Corre la gota sin aluminio.
Hay que ser precisos:
la adicción no es peor
que la soledad entre tanta gente.
8 gotas.
Convulsiono, vomito y lloro.
Síndrome de abstinencia
o el final de una aguja de ansiedad.
Una liposucción de paz imposible.
Una gota más me abotarga
como un trozo de carne cruda,
un grumo de 24 horas.
Mientras, mis delirios tienen
distinta vehemencia cada día.
Y el sueño, el sueño, ese privilegio
para los recién llegados al mundo de la histeria
se esconde fuera de mí.
Soy un cordero viejo.
Mi mente huele mal
Nadie come ya de mí.
La semana que viene,
yo seré, nuevamente, otra:
7 gotas.
Eva Vaz. Limpieza general. Ed. Garum, 2023
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