Hay
un verso suelto en la literatura española que se llama Joaquín Campos (Málaga,
1974). Quien no lo conozca se pierde la imagen contemporánea de la libertad
guiando al pueblo, aunque el pueblo de Joaquín es pequeñito, prácticamente
reducido a sus chanclas, sin un uso horario claro, sin domicilio conocido y sin
más objetivo en la vida que escribir; por todo ello, el pueblo, a Joaquín, le
cabe en una bolsa de viaje; tiene poco, y tal vez por eso disfruta mucho de la
vida que ha querido vivir, aunque detrás de él, al contrario que en el cuadro
de Delacroix, no vaya nadie, porque la libertad que practica Joaquín es de las
que espanta y acojona a nuestra mentalidad pequeñoburguesa.
Decía
que no he conocido a nadie más libre que Joaquín, que es libre hasta la
inconsciencia de creer que puedes decir lo que piensas, y peor aún, escribir lo
que piensas, sin que lo escrito no tenga consecuencias, no cree, de inmediato,
devotos y enemigos, seguidores y odiadores, lo convierta en escritor de culto
para algunos y en un escritor condenado al ostracismo para la inmensa mayoría acuartelada
en la retórica del buenismo, el buenrroyismo y los convencionalismos en los que
hay que instalarse para que la literatura se convierta en mercancía y, sobre
todo, venda… Lejos de ajustarse a las preceptivas canónicas y los modelos al
uso, Joaquín desarrolla, sobre todo en sus diarios, una escritura incómoda para
los estándares habituales del bien pensar, embarazosa con lo políticamente
correcto y perturbadora para los esquemas de la casta literaria de este país. Ya
lo hizo con sus primeros diarios: Ajuste
de Cuentas, también publicados por la benemérita editorial Sr. Scott, y vuelve a dar la campanada con este Pedagogía, donde condensa lo que han
sido sus tres últimos años de vida, leyendo, escribiendo, bebiendo y trabajando
en la isla de Sal (Cabo Verde) como chef ejecutivo para la multinacional
Hilton.
En
los diarios de Joaquín hay, sino de todo, más de lo que la mayoría de la gente
vivirá aunque les regalasen varias vidas; porque si hay algo que está implícita
en la vida y, por tanto, en la escritura de Joaquín, es la exuberancia, la
desmesura, y ello lo llena todo, sus experiencias personales, sus fobias y
filias, sus pasiones y sus decepciones. Joaquín no se corta, y esa es su mayor
virtud, habla claro, ya sea de sus abismos personales, ya sea para desenmascarar
el imaginario que los medios de comunicación quieren imponer y con el que nos
arrullan, anestesian y paralizan, como de las componendas y arreglos de la
casta política, poética o editorial. La escritura de Joaquín señala la desnudez
del emperador y él, en su inocencia, no entiende por qué esto hace que se le
cierren todas las puertas del mundillo literario, que vive, precisamente, de
ocultar sus desnudeces.
Pedagogía se podría leer así como una
continuación de Ajuste de cuentas, sus
primeros diarios, pero ocurre que estos años pasados por pandemias y
confinamientos, Joaquín los ha vivido desde una situación de acoso laboral que
desembocó en un despido improcedente y un largo litigio con la multinacional
Hilton, para la que trabajaba y que, ha demostrado con su guerra sucia y su
política de terror y explotación, que está muy lejos de lo que vende en sus
folletos turísticos.
Cualquier
otro, viendo la altura del gigante, hubiera tirado la toalla, hubiera cogido el
finiquito y la gorra de propaganda y se hubiera marchado con viento fresco de
allí, pero Joaquín decidió hacerle frente al gigante, y eso hace que durante la
lectura de estos diarios afloren emociones y simpatías que antes no estaban,
hace que uno se identifique con este chiflado que pretende hacerle frente nada
menos que a una multinacional; y es imposible que en esa lucha de David contra
Global, no tome uno posiciones con el débil y crezca la empatía con quien vemos
que tiene la justicia de su parte pero no la fuerza, ni el dinero, ni el tiempo
que siempre corre a favor de los malos. Así, mezclada con la vida cotidiana,
sus ires y venires, la historia del Hilton te atrapa a ráfagas, irrumpiendo en
todo lo demás, con sus chantajes, con sus mentiras, con el despido de quienes
quieren testificar en los juicios a favor de Joaquín, en fin… con los modos
habituales que se gastan estas mafias trasnacionales.
Si gustan de echarle un ojo a la libertad, no se pierdan
estos diarios. Si gustan de ponerla en práctica, en Pedagogía tienes un manual de instrucciones y, de paso, Joaquín nos
dará gratis algunas pautas para luchar contra el mal. No se lo pierdan.
Antonio Orihuela
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