documentos de pensamiento radical

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viernes, 14 de abril de 2023

BAILAR ENCADENADOS de JORGE RIECHMANN (fragmento II)


 

 

Libertad limitada por las libertades  de los otros (humanos y no humanos)

Mientras sigamos entendiendo la libertad/ como un espacio acotado/ donde dar rienda suelta a nuestros goces privados,/ la libertad será un coto,/ pero de caza.// Los libres que tengan dinero serán cazadores.// Los libres que no tengan dinero// serán// serán// serán[1]

Antonio Orihuela

 

Mi maestro [Alberto Caeiro] odiaba la ambición. Un día le dije que deseaba ser el más libre del mundo. “Álvaro de Campos –me respondió–, usted es lo que es y nada más”.[2]

Álvaro de Campos (heterónimo de Fernando Pessoa)

 

 

Libros hondos y poderosos sobre la libertad, como Esta vida de Martin Hägglund (Capitán Swing, Madrid 2022), pueden pasar de lado y ajenos al verdadero “tema de nuestro tiempo”, la cuestión central de nuestra época: la crisis ecológico-social.[3] Pero nosotros no podemos permitirnos semejante error.

 

 

¿Abandonar el buenismo?

 

Alguien decía en Twitter, en la dolorosa resaca de las elecciones andaluzas del 19 de junio de 2022: “O la izquierda abandona el feminismo y el buenismo o no vuelve a ganar unas elecciones”. El buenismo, como se sabe, incluye el ecologismo, el animalismo, la crítica anticolonial y algunos ingredientes más. Se nos insta, desde diferentes lugares, a deshacernos de lo que serían escrúpulos morales de poco peso para volvernos eficaces en política.

 

Hoy, los potentes ácidos de la codicia y la corrupción corroen los vínculos sociales, y vuelven patética la imprescindible idea de bien común. El cinismo atmosférico imperante no deja de carcajearse del “buenismo”. ¿Qué está en juego? ¿De verdad se trata de lujos morales para narcisistas entregados a “cultivar su estampita de seres de luz en un mundo sin historia”,[4] como se nos sugiere más de una vez en los acalorados debates del “Twitter de las izquierdas”? Voy a proponer una breve reflexión centrada en las cuestiones ecológicas.

 

Hay dos supuestos erróneos en las admoniciones de “buenismo” e irrealismo que se dirigen muchas veces contra los movimientos ecologistas; el primer error con más elementos fácticos y el segundo con más elementos normativos. Veamos.

 

A) La crisis ecológico-social no es para tanto; aún disponemos de bastante tiempo para reaccionar. Este supuesto erróneo no termina de captar la situación básica en que nos encontramos: extralimitación ecológica (overshoot es el término clave en inglés). Pero nos hallamos en un tiempo de extrema emergencia (un tiempo de descuento, he dicho yo otras veces), y aquí lo único que cabe replicar es: por favor, estudie usted. Atienda a los resultados que ponen sobre la mesa climatólogos, ecólogas, geólogos, físicas termodinámicas, zoológos, biólogas de poblaciones, edafólogos, hidrólogas, etc. Trate de hacerse cargo de la realidad biofísica en que se encuentra Homo sapiens en el tercer planeta del Sistema solar (más allá de las realidades sociopolíticas que sin duda merecen también nuestra atención).[5]

 

B) El antropocentrismo está justificado. Si en el primer error dominan cuestiones de hecho, podría parecer que éste es un asunto puramente normativo. Vivo en el seno de una cultura que me enseña que lo único que de verdad cuenta moralmente son los seres humanos: ¿por qué debería desafiar ese poderoso supuesto cultural, alejándome con ello de las mayorías sociales sobre las que quiero influir políticamente? Bueno, sucede que el antropocentrismo –como suele repetir la profesora Marta Tafalla de la UAB– no es sólo un grave error ético (que convalida formas de dominación que deberían cuestionarse), sino también un fallo cognitivo.[6] El antropocentrismo nos impide apreciar bien cuál es nuestra verdadera situación en el cosmos y –sobre todo– en la biosfera del planeta Tierra; y así nos induce a tomar malas decisiones. Decisiones contraproductivas que se vuelven contra nosotras mismas: el calentamiento global no es sólo el mayor “fallo del mercado” de la historia humana, como se ha dicho alguna vez, sino un testimonio de ese extravío ontológico donde nos encontramos. Tratar de dominar demasiado, como he argumentado otras veces, se vuelve en contra del propio dominador (se podría hablar aquí de “efecto bumerán”).[7]

 

Dos errores graves, por tanto: ni podemos dar por bueno el antropocentrismo, ni nos hallamos en un “mundo vacío” (en términos ecológicos: un mundo con mucha naturaleza y pocos seres humanos) como era el caso hasta ayer mismo. En un “mundo lleno” o saturado ecológicamente (un mundo con muchos seres humanos y poca naturaleza), decisiones que hasta ayer podían parecer éticamente indiferentes cobran un sentido nuevo. Traer una nueva vida humana al mundo, por ejemplo, no significa lo mismo si hay sobrepoblación que si no la hay.[8] Cazar o comer carne no significan lo mismo si somos un millón de Homo sapiens que si somos ocho mil millones.[9]

 

En fin, no nos engañemos: casi todas las veces en que se emplea el término buenismo en las controversias actuales, la referencia es todo lo que no se acomode al cinismo atmosférico que lleva ya decenios enseñoreándose de la esfera intelectual española.

 



[1] Antonio Orihuela, LA LIBERTAD GUIADA POR LOS NEOLIBERALES, Salirse de la fila, Amargord, Madrid 2015, p. 57.

[2] Fernando Pessoa, Un corazón de nadie (antología poética) (edición de Ángel Campos Pámpano), Galaxia Gutenberg, Barcelona 2013, p. 627.

[3] Y ello es así pese a episódicas referencias a objetivos de sostenibilidad y pese a lo que Hägglund expone al final del libro (p. 436 y ss.)

[5] Un texto breve para adentrarse en esa reflexión podría ser éste: Natacha Gondran y Aurélien Boutaud, “¿Hasta dónde podemos ir más allá de los límites del Planeta?”, Viento Sur, 9 de junio de 2022; https://vientosur.info/hasta-donde-podemos-ir-mas-alla-de-los-limites-del-planeta/

[6] Marta Tafalla, Filosofía ante la crisis ecológica, Plaza & Valdés, Madrid 2022; https://www.plazayvaldes.es/libro/filosofia-ante-la-crisis-ecologica

[7] Me he ocupado de esto en el capítulo sexto de mi libro Simbioética (“Dejar de comportarnos como extraterrestres en el tercer planeta del Sistema solar”).

[8] Un asunto delicadísimo al que me he aproximado en Jorge Riechmann, “¿Somos demasiados? Reflexiones sobre la cuestión demográfica?”, PAPELES de Relaciones Ecosociales y Cambio Global 148, invierno 2019-2020; https://www.fuhem.es/2020/02/26/somos-demasiados-reflexiones-sobre-la-cuestion-demografica/


Jorge Riechmann. Bailar encadenados. Pequeña filosofía de la libertad. (y sobre los conflictos en el ejercicio de las libertades en tiempos de restricciones ecológicas). Ed. Icaria. 2023

1 comentario:

  1. La naturaleza también escribe su poesía. En ocasiones una poesía atroz. Y está claro que va a ser mucho peor.

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