valor para pasar este siglo sin matarnos unos a otros” (entrevista), ABC, 17 de noviembre de 2020; https://www.abc.es/cultura/libros/abci-pablo-servigne-colapsologo-necesitaremos-mucho-valor-para-pasar-este-siglo-sin-matarnos-unos-otros-202011170105_noticia_amp.html


Jorge Riechmann. Simbioética. Plaza & Valdés. 2022

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