Excurso: desplazamientos de la
Gran Ameba
Se podría
responder: los sistemas sociotécnicos no siguen rutas predeterminadas,
inexorables. “La política –a todas las escalas– importa. Es importante que el
capitalismo funcione con combustibles fósiles y no energía hidráulica: no hay
nada ‘automático’ en ese resultado”, dice toda una profesora de Stanford
especialista en historia de la ciencia y la tecnología.[1]
Pero debería resultar obvio que los combustibles fósiles son congruentes con el
capitalismo por toda una serie de características objetivas (densidad
energética, escalabilidad del uso, facilidad para la apropiación privada,
versatilidad para el almacenamiento y transporte…) que no posee el
aprovechamiento de la fuerza de los ríos; no es casual que, aunque los
principios físicos de la electricidad fotovoltaica se conocieran desde el siglo
XIX (la primera célula solar fue fabricada por Charles Fritts en 1884, y estaba
formada por selenio recubierto de una fina capa de oro), el capitalismo haya
optado por el uso masivo de carbón y petróleo. Lo “automático” aquí es
deslizarse por las pendientes del mínimo esfuerzo y la máxima recompensa
(todavía más previsible en un entorno de megaempresas y Estados-nación compitiendo
entre sí): y ello no es inevitable para seres libres (aunque sometidos a toda
clase de determinaciones) como el ánthropos,
pero sí máximamente probable.
El ensayista estadounidense Nate Hagens, antaño profesional de elevada
posición en Wall Street y hoy ecologista experto en energía, ha propuesto una
perturbadora pero acertada imagen del “superorganismo humano” como Gran Ameba.
El superorganismo (al que aquí llamaré cariñosamente la Ameba) no piensa;
utilizando el excedente financiero optimizado por el mercado, avanza
deslizándose, absorbiendo a los majetes que viven con baja entropía, mirando
exclusivamente a corto plazo el camino que se encuentra justo enfrente; y sólo
cambia el rumbo cuando puede recolectar más.[2]
La Gran Ameba adelanta un pseudópodo para apoderarse del siguiente
yacimiento de exergía (o materia-energía de baja entropía). Quizá podría
emitir igualmente un pseudópodo que se volviese sobre ella misma, tornándose
reflexiva (ah, la suprema importancia de los bucles de realimentación…). Pero
lo segundo exige mucho más esfuerzo. Si la Gran Ameba se deja caer por su
pendiente deslizante (llamémoslo Maximum
Power Principle),[3] básicamente
emitirá pseudópodos de la primera especie.
Y, en efecto, así parece comportarse el superorganismo humano en casi todas las
circunstancias… La sociedad humana, escribe Ugo Bardi, “tal como es hoy
en día, no parece mostrar ningún signo de inteligencia colectiva. No es un
‘cerebro’, no es capaz planificar para el futuro, simplemente va dando tumbos
hacia adelante, explotando los recursos disponibles”.[4]
Y así nos va.
Muchos de nosotros, si decidiéramos individualmente, no
hay duda de que elegiríamos la vía de la moderación. Y si fueran grupos
pequeños y cohesionados, probablemente mucho más. Pero la tragedia es que en
este mundo enorme y fragmentado en el que vivimos no existe nada parecido a una
sabiduría colectiva, y en lugar de comportarnos como un superorganismo
inteligente nos comportamos como las bacterias en una placa de Petri o las
levaduras en un tanque de fermentación. ¿Existe solución a esta situación? Quisiera
pensar que sí. De hecho somos muchos y muchas quienes pensamos que sí, a pesar
de las enormes dificultades, y nos negamos a arrojar la toalla. Y espero que
seamos cada vez más…[5]
[1] Gabrielle Hecht en
“Taking on the technosphere: A kitchen debate” (junto con Paul N. Edwards), The Technosphere Magazine, 29 de mayo de
2019; https://technosphere-magazine.hkw.de/p/Taking-on-the-Technosphere-A-Kitchen-Debate-4TGo3PL5LWM7JydaVdQPHC
[2] Continúa así su reflexión: “Esta recolección, cuando se suman los 7.300
millones de ‘votos’, termina buscando energía bruta que quemar y la transfiere
a unos pocos micro-litros de neurotransmisores. La Ameba no piensa en energía
neta porque está más allá de su horizonte visual (aunque últimamente reconoce
con cierta dificultad que algo no está yendo bien). Y a la Ameba, desde luego,
no le preocupan lo más mínimo las externalidades. No puede verlas, a menos que
le bloqueen el camino de acceso a la recolección de baja entropía.
La Ameba terrestre
se encontró en su camino con algunos baches en los años 70 del siglo XX. La
Tasa de Retorno Energético (TRE) llegó a un máximo y comenzó a disminuir. Los
problemas del sistema monetario obligaron a Nixon a salirse del patrón oro y
desde ese momento en adelante no existe una moneda en la Tierra que tenga un
recurso natural vinculado a ella, y todo el dinero se crea de la nada; el 95%
aproximadamente a través de créditos bancarios comerciales, que siguen la misma
regla en todos los países.
