Paco Puche razona de esta forma: “La cosmovisión gaiana hace prescindible el constructo religioso, y la correspondiente hybris teísta que lo ha acompañado y antecedido, y nos inserta a la propia especie, con toda modestia, en un todo superior que nos permite la resurrección permanente. Nada en Gaia muere del todo, es más, todo pasa a formar parte necesaria de los ciclos siguientes de regeneración autopoietica de la vida. Es más, en el sistema Gaia la muerte está programada (apoptosis); sin ella tanto la continuidad de la vida individual como macroorganísmica, estaría comprometida.
...//...
Adoptando,
en vez del lema PLUS ULTRA de las grandes navegaciones y el colonialismo
europeo, la alternativa de PLUS INTRA, como nos sugieren Déborah Danowsky y
Eduardo Viveiros de Castro propugnando una “intensificación no material de
nuestro modo de vida”.[1]
“Nuestro modelo actual de relación y cooperación se basa en un modelo de
desconexión. Nos educan y someten a coerción para desconectarnos de nuestras
necesidades, de manera que seamos buenos participantes en una sociedad de
consumo.
Y (como me recordó en una conversación Brendan
Montague, editor de la web The Ecologist)
es esta desconexión de nosotros mismos la que nos lleva a la desconexión con
respecto a nuestros semejantes que, a su vez, conduce a la desconexión de
nuestro entorno –lo cual ha posibilitado construir el sistema extractivo y
destructivo donde nos encontramos.
Desconectados de nuestras necesidades. Viendo a los
demás como amenazas o problemas que hay que tratar. Caminando con una opresión
en el pecho porque sientes que el mundo donde crecen nuestros hijos e hijas
está siendo destruido. Engullendo chutes de dopamina de las pantallas
retroiluminadas, entre dos rondas de consumir cosas que no necesitamos para
sentirnos semi-satisfechos durante cinco minutos.
No. Lo que satisface nuestras necesidades es la
conexión. Conexión con nosotros mismos, con los demás y con el mundo que nos
rodea. Sentirse como en casa en nuestra propia piel, tener relaciones
significativas y ser amigable con nuestros vecinos. Crear cosas que
consideramos importantes, cooperando con personas de ideas afines. Estar en
entornos naturales, cuidar de los seres vivos.”[2]
[1] Eduardo Viveiros de Castro
y Déborah Danowski, ¿Hay mundo por venir?
Ensayo sobre los miedos y los fines, Caja Negra eds., Buenos Aires 2019, p.
178-179.
[2] Max St. John, “Why
we all need to stop worrying about climate change (and what to doinstead)”, Medium, 26 de abril de 2019; https://medium.com/@maxstjohn/why-we-all-need-to-stop-worrying-about-climate-change-and-what-to-do-instead-4a7c96d9b8c6 . Sigue el autor su reflexión de la siguiente manera:
“Esto es lo que nos ayuda a dormir bien por la noche, lo que nos hace sentirnos
íntegros, completos. Pero también es el enemigo de la sociedad de consumo, por
lo que ésta ha evolucionado para reducir su papel en nuestras vidas.
Cuando satisfacemos de verdad estas necesidades,
dejamos de lanzar un sinfín de productos, servicios y experiencias consumistas
a ese vacío que no se puede llenar. Y cuando dejamos de hacer eso, comenzamos a
crear un mundo diferente juntos.
(...) Si aceptamos lo anterior, vemos que el ‘consumo
consciente’ y los Green New Deals nunca
ofrecerán la solución que necesitamos en la medida en que se basen sobre la
idea fundamental del ciudadano como consumidor, trabajando para ganar dinero,
ganando dinero para gastar, gastando para consumir, etc.
Creo que la respuesta fundamental radica, en cambio,
en reconstruir nuestras vidas en torno a la conexión. Y esto tiene que comenzar
con la salida de nuestro estado persistente de estrés. Pues si nos enfrentamos
a desafíos sistémicos complejos, debemos ser capaces de aportar toda nuestra
capacidad y creatividad…”
Las facturas acaban volviendo sobre la mesa
El
capitalismo se basa en el resorte básico de comprar barato y vender caro, a
todos los niveles. Por eso, no puede funcionar sin generar costes externos
masivos y dejar toda clase de “facturas sin pagar” (por ejemplo, intentando
pagar la fuerza de trabajo sólo al coste de su reposición; o usando recursos
naturales que sólo se valoran al coste de extracción; o tratando a seres vivos
sensibles e inteligentes como mera materia prima industrial). Basta reparar en
esta dinámica para poner entre paréntesis todos los supuestos progresos que
realizamos bajo el capitalismo.
Pero
estos daños y costes externos no desaparecen sino que se van acumulando, y las
facturas acaban volviendo sobre la mesa: hoy lo hacen bajo la forma extrema de
colapso ecológico-social. Escribe Boaventura de Sousa Santos que “en una época
como ésta, quienes luchan contra la dominación no pueden contar con la luz al
final del túnel. Tendrán que llevar con ellos una linterna portátil, una luz
que, aunque sea trémula o tenue, ilumine lo suficiente para que sean capaces de
identificar el camino adecuado y, así, evitar accidentes fatales. Ése es el
tipo de luz que se proponen generar las epistemologías del Sur”.[1]
Conciencia
–la posibilidad de una lumbrecita, una frágil candela que se enciende en medio
de las tormentas, los quebrantos y las oscuridades de la condición humana. Es
una posibilidad preciosa: frente a los imaginarios y las prácticas de
dominación, imaginarios y prácticas de cooperación, biofilia y simbiosis;[2] si
hay que decirlo en una sola palabra, amor. Nutramos esa posibilidad,
cuidémosla, respetémosla.
[1] Boaventura de Sousa
Santos, El fin del imperio cognitivo,
Trotta, Madrid 2020, p. 15
[2] Biofilia es “la tendencia innata de dirigir nuestra atención a la
vida y a los procesos vitales (…). Nuestra existencia depende de esta
tendencia, nuestro espíritu está entrelazado con ella, en sus corrientes emerge
la esperanza” (Edward O. Wilson, Biofilia,
FCE, Ciudad de México 1989, p. 9-10. La edición original en inglés es de
1984). Oliver Sacks, en su libro póstumo Everything
in Its Place, escribió: “La biofilia, el amor por la naturaleza y los seres
vivos, forma parte esencial de la condición humana. Los efectos de las
cualidades de la naturaleza en la salud no son sólo espirituales y emocionales,
sino también físicos y neurológicos”.
Ahora bien, sería un error pensar que una “política del amor” constituye una propuesta directamente política. Es pre-política, y se encamina hacia la reforma intelectual y moral (y pasional, añadirían seguro nuestros amigos surrealistas de Salamandra)
Jorge Riechmann. Simbioética. Plaza & Valdés. 2022
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