Protestaba el satírico y
moralista Juan de Zabaleta en El Día de
fiesta por la tarde (1659) de la perniciosa costumbre de las mujeres de
leer novelas, libros que sólo llevan a engaño, a estériles fantasías y a
alimentar un ocio inútil y malsano. “Las novelas –argumentaba Zabaleta- son muy parecidas a los sueños. Las
representaciones de los sueños las hace la naturaleza quizá por hacer
entretenido el ocio del sueño. Estas representaciones muchas veces son
confusas, algunas pesadas, por milagro gustosas, y tal vez dejan inquietud en
el alma.” Y por poner ejemplos de su teoría recreaba escenas como ésta: “Acaba de comer el día de fiesta
el hombre casado, váse a holgar, y deja a su mujer en casa, aún más sola que el
día de trabajo, porque en éste la labor la acompaña. No puede trabajar, y
quiere divertirse; toma un libro de narraciones amatorias, a esto llaman
novelas, éntrase en un balcón, que es un aposento de celosías, siéntase con las
espaldas a la calle y abre el libro. Empieza a leer, vuelve de cuando en cuando
a la calle los ojos, y revócaselos la dependencia del cuento, porque en esta lectura
el principio hace gana casi incorregible de llegar al fin…”
Se vivía en aquel tiempo una
incipiente incorporación de la mujer a la vida literaria y algunas jóvenes de
buena familia eran iniciadas en las letras por un tutor o maestro particular.
La afición femenina a la lectura no tuvo –ni entonces ni durante los siglos
siguientes- buena prensa: las mujeres lectoras eran fantasiosas e inútiles,
como las que retrata Zabaleta, o soberbias, ásperas e incapacitadas para el
amor, como la Nise que dibuja Lope de Vega en La dama boba.
El caso de la mujer que apenas
puede apartar los ojos de la novela puede vincularse con el “hermetismo” que,
ya en 1925, Ortega y Gasset atribuía al género, expuesto en sus Ideas sobre la novela: el relato de
ficción puede funcionar “herméticamente”, incomunicando al lector con el
exterior y encerrándolo en el recinto de la fantasía, haciéndolo, en suma,
preso del “cuento”. Y, bien mirado, no está nada lejos de lo que desde hace
algún tiempo venimos despreciando de la televisión y, más recientemente, de las
redes sociales, de las que hacemos víctimas principales –por débiles e
inmaduros- a los adolescentes, como débiles e inmaduras le parecían a Zabaleta
las lectoras del siglo XVII.
La evidente dependencia del ocio y de la diversión que muestra la sociedad
actual articula la teoría que Pascal
Bruckner –uno de los grandes filósofos de la modernidad- titula La tentación de la inocencia. Rechazamos el libro –argumenta Bruckner- porque rechazamos la
responsabilidad de edificarnos, porque la libertad se nos hace un trabajo
demasiado arduo y solitario; seducidos por el imperio del consumismo y la
diversión, reivindicamos el derecho a la regresión y nos refugiamos en una
“decadencia exquisita” que pasa por renunciar al conocimiento, aniquilando así
el gusto por la reflexión y la razón y acomodándonos en un estado infantil y
victimista.
Pese a lo irrefutable de sus ideas, creo que Bruckner cae en el complejo de
superioridad de la escritura –o mejor dicho, del libro- y concede a éste el
papel de ser la única alternativa inteligente al ocio estéril.
Esa inocencia irresponsable de la que habla no tiene por qué radicar
exclusivamente en el rechazo a la lectura, sino que también –y no es paradoja-
puede consistir en el consumo desaforado de novelas, al modo de las mujeres
satirizadas por Zabaleta.
Hoy por hoy abundan las mujeres que creen haber accedido
al conocimiento y a la cultura (y por tanto a la igualdad) por ser grandes
lectoras de novelas. No es así. Sólo llegaremos a ese techo de la igualdad
cultural si nos formamos en el conocimiento que proporcionan otros libros (la
historia, el ensayo…) y, a la vez, somos capaces de seguir escuchando los
contenidos que sólo la voz y la memoria nos han ido transmitiendo durante
siglos.
¿Que si hago denuesto de la novela? Sí, efectivamente. Al
fin y al cabo es lo que venía a decir Cervantes en su Quijote… Lo que ocurre es que, como quería que lo leyeran, lo puso
en clave de novela.
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