Comenzamos entonces
con la globalización, para dedicar a las dendritas de la Ameba a succionar
entropía de las regiones geográficas con menor coste. Aprovechamos la
tecnología para construir una máquina térmica más grande. Y lo más importante
(y peligroso), comenzamos a utilizar la deuda y el crédito como formas de
traernos los recursos futuros hacia el presente. Nada de esto se hizo de forma
consciente: fue una simple reacción a los deseos y necesidades de las masas en cada
tiempo, para seguir funcionando a base de ir agregando los beneficios
optimizados de las mini-amebas. [Esta parte de la narración de Hagens es la que
hay que cuestionar, claro está… No han sido “los deseos y necesidades de las masas”,
sino las opciones de la clase dominante y el mecanismo autoexpansivo de la
acumulación de capital. Pero sigamos.]
Cada vez que una espita
energética se va cerrando, surgen nuevas reglas o inyecciones monetarias que
suavizan la trayectoria. En las primeras etapas, todavía existía una carrera
armamentística entre la energía y el dinero. En 2008 quedó claro que los bancos
comerciales y los mercados del crédito privado ya no podían seguir alimentando
adecuadamente a la Ameba. Por tanto, se saltaron la jerarquía y comenzaron a gestionar
directamente y a la vista de todos el acceso a la espita monetaria, que
llegaron a abrir de forma considerable. En un momento en el que el coste real
del capital (el petróleo) estaba aumentando, se inundó el mundo de créditos a
bajo interés, convirtiendo el dinero en algo prácticamente gratuito.
Pero crearon
demasiado y el gran cuerpo se vio imposibilitado de generar algún tipo de
crecimiento con sentido y ahora nos encontramos en un pulso deflacionario
preliminar. En la actualidad, aproximadamente un 30% de los bonos de los
gobiernos del mundo tienen rendimientos negativos y alrededor del 90% tienen
rendimientos inferiores al 2%. Las entidades gubernamentales de los gobiernos
de Japón y Europa están comprando bonos a un ritmo tal que en el plazo de diez
años les darán la propiedad completa de todos los bonos emitidos (los gobiernos
están comprando dinero para comprar bienes que requieren energía y por tanto,
también están garantizando -y comprando- los mismos bonos en el mercado
abierto).
El mayor supuesto falso sobre
el que se apoya la sociedad moderna es que el dinero y la energía son
intercambiables y que todos los dólares pasados, presentes y futuros (o yenes o
euros, etc.) son iguales y se convertirán en los bienes que el dinero
representa. (…) Estamos ahora en una situación en la que la OCDE (descontando
los derivados financieros, que son en su mayoría simplemente hipotéticos y no
suponen reclamaciones sobre activos físicos) tiene unos 300 billones de dólares
de lo que ‘la gente cree que posee’ en términos de stocks, bonos, depósitos,
dinero, etc. de la OCDE, frente a los 80 billones de lo que se denominan ‘ingresos’
del PIB mundial anual. Es el mayor esquema de estafa piramidal (esquema Ponzi)
que jamás se haya visto en este (u otro) planeta.” Nate Hagens, “¿Qué sucedería
si los paneles fotovoltaicos fuesen gratuitos?”, en Crisis energética, 3
de octubre de 2016; http://www.crisisenergetica.org/article.php?story=20161003140431501
Los 7.300 millones que éramos
cuando Hagens escribió este texto ya nos hemos convertido en 8.000 millones (2022).
[3] El “Maximum Power Principle” intuido por diversos biólogos desde tiempos de
Lotka fue enunciado por Howard T. Odum en estos términos: “Durante la
auto-organización, se desarrollan y prevalecen diseños de sistemas que
maximizan el consumo de energía y su transformación, así como aquellos usos que
refuerzan la producción y la eficiencia”, leemos
en la Wikipedia (https://en.wikipedia.org/wiki/Maximum_power_principle ; trad. mía, J.R.). Desde la biología evolucionista se ha sugerido también
una importante Constructal Law (https://en.wikipedia.org/wiki/Constructal_law ).
“Todos
queremos más”, enseña una canción de la que se han hecho múltiples versiones
(hay una, por ejemplo, de Peret). El “Maximum
Power Principle” viene a ser el “todos queremos más” elevado a rango de
conjetura científica de alto nivel. El gran desafío es vencer esa conventional wisdom y ser capaces de afirmar:
lo suficiente basta.
[4] Ugo Bardi, “Are our
leaders mad, stupid, or evil? Or all the three things together?”, blog Cassandra’s Legacy, 14 de abril de 2018;
http://cassandralegacy.blogspot.com.es/2018/04/are-our-leaders-mad-stupid-or-evil-or.html
[5] Juan Carlos
Barba: “Es imprescindible dejar de pensar en el crecimiento económico”, El
Confidencial, 21 de abril de 2017; http://blogs.elconfidencial.com/economia/grafico-de-la-semana/2017-04-21/dejar-pensar-crecimiento-economico-calentamiento-global_1370039/ . Reflexión
adicional de Nate Hagens sobre la Gran Ameba en http://tratarde.org/presentaciones-del-simposio-de-la-international-society-for-biophysical-economics-en-montana-junio-de-2017/
Jorge Riechmann. Bailar encadenados. Pequeña filosofía de la libertad. (y sobre los conflictos en el ejercicio de las libertades en tiempos de restricciones ecológicas). Ed. Icaria. 2023
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